En la crisis que actualmente viven los partidos políticos no se salva ninguno.
Los que ahora son gobierno siguen instalados en la oposición y los que son oposición no quieren, ni les interesa serlo, siguen añorando el poder.
Desdeñaron por mucho tiempo lo que significa el equilibrio, o la palabra de moda, el contrapeso. Y ahora, que ellos están en esa posición, no se han comportado como tal. Siguen dispersos, tambaleantes, sin saber qué hacer frente a la aplanadora que tienen encima, en el Congreso.
Quizá las grillas internas los tienen distraídos. En Morena, a pesar de ser, el partido que más legisladores federales tiene, las diferencias entre sus militantes, son visibles y de pronóstico reservado.
En el PAN, han sido opositores (con un paréntesis de 12 años en el poder), pero ahora, teniendo la segunda posición en el Congreso, no parece que haya alguien en el timón.
La tercera fracción, el PRI, es la que tiene el escenario más complicado. Tanto, que cuesta trabajo ver cómo podrá recuperarse, luego de la masacre del 5 de julio del año pasado.
Nadie podría negar que en todos los partidos políticos, hay gente valiosa, quizá los menos, que verdaderamente trabaja para el beneficio de los mexicanos.
Pero, a estas alturas, ser legislador, dejó de ser un privilegio, ahora es uno de los cargos más señalados y poco confiables.
La ciudadanía ya no es incrédula, está harta de tantas mentiras, de saber cómo han saqueado al país.
Y como no. La corrupción alcanzó niveles grotescos durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Gobernadores, funcionarios públicos y miembros del gabinete se dedicaron a saquear las arcas nacionales y hasta hoy, no hay ningún proceso judicial.
Pero si hubo un voto de castigo. Voto que a unos los tiene en la lona y que otros no han entendido que también les puede pasar.
Porque, incluso a pesar del cambio, diputados y senadores están muy desprestigiados. Unos son levantamanos y legislan para el beneficio de sus partidos o el propio. Otros intentan dar la lucha, pero su débil número de legisladores los tiene fuera de la batalla
Lo mismo ocurre con los servidores públicos, pero, insisto, en la mayoría de los casos, hay honrosas excepciones.
Regreso al PRI, que fue el partido que provocó el hartazgo de una gran parte de la sociedad, por el descaro de algunos de sus miembros. El PRI no la tiene fácil y muchos ya lo ven desaparecido.
El pasado lunes en su Consejo Político Nacional, los priistas aprobaron por unanimidad que sea el propio partido quien organice su proceso interno, para elegir a la nueva dirigencia a través de la consulta directa a la base.
Declinaron que el INE ejecutara el proceso interno, porque dijeron, es tan caro (230 millones de pesos) que pondría en riesgo la viabilidad financiera del partido. Quién lo diría, si dinero era lo que les sobraba.
Con esa decisión nadie en el PRI puede estar tranquilo. Lo dijeron el lunes sus propios militantes, el padrón (algo más de seis millones), no solo no es confiable, el padrón es una simulación.
Pero, quien dio la puntilla a las dudas, fue el exgobernador de Colima, Fernando Moreno Peña, quien señaló que él tenía más miedo a los candidatos que a la militancia.
Así de claro el panorama en el PRI, el partido tendrá que anunciar, cómo realizará el proceso y convencer a los dos principales aspirantes, perdón, a los seis militantes que levantaron la mano.
Porque la verdad hay muchas dudas.
Cuesta trabajo creer que sea el costo lo que los obligó a que sean ellos los que realicen su elección abierta.
Pero cuesta más trabajo creer que no habrá un cochinero en el proceso que ellos mismos realicen.
Lo que es muy claro, es que, o salen vivos de esa elección, o será el preludio de una muerte anunciada.