Por MARISOL ZÚÑIGA SALAZAR
Más de 100 años de lucha, de alzar la voz, y salir a las calles a reclamar nuestros derechos de igualdad social. El Día Internacional de la Mujer es una fecha que duele, conmueve, y al mismo tiempo mueve. Nos reconocemos en las vidas de mujeres a las que les debemos poder decidir a qué dedicarnos, más allá de la maternidad y el matrimonio; el derecho a votar; el derecho a recibir un salario igualitario en comparación con el de los hombres; el derecho a ser reconocidas como seres libres y como entes políticos.
Han sido cien años en los que las ideologías misóginas y las prácticas machistas tampoco han bajado la guardia, pareciera que también luchan por seguir condicionando nuestra existencia.
Pero cada día que pasa desde que murieron brutalmente reprendidas aquellas 120 mujeres trabajadoras de las fábricas textiles, por salir a las calles a exigir salarios y condiciones laborales más dignas: hay cientos de mujeres que se han unido a la lucha, y con suerte algunos hombres que se han aliado.
Porque todas somos las 123 que murieron en el incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist. Somos Alexandra Kollontai logrando ocupar por primera vez un puesto de gobierno en su país. Somos Clara Campoamor luchando por la igualdad jurídica, el derecho al voto y a la no discriminación. Somos Sojourner Truth luchando por la abolición de la esclavitud y los derechos de las mujeres de color. Somos Hermilda Galindo exigiendo igualdad política en lo educativo y laboral. Y también somos Marta Sánchez Néstor, Felícitas Martínez Solano y Marcelina Bautista, trabajando por mejorar las condiciones sociales de las mujeres indígenas en sus comunidades.
Pero lamentablemente también somos las más de 30 millones de mujeres que hemos enfrentado violencia machista por lo menos una vez en nuestra vida.
Somos todas, quienes día a día salimos a nuestros espacios cotidianos con una nueva propuesta de habitar el mundo desde una perspectiva de igualdad, defendiendo nuestro derecho a una vida libre de violencia, poniendo resistencia ante toda expresión de violencia en nuestra contra. Alzando la voz ante la indiferencia del Estado. Moviéndonos, organizándonos, haciéndonos presentes.
Sabemos que no es suficiente, y en nombre de todas no nos detenemos, seguimos exigiendo los derechos y libertades que nos pertenecen. Por ello, este día no quiero sólo premios de consolación, quiero que seamos libres, libres de miedo y de injusticia, libres de desigualdad, libres al decidir sobre nuestros cuerpos. No quiero sólo flores de colores, porque la única forma de celebrarnos verdaderamente, es mostrar tu solidaridad permanente a esta lucha cotidiana.