Luiz Inácio Lula da Silva fue el símbolo de la esperanza política de avanzada en América Latina recién iniciado el siglo XXI. Lula representa el corte entre la vieja y la nueva izquierda latinoamericana, la primera ahogada y sometida por la tiranía de las dictadoras y su propio proyecto a veces utópico y desvinculado del momento que vivían y las segundas las que surgían de la nueva izquierda una apuesta a la democracia y como ha señalado Boaventura de Sousa una necesaria renovación política con nuevos paradigmas de acción transformadora y progresista y sobre la base de las “pluralidades”. Pero como todos los sueños, tuvieron que pasar el filtro del aura del amanecer y sus fantasmas.
Hace unos días, Brasil amaneció con la noticia de que uno de los expresidentes más populares de su historia, hoy en la cárcel, podría pisar las calles antes de lo previsto. La revista digital The Intercept (la versión brasileña y de corte más periodístico de WikiLeaks), reveló información que pondría en duda la imparcialidad en la investigación que llevó a Lula da Silva a la prisión. El exmandatario de Brasil, en el poder de 2003 a 2010, se encuentra preso desde abril de 2018 como resultado de un proceso anticorrupción que sacudió al país sudamericano. La revista que hizo dicha publicación parece ser cercana a Edward Snowden y su actuación resaltaría el papel protagónico que las organizaciones dedicadas a filtrar información clasificada o interceptada han venido tomando en la política internacional durante los últimos años.
Luiz Inácio Lula da Silva, quien llegara al poder con el Partido de los Trabajadores, se encuentra completando una pena de 8 años y 10 meses privado de la libertad por presuntamente haberse hecho de un departamento a cambio de otorgarle a una constructora diversos contratos con Petrobras. El expresidente pisó la cárcel como consecuencia de la operación Lava Jato (Lavado de autos, en portugués), bautizada así por un establecimiento de lavado de carros donde (ya ni la burla perdonan) también se lavaba dinero. La operación destapó una cadena de corrupción que involucraba a todos los niveles de gobierno, la cuestión es que también podría haber servido como una cacería de brujas que dejara libre el terreno para la ultraderecha, encabezada por Jair Bolsonaro, en Brasil.
La revelación en sí misma está llena de problemas éticos. Mientras que gracias a ella podría revelarse que Lula da Silva es en realidad un perseguido político, es cierto que para obtener esta información se hurgó entre las comunicaciones privadas de una persona. Estamos hablando de Sergio Moro, el antes juez anticorrupción que es hoy un ministro del gobierno de Bolsonaro. Moro habría sostenido conversaciones vía Telegram en 2016 con Deltan Dallagnol, el fiscal encargado de la operación Lava Jato. En estos mensajes, Moro muestra su parcialidad en la condena de Lula da Silva y expresa abiertamente su deseo de que éste no vuelva al poder. El entonces juez habría dado a Dallagnol consejos sobre el rumbo que debía tomar el caso, cosa prohibida por la ley brasileña. En resumen, según asegura The Intercept, esta conversación muestra “que los fiscales de Lava Jato hablaban abiertamente sobre su deseo de impedir la victoria electoral del Partido de los Trabajadores”, además de que “el juez Sergio Moro colaboró de forma secreta y antiética con los fiscales de la operación para ayudar a montar la acusación contra Lula”.
Moro se ha defendido señalando lo obvio, que no por obvio es menos importante ni ultrajante. Los mensajes referidos han sido obtenidos de manera ilegal, violando flagrantemente su privacidad. La revista asegura que accedió a ellos a través de un hacker anónimo; es decir, que está consciente de la violación a la intimidad del ex juez y se está desde ahora lavando las manos. La cuestión es que esta transgresión podría darle la libertad a quien habría sido apresado injustamente. Difícil emitir un juicio ético al respecto, lo que está en juego por todos lados es demasiado valioso. Se juega sin duda sin duda el papel que tiene la justicia y la política como una coyuntura ética tal como lo señala Michel Foucault: “La libertad es la condición ontológica de la ética; pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad”.
Para acabar de complejizar el cuadro, recientemente el Relator Especial de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Edison Lanza, aseguró que el periodista Glen Greenwald, quien encabezara el reportaje de los mensajes publicado por The Intercept, ha recibido “amenazas grotescas” contra su esposo e hijos tras dicha revelación. Si estos mensajes resultan ser verdaderos, podríamos estar frente a la punta del iceberg de una persecución política que habría sido tan grande como para llevar a un neofascista a encabezar el gobierno de Brasil. Sobra decir que el periodista estadounidense se encuentra en una situación de suma vulnerabilidad frente a este caso. Estamos hablando de una región y de un país donde es sumamente peligroso ser periodista. A esto debemos sumarle el ser homosexual en tiempos de extremismo (el propio presidente ha emitido declaraciones lamentables contra esta comunidad). Greenwald está casado con el legislador brasileño David Miranda, con quien tiene dos hijos. Por cierto, y lo comento por no dejar pasar la gracia, los medios se esfuerzan en todo momento en gastar palabras reiterando que sus hijos son adoptados, como si no supiéramos de dónde vienen los bebés. Es el siglo veintiuno; supérenlo, colegas.
Ante semejante panorama, el máximo tribunal de Brasil deberá abrir nuevamente la discusión sobre la petición de libertad que hizo Lula da Silva. Por su parte, Moro renunció a involucrarse de cualquier modo con el caso. Su papel en el gobierno de Bolsonaro, sin embargo, sigue intacto, y quizás ahora sabemos por qué. ¿Habrá sido su papel el de hundir a Lula para dejarle el camino libre al Partido Progresista? Quizá estemos ante el regreso del otro Lula, quien podría mostrar la transgresión del poder y la política a través de la justicia rompiendo desde la fuerza que no la razón del voto el equilibrio de los poderes, tan anhelado en nuestras democracias, mostrando lo que se ha llamado la gran “violación sistemática de los derechos sociales”; formas que han sido tristemente la constante y no la excepción, y por ello hay que erradicar de nuestras arenas políticas. El otro Lula podría regresar revitalizado por su capacidad fecunda ante la movilidad social y el crecimiento económico, en un país que cambio su apuesta y aun no ve beneficios. ¿El otro Lula? O la ¿Otredad frente a Lula?
Manchamanteles
Recientemente recibí con la enorme generosidad de su autor, el libro El Laberinto de la cultura Neoliberal de Raúl Delgado Wise, es uno de los grandes expertos de los temas de migración globalización y desarrollo en Latinoamérica, coordinador general de la Cátedra UNESCO sobre Migración, Desarrollo y Derechos Humanos y es miembro del Consejo Asesor del Comité UNESCO-MOST México. Delgado Wize plantea con gran agudeza que: “el proceso de reestructuración capitalista que toma lugar bajo la globalización neoliberal nada tiene que ver con la ideología de “libre mercado”, sino que entraña una creciente monopolización de la producción, las finanzas, los servicios y el comercio globales acompañada de una creciente explotación laboral y degradación ambiental, que configuran una fase expoliadora, parasitaria, rentista y depredadora del capitalismo a escala planetaria”.
Narciso el Obsceno
Silvia como muchos, es tan narcisista que todos los días construye un relato en donde tiene un lugar preponderante en la vida de los otros y la transfigura. La narrativa del narcisista pervierte todo incluso la realidad del rechazo. Triste sentencia la del narcisismo que adviene soledad y alejamiento, palabras de Emmanuel Lévinas es cuando: “El yo, no es un ser que permanece siempre el mismo, sino el ser cuyo existir consiste en identificarse, en recobrar su identidad a través de todo lo que le acontece.” Las cartas de Silvia, sus relatos, sus fotografías, alguna que otra vieja postal y toda su música al piano reposan en mi baúl. ¿Con quién estará hoy Silvia?