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El amor desde la filosofía

 

Por Berenice Vásquez

Es bien cierto que cada uno tenemos nuestra propia su versión respecto del amor, dada la complejidad que involucra. La ciencia, la religión y la filosofía, también han tratado de explicar este concepto desde su conocimiento, encontrando algunas coincidencias, pero no una definición universal.

Debido a sus distintas aristas, el amor no se puede definir con una sola premisa, pues de ésta dependen diversas variantes, tales como el tiempo, las razas y la cultura.

De este sentimiento se ha filosofado desde los antiguos griegos, siendo Empedócles el primer pensador que utilizó la idea. Él consideraba al amor y la lucha como principios opuestos de unión y separación de los elementos del universo.

Sin embargo, fue con Platón que el amor tuvo un significado tan central y complejo que lo llevó a describir, clasificar y referirse a él en todas sus obras. En El Sofista lo considera un modo de caza y en Fedro una locura, un poderoso dios. Mientras que en Leyes, Platón dice que puede haber tres clases de amor: el del cuerpo, el del alma y la mezcla de ambos; y que en general el amor puede ser legítimo o bueno e ilegítimo o malo.

El amor malo no es el del cuerpo, sino el que se siente cuando no importa el alma ni la luz que producen las ideas en el cuerpo. Por su parte, el cuerpo debe amar con el alma. El amante puede ver en el cuerpo el reflejo del alma de su amado, valores que no pueden ver los que no aman.

El amor para Platón siempre es amor a algo y es un fluctuar entre el tener y el no tener.

El amor a las cosas o a las personas singulares es un reflejo del amor a la belleza absoluta, o sea a la idea en sí de lo bello (Banquete). Postura que también retomaría Freud en sus estudios sobre psicoanálisis.

Por su parte, Plotino nos dice en Enéadas que el amor es del alma a la inteligencia y hace que la realidad perciba su fuente.

Para el Cristianismo el amor adquiere singular importancia. San Clemente, por ejemplo, de la Escuela de Alejandría, al igual que otros pensadores de esa época, parece haber reducido lo divino, todo ser y la perfección al amor.

San Agustín considera como un amor personal (divino y humano) a la caridad, que siempre es buena, en cambio el amor puede ser bueno o malo, salvo el amor a Dios que siempre es un bien.

En cambio Sigmund Freud considera que el amor es el instinto de vida (Eros), las pulsiones de conservación y sexuales que se oponen al instinto de muerte (Tánatos), pulsiones de destrucción, la tendencia a regresar al estado inorgánico e inanimado.

Freud descubrió en el mito de Narciso, que fue condenado a enamorarse de su propia imagen reflejada en las aguas de un estanque, por haber rechazado el amor de Eco; la formulación clásica del amor y el culto a sí mismo, el placer de la propia interioridad que hace que una persona se encierre en el egocentrismo y en la indiferencia hacia los demás y de lo cual es necesario salir para poder tener una vida plena.

Y para Sartre, el amor es una manera de ser de la conciencia, una función irrealizante, irracional, que forma parte de lo mágico. “El otro, con su mirada, nos define, nos cosifica, nos quita la libertad; y el entendimiento humano es imposible”.

 

Fuente: Diccionario de filosofía. José Ferrater Mora

 

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