«POLÍTICA DE LO COTIDIANO» Provocación y violencia - Mujer es Más -

«POLÍTICA DE LO COTIDIANO» Provocación y violencia

 

En el trabajo clínico con personas que ejercen violencia, hemos encontrado que éstas, en su discurso inicial, si alcanzan a reconocer algo de sus actos violentos, la mayor parte de las veces tienden a justificarlos por la provocación de los otros. Su explicación suele simplificarse en la idea de que si los o las otras no hicieran cosas terribles que los enfurecen, ellos o ellas no tendrían por qué agredir. Sus reacciones violentas son, para ellos, solo “la consecuencia más lógica y natural” que alguien puede tener ante tales provocaciones.

El profundo trabajo con quienes generan violencia radica, en uno de sus aspectos, en revisar detenidamente esta idea que parece tan “lógica”. Y la primera idea que “conversa” con la anterior es la de responsabilidad. Insistimos en que quien ejerce violencia es cien por ciento responsable de ésta, que es su decisión absoluta lo que hace con su enojo o con lo que vive como una “provocación”.

Ésta suele ser una propuesta desafiante de la cultura dominante. Lo común es que quien violenta diga cosas como: “mira lo que me haces hacer(te)”, “yo no quería hacerlo, pero tú me llevaste a eso”, “te lo ganaste”, “yo estaba tranquilo cuando tú me sacaste de mis casillas”, “si X dejara de hacer Z, yo no tendría por qué pegarle”, “claro que estoy dispuesto/a no [gritar, pegar, castigar, regañar] a X, solo tiene que dejar de hacer Z”.

Cuando suelo poner estos ejemplos, las personas piensan claramente en personas que ejercen violencia de forma muy evidente, sin embargo, es una idea muy generalizada en nuestra cultura. Si alguien se mete a mi carril descuidadamente, o a la fila, me puedo sentir con pleno derecho de insultarlo o gritarle, por ejemplo, y de hecho ni sospecho que ejerzo violencia, “estoy en mi derecho”. Sin embargo, no. Parar la violencia, personal, familiar, social, implica hacernos cargo de lo que decidimos hacer con nuestras emociones, aun si éstas derivan de cosas que hicieron otros u otras.

Ah, entonces -protestan quienes toda la vida han justificado su violencia por sentirse provocados- ¿tenemos que aguantarnos que “nos hagan” cosas? Respuesta: no, tenemos que saber expresar nuestro enojo, nuestra molestia, nuestro desacuerdo, de un modo que no ofenda ni lastime la dignidad del otro/a. Si existe algo como “provocación”, cada quien elige qué hacer con esa sensación; no implica “necesaria agresión” como respuesta. Pero reitero que pasar del sentimiento primitivo de la provocación a una toma de responsabilidad implica un trabajo de conciencia y reflexión profundos, porque no es lo dominante de nuestra cultura.

Recientemente, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México llamó “provocadoras” a mujeres que protestaban porque las mujeres están-estamos, siendo asesinadas y violentadas en esta Ciudad, y en este país, con toda impunidad. La gobernante se centró por completo en las formas de la protesta y no en el contenido cuando eligió la palabra “provocación”. Reconozco que después intentó reparar este desatino. Sin embargo, es interesante que la gente en el poder, y responsable de la seguridad de las ciudadanas, elija antes que nada hablar sobre sentirse provocada, sobre los actos “inapropiados” de las otras que sobre su propia responsabilidad.

Tomo este caso como simbólico de lo ridículo e indignante que resultó escuchar esta explicación de quien se espera una toma de responsabilidad y no una calificación de quien protesta. Pero también tenemos que seguir trabajando en la cultura, en el imaginario, en el discurso, en la toma de responsabilidad de ciudadanos y gobernantes de nuestros actos en general. Nuestra cultura dominante suele no ejercitar la toma de responsabilidad sino culpar a otros, y esto, además de ser inmaduro, constituye una debilidad para la construcción de una sociedad y una ciudadanía responsable, pacífica y respetuosa de los otros y las otras.

 

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