“Así te quería encontrar, Lili, eres una cínica, desvergonzada. ¿Ahora también te acuestas con él?”. Fueron los gritos de un joven no mayor de 20 años que se escucharon en un café dentro de una plaza comercial donde me encontraba hace un par de días.
El joven había seguido a su novia (a quien llamaremos “Lili”), una muchacha de la misma edad, quien había estado conversando con un conocido de ambos a un lado de la mesa donde yo estaba, de forma totalmente amistosa.
Todos en el café nos sobresaltamos. El conocido de ambos trató de defender a “Lili” de los jaloneos que hacía el novio para llevársela. Nadie sabía qué hacer.
Tras la intervención de una guardia de seguridad, la situación comenzó a bajar de intensidad. El amigo se retiró y luego llegó una señora que ofreció a la joven llevarla a su casa, ayuda que fue rechazada. Por el contrario, ella accedió a tomarse un café con el novio agresor, justo en la misma mesa donde había estado anteriormente.
Por la cercanía pude escuchar el diálogo. Eran una serie de disculpas, intercaladas con manotazos, pellizcos de él por debajo de la mesa, palabras de amor y también agresivas. Otras personas en el café se veían molestas. ¿Cómo era posible que ella aceptara el diálogo con el agresor y seguir con él?
Si a usted le causa sorpresa lo anterior, es porque hay mucho desconocimiento de la violencia en el noviazgo y sus ciclos.
En su libro El síndrome de la mujer maltratada, Lenore E. A. Walker explica cómo se produce y mantiene la violencia en la pareja. De acuerdo con el portal de la Secretaría de Gobernación, donde se retoma el trabajo de Walker, la violencia pasa por cuatro etapas: fase de acumulación de tensión, fase de explosión violenta, fase de luna de miel o reconciliación y fase de escalada de violencia.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tres de cada 10 adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo. En el caso mexicano, 9 de cada 10 mexicanas, de entre 12 y 19 años, han sido agredidas durante esta etapa.
En un artículo publicado en la Revista Iberoamericana de Educación Superior, Natalia Flores Garrido y Magali Barreto Ávila presentan los resultados de una investigación realizada entre 2014 y 2016, donde exponen cómo 70 por ciento de estudiantes universitarias ha vivido al menos un episodio de violencia de género en sus noviazgos y la agresión emocional afecta a más de la mitad de las alumnas. Podemos destacar el triste caso de Lesvy, universitaria asesinada por su propio novio dentro del mismo campus.
Las agresiones en el noviazgo son aun menos denunciadas que las del matrimonio o concubinato, pues hay desconocimiento de qué hacer y las víctimas, por su edad, están en un grado mayor de indefensión.
De acuerdo con diferentes estudios, si un adolescente sólo vive relaciones violentas, las establecerá como estándar y pueden llegar a ser las únicas que tendrá en toda su vida. Es por eso que no podemos permitir que se normalice la violencia. Hoy es un jaloneo, mañana podría ser la muerte.
Espero que pronto Lili encuentre el apoyo y valor para dejar a su novio agresor. Que alguien detecte las marcas en sus brazos y piernas y logre concientizarla que el amor no duele, tampoco agrede y mucho menos mata.