El jueves pasado, en el Senado de la República, se desarrolló un encuentro para analizar los costos económicos y de salud que tienen ciertas prácticas de la masculinidad en México e incentivar acciones estratégicas de salud pública.
Llamado precisamente “Los costos de la masculinidad tóxica: retos y alternativas para la igualdad y el bienestar”, el foro convocó a profesionales con experiencia en la materia, como la importancia del tema lo requería. Por eso llamó la atención que se incluyera a Rubén Albarrán, integrante del grupo Café Tacvba y activista.
La participación del cantante pasó de un sobrio y hasta tímido saludo a un estruendoso “respetuosos y empáticos saludos, hijos de la chingada”, aludiendo a los conceptos desarrollados por Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad.
Fue un desafortunado comienzo pues la expresión altisonante, al viralizarse sacada de ese contexto, por desgracia se convirtió en el centro de la noticia y terminó invisibilizando el debate.
Y no porque asuste una mentada, como mencionaron la senadora Citlalli Hernández y la diputada Martha Tagle en Twitter, sino porque la conversación social fue acaparada por el arranque de Albarrán y la molestia que generó en el senador panista Julen Rementería, y no por la información compartida durante el encuentro. Paradójicamente, una necesaria discusión sobre la masculinidad tóxica terminó opacada por algo que se asemejó más a un pleito de machos.
Más allá de esta anécdota mediática, queda una pregunta por contestar: ¿qué hacer cuando la masculinidad tóxica se ve reflejada en políticas de Estado o en posiciones fijadas por el propio Presidente de la República?
Las cifras de México Unido Contra la Delincuencia demuestran que cada año se cometen alrededor de 1.5 millones de agresiones verbales o físicas perpetradas contra mujeres por hombres de entre 18 y 35 años. México todavía presenta un alto nivel de tolerancia hacia la violencia contra las mujeres, a pesar del aumento de la visibilización de esta problemática, aseguró la representante de ONU Mujeres México, Belén Sanz, en noviembre de 2018, en una entrevista para EFE. De acuerdo con su declaración, en las estadísticas oficiales, 66 por ciento de las mujeres mexicanas han sido víctimas de alguna forma de violencia, de las cuales el 44 por ciento ocurrió a manos de su pareja o expareja.
A pesar de ello, los refugios para mujeres –víctimas colaterales de una política federal de estrangulamiento de presupuesto a la que se le llama “lucha contra la corrupción”– llevan meses luchando por la asignación de recursos.
Apenas este 1 de julio, la Secretaría de Salud emitió un oficio pidiendo al Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva, rector del programa, que entregue el dinero a los proyectos aprobados, un monto de más de 293 millones de pesos. Esto desató sorpresa en quienes dirigen los refugios, al ver que, a pesar de que llevan meses en pláticas con el gobierno, hasta ahora se giran instrucciones para asignar los subsidios.
En el caso de las mujeres y madres de familia, éstas enfrentan un panorama adverso al insertarse en el mercado laboral. De acuerdo con datos de Inmujeres publicados en 2018, ocho de cada diez mujeres ocupadas con al menos un hijo (80.6 por ciento) carece de acceso a servicios de guardería. No obstante, las estancias infantiles han sufrido un duro revés al cancelarse los subsidios, como parte de la estrategia antes referida. Al día de hoy, los amparos y conflictos han escalado hasta una confrontación y desacreditación a la Comisión Nacional de Derechos Humanos por parte del presidente López Obrador, cuando el ombudsman emitió una recomendación en defensa de las estancias.
Frente a estos retrocesos por parte del Ejecutivo, por una política a la que también podría denominarse “tóxica”, es preciso destacar las acciones progresistas desde otro poder, el Legislativo. Recordamos que esta Legislatura, en el pleno de la Cámara de Diputados, a las voces de “no más patriarcado ni ciudadanas (os) de primera y de segunda; tampoco es una supremacía de género, hoy se tendrán las mismas oportunidades’’, se aprobaron reformas constitucionales en materia de paridad de género, algo digno de reconocerle a las legisladoras de todas las bancadas.
Este logro obliga a ir más allá de foros, de mentadas y de activismos que terminan en protagonismo. Urge que la atención no se desvíe. La verdadera mentada no es el saludo de Albarrán, sino una política federal que aún no se pone en los zapatos de la mujer para empatizar con sus problemas.
Al fondo del arcón
La semana pasada otras congresistas, pero de Estados Unidos, también dieron de qué hablar. Se trata del brillante escuadrón integrado por Alexandria Ocasio-Cortez –de quien ya hablamos en este espacio–, Ayanna Pressley, Ilhan Omar y Rashida Tlaib, objeto de una de las más agresivas, racistas, misóginas y xenófobas campañas de Donald Trump, y de la que saldrán mucho más empoderadas.