Joao Maleck se convirtió en victimario de tres niños, les robó el privilegio de crecer cobijados por el cariño de sus padres. Tal vez ese sea el crimen que lo acompañe en su conciencia, el resto de su vida, aunque llegue a un acuerdo económico con las familias de María Fernanda y Alejandro.
Maleck tendrá que hacer uso de su resiliencia para superar las consecuencias de una noche de diversión, rodeado de amigos. Esa, la emocional, será su lesión más difícil de vencer. El tiempo le dirá si realmente eran sus amigos porque no evitaron que tomara las llaves de su automóvil de lujo, después de haber ingerido alcohol con singular alegría. De hecho, él mismo subió las imágenes a sus redes sociales para dejar testimonio de su estupidez.
En esta tragedia, María Fernanda y Alejandro son las víctimas directas. Pocas horas antes se habían jurado estar juntos “hasta que la muerte” los separara, y así fue. Su historia de amor tuvo un final inesperado, el día en que iban a celebrar con su familia y amigos, su enlace nupcial, la maquillista quedó esperándolos, al igual que sus tres hijos. María Fernanda era madre soltera y Alejandro tenía dos niños.
En realidad, Joao Maleck es también víctima, de sí mismo por dejarse deslumbrar por la falsa fama y riqueza que trae consigo la magia del futbol. Desde niño, el tapatío-camerunés soñaba con ser estrella del balompié internacional, trabajó duro para ello y parecía que lo conseguiría; el Sevilla le abriría las puertas del futbol europeo.
Lo que vivió Maleck no es nuevo, los futbolistas están acostumbrados a vivir rodeados de amigos, de dinero, de mujeres, de fiestas. La diferencia en el triunfo y el fracaso, radica en la toma de decisiones, así lo ha dicho el portero estrella del Real Madrid, el costarricense Keylor Navas, quien vivió lo mismo por un tiempo, pero contrario a lo que hicieron otros compañeros, prefirió disciplinarse y dejar atrás la vida loca. Por su decisión hoy es ejemplo de superación y perseverancia.
Pero hay otros ejemplos como el de César Andrade, exjugador de Atlas, quien luego de una noche de alcohol y fiesta, volcó su auto en el Periférico y avenida Vallarta en Guadalajara; en ese accidente perdió una pierna y terminó con su carrera profesional. César resilientemente sobrevivió y ahora se dedica a contar su experiencia a los jóvenes que caen en la CURVA o el Torito en Guadalajara.
Ahora Joao Maleck está en prisión esperando su sentencia en el juicio por doble homicidio que dejó como saldo, el incidente automovilístico que protagonizó y del que sobrevivió. Su defensa pidió al juez un mes para intentar una negociación con las familias dolientes. Es cuestión de tiempo para que Maleck recobre su libertad, sin embargo, su verdadero potencial se demostrará si logra dejar atrás esta amarga experiencia, convirtiéndola en aprendizaje y acciones positivas. Deberá enfrentar su realidad, el Club Sevilla ya no está interesado en mantenerlo en sus filas.
¿Tendrá Maleck músculos fuertes en su corazón y mente para ver sus sueños desaparecer o seguirá buscándolos? ¿Logrará tener la paz mental necesaria para sobrevivir a sus decisiones? ¿Tendrá la valentía y empatía suficientes para ver a los ojos a esos niños huérfanos, decirles cuánto lo siente y hasta comprometerse a sacarlos adelante académicamente para compensar, si acaso se puede, la tragedia que provocó en sus pequeñas vidas?
Tristemente hay decenas de casos Maleck cada fin de semana, no solo en Guadalajara, en el país y en el mundo; brillantes jóvenes promesas que sosteniendo un trago en la mano, brindando “salud”, “salud”, deciden combinar las llaves y el volante, para terminar abriendo la puerta a la tragedia. Se vuelven víctimas y victimarios.