La desbordada violencia cotidiana nos ha robado la tranquilidad no solo a los adultos, sino también a los adolescentes y jóvenes.
Es común que en la sobremesa o en las reuniones familiares o de amigos, el tema sea recurrente. Si no somos parte de la estadística de víctimas, todos tenemos un amigo, un familiar, un conocido o un vecino que han sufrido robo, extorsión, secuestro, asalto, agresión, por decir lo menos.
En un ejercicio muy interesante con alumnos de tercero de secundaria, un maestro puso a debate el contexto de violencia que perciben los jóvenes de entre 14 y 16 años.
Desasosiego y tristeza inundaron el salón.
Y tienen razón, porque en lugar de preocuparse por ser felices, estudiar y convivir con sus compañeros, viven con miedo y zozobra.
Quizá pasen horas en sus celulares o computadoras y sea en sus redes sociales donde se enteren de la violencia que nos aqueja, pero en el ejercicio que sostuvieron demostraron que no están ajenos a lo que pasa en su entorno más cercano.
Narraron el secuestro y asesinato de Norberto Ronquillo; el asalto a una prima en un cajero automático; el robo que una persona de “confianza” cometió en la casa de una tía; el video de una señora que golpea y jalonea a una menor de edad; el secuestro exprés de unos compañeros en una plaza comercial; el acoso sexual de un excompañero a una compañera; el embarazo de una joven de 14 años; violencia en el noviazgo; la joven que viajó en Uber y fue asesinada; el músico que se suicidó por acusaciones de acoso sexual; el asalto en un parque a una compañera que sacó a caminar a su perro; robos a casas de las colonias donde viven; una bebé que robaron en el registro civil de Naucalpan, entre otras historias que contaron.
Una niña comentó que el mundo era una desgracia y que no era bueno tener hijos porque solo vendrían a sufrir.
Unos la apoyaron, otros no. Varios coincidieron que sí sufren por toda la violencia que ocurre, pero necesitan vivir sin miedo. Salir a una plaza sin pánico, ir a una fiesta sin temor.
Y tienen razón, las noticias de violencia que se viralizan en redes sociales son terribles y no las podemos evitar, es lo que ocurre en la sociedad. Y muchos alumnos se han puesto en los zapatos de las víctimas.
Todos los días aparecen alertas de personas desaparecidas, que se comparten por decenas en las redes sociales. Desde recién nacidos que roban, hasta jovencitas que salieron de su casa y no han vuelto o de familiares que siguen esperando a sus seres queridos.
La inercia de las tragedias que vivimos a diario no se las podemos esconder a los jóvenes, pero tampoco podemos dejar que ese temor que les provoca siga ganando terreno.
Las autoridades tienen mucho que hacer para regresarnos a la sociedad la tranquilidad de vivir en paz y sin pavor.
Las cámaras que hay en la Ciudad, lejos de buscar a quien cometió una infracción, deberían servir para prevenir asaltos o bien detener a los agresores.
Cuando una cámara falla ante un secuestro, robo o asesinato, nos hace pensar en dos cosas, omisión de las autoridades o colusión. Y eso sería terrible ante la crisis de seguridad que vivimos.