«CEREBRO 40» “Mexicana en China y sin limones” - Mujer es Más -

«CEREBRO 40» “Mexicana en China y sin limones”

 

Escribo aquí y ahora, todavía en China, todavía del otro lado del mundo, un día adelante y viendo para el otro lado de la bóveda celeste, porque escribiendo es la única manera como creo que puedo perpetuar el momento, que estos instantes se volverán eternos, cuando haya regresado escribiré en tiempo pasado, y será especial también recordar desde la nostalgia. Pero hoy quiero que sepan lo que siento, que sientan a través de mis ojos y mi piel, cómo estoy viviendo cada momento aquí, cómo escucho y cómo veo las cosas ahorita mismo.

Cuando llevas ya dos semanas sin saber lo que habla la gente, ni lo que dicen los letreros, empiezas a entender los verdaderos significados, descifras textos y gestos, descodificas miradas e intenciones, porque la única manera de comunicarte es con los ojos y algún sonido.

Viajar es un acto de valor, implica soltar, arriesgarse a regresar y no encontrar o no encontrarse. 

Es siempre exponer lo que ya tenemos seguro, saltar al vacío, atreverse a estar sólo con uno mismo.

Pienso en Marco Polo, en Odiseo, en Cristóbal Colón y en mi abuelo Samuel, en todos aquellos que soltaron las amarras, que dejaron lo conocido para buscar, para abrir caminos, yo quiero ser una viajera, porque quien sabe viajar lo hace todo el tiempo, viaja en su propia casa y a través del mundo.

Es mucho, muchísimo lo que les quiero platicar de China y este recorrido a través del tiempo, de este encuentro con gente tan distinta, necesito ir por temas, tomarme mi tiempo, cada experiencia merece su propia historia.

Pero algo si les digo, después de conocer China nadie puede volver a ser el mismo y mucho menos decir que todos los Chinos son iguales, no hay nada más falso, el primer mito que derrumbé llegando aquí. Una cultura tan antigua, milenaria, tridimensional, mística, genuina, que escribe, habla y piensa de manera tan compleja no puede ser común, ni al resto del mundo ni entre ellos. Los Chinos son como sus letras, no hay ninguno igual a otro, se parecen sus códices, sus palabras, sus techos y sus cejas; sus palabras se forman por ideas y tienen formas de Casas, así son ellos, cada uno un hogar, un destino, una historia y un inicio.

Los Chinos se parecen mucho a los mexicanos, son mitoteros, gritones, mueganos, montoneros, alegres, festivos. Andan para todos lados en familia, son románticos, son gente de fe.

Los Chinos aman su esencia, respetan y honran su raza, se identifican con ellos y con sus ancestros, jamás escucharás a un Chino decir “Búscate un güerito para mejorar la raza” no, ellos están orgullosos de ser quien son, de sus rasgos y su historia, pisan un país nuevo, calles recién construidas, el desarrollo ha sido vertiginoso, pero no ha logrado perderlos, porque China no son sus calles llenas de rascacielos ni el despliegue impresionante de tecnología, China es la gente, China está en el corazón de cada persona, por eso son fuertes y orgullosos, ancestrales e indestructibles.

Hay mucho, mucho todavía en el tintero, nada más absurdo que pensar que ya entendí de que se trata esto, China me abre miles de cuestionamientos, me enseña un mundo nuevo que me hace sentir que nunca antes entendí nada.

Darle el golpe a la vida está en Chino, nunca más claro, la grandeza de una raza como está me deja en ceros, sin poder argumentar ni media idea de todo lo que creí que entendía hasta hoy.

El viaje sigue, todo a excepción de la comida y los baños está resultando fascinante, sin duda también me quedará claro por qué es importante desayunar vegetales, tomar té amargo y no perder tiempo en el baño.

Solo pretendo en palabras inmortalizar las emociones, blindar la memoria, para no olvidar, para que cuando me lea a mi misma vuelva a sentir y a ver hacia adentro la fotografía intacta de China que ahora tengo enfrente.

 

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