«CEREBRO 40» “Necesito un chocolate con urgencia” - Mujer es Más -

«CEREBRO 40» “Necesito un chocolate con urgencia”

 

Pensaba llorar cuando llegara al aeropuerto.

En las despedidas sobre todo entre madre e hija, supuse, la mamá tiene que enseñar sensatez y fortaleza, no iba a llorar en el taxi, eso se me hace como de La Rosa de Guadalupe. Hasta para deprimirse tiene una que mantener la clase.

Pero tampoco pude llorar en el Aeropuerto, por increíble que parezca me tocó estar formada en medio de un grupo como de más de 40 adolescentes que viajaban de regreso a México y que documentaban todos por separado, llorar de nostalgia no combina con mentar madres por desesperación.

Mis opciones para sentirme mejor no eran muchas, sin dinero ya para comprarme el último perfume de Chanel, me consolé con un chocolate, eso si, no cualquier chocolate, Lady Godiva 50 por ciento leche y 50 por ciento cacao, que sí me supo a gloria, la verdad.

Estoy ahora en la sala de espera, me traje kleenex del baño por si llegaba la hora, pero el tipo de a lado, que no tengo la más mínima idea de quién sea ni él de quién sea yo ni el resto de los que estamos aquí, está transmitiendo según él en vivo para sus followers con una voz de adolescente que no checa para nada con su look de “Chavoruco”, no sé si lo siga mucha gente en las redes, pero aquí en la sala todos nos estamos enterando de sus intimidades y de las de la pobre mujer que por error se conectó a su transmisión on line.

Soy de esas personas que necesitan su tiempo y espacio para llorar cómodamente, por eso adoro el cine, porque ahí puede hacerlo uno casi siempre con libertad y soltura.

Hace muchos años que estoy acostumbrada a las despedidas, viviendo lejos de mi familia y de la tierra que me vio nacer, veo poco a la gente que quiero, aun así, a estas alturas afortunadamente ya he vivido más reencuentros que despedidas definitivas, con todo y eso, sabiendo lo rápido que pasa el tiempo, consciente del valor que tiene la oportunidad de estudiar en el extranjero, despedirte de tu hija mayor a quien nunca has dejado de ver por más de tres semanas, no está siendo un asunto fácil, su compañera de piso Coreana nos miraba extrañada, se le hacía maravilloso que yo hubiera venido hasta Vancouver a despedirla, ¿Qué tiene esa gente en la cabeza? ¿Que no saben que los mexicanos somos profundamente apegados a la familia?

Lo que más gusto me da de todo y aminora considerablemente mi melancolía, es que sea en Canadá, un país que me gusta tanto y más después de estos dos días, dos días de ver inmigrantes, gente de todo el mundo que llegó aquí a buscar un sueño o tal vez una última oportunidad, gente de todos los colores, razas, religiones, edades y estratos sociales.

Que maravilla vivir en un país así, tan incluyente, tan amable, tan inteligente. Como confirmación a eso nos tocó el día del orgullo Gay, no lo esperábamos pero fue muy emocionante vivirlo tan de cerca, interrumpimos la agenda del día para desfilar durante unos minutos en medio de personas ataviadas con ropa de colores y ondeando banderas de arcoíris, personas de todas las edades, familias completas, en parejas, en grupo o individualmente la comunidad apoyaba el respeto a las preferencias sexuales de cada quien; más segura me sentí de estar dejando a mi hija en el lugar correcto.

El influencer de a lado sigue hablando a gritos y filmando absolutamente todo lo que hace, la horda de adolescentes ya llegó a la sala y yo preocupada cruzo los dedos para que no me vaya a tocar en el asiento de la salida de emergencia por parecer la pasajera más sensata del vuelo. Tal vez ahí si empiece a llorar como caricatura china y les demuestre a todos que no hay nadie más vulnerable que una mamá con síndrome de nido abandonado.

 

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