Y en serio me dueles; Norberto Ronquillo era un estudiante del último semestre de la carrera de Mercadotecnia Internacional de la Universidad del Pedregal, estaba próximo a graduarse. Norberto tenía muchos amigos, muchos planes, tenía una novia, unos padres y un hermano.
Alguien, otro Mexicano, un Mexicano cobarde, que no vio en él a un hombre, ni a un hijo, ni a un ciudadano; alguien que solo vio la manera de obtener dinero, sin importarle si la familia tenía con qué pagar una recompensa millonaria, sin pensar en el dolor que causaba; alguien que comercializa con vidas; alguien que no tiene honor ni moral privó a Norberto de su libertad y posteriormente se comunicó con su familia para pedir por él cinco millones de pesos. A ese otro Mexicano no le movió el corazón ver la juventud de Norberto, ni las lágrimas desesperadas de su madre pidiendo junto con otras personas a los secuestradores que le perdonaran la vida a su hijo, una madre como cualquier otra, una madre que pudiera ser yo, o alguna con la que me crucé tal vez en una papelería, recogiendo a su hijo en una fiesta, tal vez cuando eran más niños coincidíamos en algún centro comercial comprándoles zapatos, o en algún lugar de entretenimiento; esa madre pedía piedad, no entendía por qué les había pasado a ellos, que estaba preparada para asistir orgullosa a la graduación de su hijo, no a su funeral; una familia que no entiende por qué en cuestión de minutos su vida se había vuelto el peor de los infiernos, el que nadie quiere vivir jamás, el de no saber en dónde está tu hijo, el de creer que si consigues la cantidad de dinero le perdonaran la vida, ¿perdonársela?, como si alguien que estaba apunto de graduarse le debiera algo a alguien.
Aún así no se escatimaron los esfuerzos, marcharon, juntaron la mayor cantidad de dinero posible, entre amigos, familiares, ofreciendo todas sus pertenencias, el trabajo de años.
Y un Mexicano, otro mexicano igual que Norberto pero cobarde, decidió que no era suficiente, que Norberto debía morir y acabar así con una historia, con un destino, con la vida de él y de toda su familia y seres queridos, porque ese mexicano tal vez no lo sepa, pero destruyó muchas más vidas, dejó quebrada en mil pedazos a una familia, privó al mundo de un profesionista, a la sociedad de un buen ciudadano.
Me dueles México porque has dado gente tan vil, gente que prefiere secuestrar, extorsionar, robar. Gente sin honor y sin moral que cada semana juega con la vida de otros mexicanos, mujeres que vuelven a su casa después del trabajo, padres que cuidan sus empresas para proveer a sus familias, mexicanos que se esfuerzan, que quieren hacer las cosas bien, que quieren superarse y demostrar que somos un país de gente buena y trabajadora.
Me dueles México, me duelen tus Mexicanos, me duele el odio, la impunidad, me duelen los Norbertos que fueron asesinados a los 22 años, me duelen sus madres que tienen ahora una caja con sus cenizas como explicación, me duele cada Mexicano y cada Mexicana que es víctima de la crueldad, de la injusticia de vivir en un país y en un mundo en donde el dolor de una madre es la vía para obtener dinero y la sangre de un joven la respuesta artera a una sociedad que se debate en decidir si vale la pena querer ser mejores mexicanos.