“No puedo ser feliz, no te puedo olvidar…”
(Interpretada por Bola de Nieve)
¿Sera la felicidad, un estado ideal o un deseo inalcanzable? O como nos los advirtiera Séneca para alcanzar la felicidad hay que evitar todo tipo de pasiones y los caudales que la diosa fortuna es capaz de proporcionar o despojar.
Antes de partir, hace dos años, el filósofo Zygmunt Bauman reiteró en su última gran entrevista, concedida a la emisora televisiva Al-Jazeera, que en la “modernidad líquida” que significa el ahora no queda ninguna estructura sólida a la cual aferrarnos. Habiendo sacrificado la seguridad en favor de la libertad, nuestras sociedades hoy se enfrentan con la ansiedad que significa que todo acuerdo sea temporal y pasajero. Al coctel de incertidumbre hay que añadir la trastocada noción de felicidad que impone el sistema de consumo, forzándonos a pasar de un objeto al otro, de un smartphone al siguiente, de un cuerpo al próximo, como si nuestra propia vida dependiera de ese flujo. Aunque lejana sigue vigente el texto freudiano El Malestar en la Cultura y su dialéctica de la sublimación: “Bajo las posibilidades de sufrimiento, el hombre suele rebajar sus pretensiones de felicidad. (… ) La finalidad de evitar el sufrimiento relega a segundo plano la de lograr placer”.
La última cara que Bauman vio del mundo no fue nada alentadora; Estados Unidos estaba eligiendo a Trump como presidente y el Reino Unido decidía retirarse de la Unión Europea. El sociólogo lanzaba una alerta desde entonces: las democracias estaban tomando decisiones orientadas por el miedo producido por la carencia de seguridad. Estas elecciones, sin embargo, no provenían de la reflexión en torno a un conflicto, sino que eran guiadas por la promesa de quien se autoproclamara el portador definitivo de la solución a todos los problemas (tal como lo hizo Trump, tal como lo hizo la coalición derechista que ganó la mayoría en el parlamento de Andalucía). Este estadio, como vemos, es el caldo de cultivo perfecto para un rebrote de fascismo.
Para el autor de La sociedad sitiada, se trataba más de un péndulo que de una balanza. La humanidad está siempre en búsqueda de dos ideales básicos: la libertad y la seguridad. El filósofo, más que pensar que estábamos cerca de alcanzar un equilibrio entre ambas, sospechaba que habíamos quitado demasiado de una para alimentar la otra. Cuarenta años atrás, dijo Bauman a El País, “creímos que había triunfado la libertad y estábamos en una orgía consumista. Todo parecía posible mediante el crédito”. El sueño llegó pronto a su fin porque ese sistema no era realmente sostenible. Esa libertad, por otro lado, parecía ser una suerte de falacia o error de interpretación.
“La seguridad sin libertad es esclavitud. La libertad sin seguridad es el caos completo, donde estás perdido, abandonado, no sabes que hacer”, aseguraba el filósofo a Al-Jazeera. Ese estadio es el que impera hoy mismo y salir de él parece ser poco viable. Para Bauman, somos actualmente mucho más libres de lo que nuestros abuelos y bisabuelos fueron, pero “pagamos el precio. Tuvimos que intercambiarlo por seguridad”. ¿Cuáles son nuestras expectativas frente a este panorama? Ya no hablemos ni siquiera de nuestras expectativas como comunidad, como aglomeraciones, sino como individuos. ¿Cómo enfrentar el arte, el consumo, la creación, el trabajo, el amor, la democracia, la propia vida, en tiempos en que el miedo líquido no hace más que llevarnos de un hoyo negro de confusión al otro, errantes, forzándonos a tomar elecciones cada vez más desatinadas, guiadas por la ansiedad y hasta por el pánico?
Acaso una primera muralla contra el miedo sea la reconceptualización del concepto de la felicidad. Una reivindicación hecha a costa del consumo, en contra incluso de los magnates de las redes sociales que nos ofrecen construir mundos virtuales “más seguros” para evadir la realidad. Zygmunt Bauman también fue consciente de lo trastocada que estaba la idea de la felicidad gracias a la voracidad del sistema económico, que ha forzado a la cultura a ser presa de sus intereses. El autor de Amor líquido afirmaba que “hemos sido moldeados por el marketing, por la publicidad, para pensar en la felicidad como una secuencia ilimitada de placeres más y más grandes”. La felicidad, dijo el filósofo, no se encuentra sin embargo en cambiar un smartphone por su versión más nueva, ni un placer por la promesa de su multiplicación; “la felicidad está en superar la infelicidad”, aseguró.
Para Bauman, la peor pesadilla era una “larga sucesión de días soleados” y frente a ello lanzó una advertencia para las generaciones más jóvenes: “No piensen en su vida como una colección de regalos, tomados de un contenedor ilimitado de objetos de placer. Piensen en su vida como un gran, gran problema. Resuelves un problema, brota otro y los efectos colaterales son normalmente desagradables”. Consecuencia de ello, el autor de Vida líquida se consideraba “un pesimista a corto plazo y un optimista a largo plazo”.
Tal vez el miedo líquido no pueda solucionarse (no, al menos, por ahora); podemos, sin embargo, evitar que ningún espejismo nos manipule a través de él. Para ello hace falta repensar nuestras acciones frente a un sistema de consumo que no sólo nos pide adquirir y desechar objetos, sino también adquirir y desechar emociones, afectos y relaciones. Puede que el miedo líquido no se vaya, pero que aprendamos a ser felices superando uno y otro obstáculo que éste nos ponga en el camino…
Manchamanteles
Bien y de buenas para la diplomacia mexicana, esta semana fueron propuestos al Senado 21 nombramientos de embajadores y cónsules. Me detengo en dos figuras que marcan una importante línea a seguir en la representación de nuestro país, Patricia Galeana a Colombia probada funcionaria. Historiadora especializada en muchas áreas entre las que destaca la historia comparada de América, discípula de Don Leopoldo Zea y de su ideal de resignificar a América Latina como lo mostró en su importante actuación al frente de la Comisión de Historia del IPGH /OEA Y Raquel Serur, a Ecuador con una lúcida trayectoria académica en el campo de las letras y el encuentro del conocimiento humanístico así como en el debate feminista, Raquel tiene sin duda un largo encuentro con el Ecuador que se anida en quien fuera su compañero de vida el gran filosofo Bolívar Echeverria que nació en aquella latitud. Dos ejemplos que muestran el talento de la cultura y el valor de dos mujeres sensibles.
Narciso el obsceno
Álex Rovira es un empresario, escritor, economista, catalán que ha vendido cerca de ocho millones de sus diferentes libros, manteniendo el primer lugar en España, tanto en lengua catalana, española e incluso en otros idiomas y ha declarado recientemente con precisión que: “Las apps para ligar son narcisismo y psicopatía” La respuesta queda abierta.