Por José Luis de la Cruz Gallegos
¿Cómo aspirar a la construcción de un mejor país si el actual sistema educativo corroe su futuro?
La mala educación fortalece el circulo vicioso intrínseco a la condición de pobreza y precariedad en la que viven millones de mexicanos: compromete su capacidad de alcanzar un nivel de vida digno debido a que inhibe la adquisición de habilidades y conocimiento que aumenten la posibilidad de encontrar un mejor empleo o de emprender exitosamente una actividad empresarial propia.
La combinación de pobreza y mala educación crea una sociedad pasiva y acrítica: primero debe preocuparse por cubrir sus necesidades básicas antes de pensar en cómo alcanzar mayores niveles de desarrollo.
El bajo ingreso económico determina la pobreza y la incapacidad para adquirir los bienes y servicios que toda persona requiere en su vida diaria. La pobreza se traduce en hambre, en restricciones para vestir, transportarse y contar con una vivienda digna.
La pobreza es el reflejo de un mercado laboral informal, precario por su naturaleza, que paga malos salarios y no otorga el acceso a las prestaciones de seguridad social que por ley deberían alcanzar todos los mexicanos que cuentan con un empleo.
En principio, la educación debería representar el mecanismo fundamental para superar la marginación asociada a la pobreza, lamentablemente en México la mala educación ha distorsionado dicha función. Las cifras son contundentes.
Durante las últimas décadas México ha ocupado el último lugar en la mayoría de las pruebas PISA que la OCDE ha aplicado a sus integrantes. Como se recuerda, PISA evalúa tres grandes dominios disciplinarios de manera permanente: Lectura, Matemáticas y Ciencias. En todos ellos el sistema educativo mexicano ha fallado para obtener resultados que lo saquen de los últimos lugares.
Un hecho similar se desprende de las pruebas nacionales: de acuerdo con los resultados de la Prueba Planea en Educación Básica 2018 el 49 por ciento de los estudiantes de sexto de primaria evaluados en Lenguaje y Comunicación mostraron un dominio insuficiente y otro 33 por ciento apenas uno básico. En suma 82 por ciento de los niños que egresarán al nivel secundaria muestran severas deficiencias en la materia.
En lo correspondiente a matemáticas los resultados fueron aún menos favorables: el 59 por ciento de los evaluados exhibieron un dominio insuficiente de la materia. En otras palabras, únicamente tienen capacidad para resolver las operaciones elementales. Por su parte, 18 por ciento solamente alcanzó un dominio básico.
Lo anterior implica que el 77 por ciento de los niños evaluados no egresa de la primaria con las aptitudes analíticas en matemáticas para aspirar a superar los retos que implican estudios más avanzados en áreas de ingeniería o ciencias. Difícilmente podrán superar el reto que implica la Economía del Conocimiento o la 4ª Revolución Industrial. ¿Cómo se integrarán a una sociedad cada vez más competitiva en innovación y dominio de la tecnología?
La consecuencia de lo descrito se refleja en la baja capacidad del país para generar mayor valor agregado e incrementar su productividad. Todo redunda en una economía incapaz de generar mayor bienestar social. De igual forma, la mala educación provoca una convivencia social inapropiada.
Por ello, uno de los objetivos que se debe plantear la administración del presidente López Obrador es el de elevar la calidad educativa, difícilmente se podrá avanzar con la velocidad y profundidad que desea si México no cuenta con un mejor sistema educativo.
José Luis de la Cruz Gallegos. Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico. @jldg71