Dylan Thomas quizá el poeta británico más complejo del siglo XX, expone en el nombre que encabeza este texto y que es título del más célebre de sus poemas la fragilidad de lo cotidiano, incluso frente al único verdadero fin: la muerte. Las palabras van perdiendo fuerza cuando no se ven reflejadas en la realidad. Sí las palabras se gastan con el uso y su abuso. Se desgastan cual quimeras. Frente a este deterioro en donde como bien nos los explica Marshall Berman cuando nos dice que: “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Ahora tenemos otra arista que enriquece la asertividad del vacío cotidiano, el mundo virtual de las redes sociales, que encubren de manera a veces siniestra la soledad.
Tanto creo en lo anterior que lo desafiaría al que está leyendo esto desde un smartphone, desde su Facebook o desde su cuenta de Twitter. O que le enviaron esta columna por WhatsApp. ¿Es real o es virtual el recorrido? Desde hace años Internet, los smartphones y las redes sociales son parte inamovible de nuestras vidas cotidianas, incluso a veces son la misma cotidianidad que nos soporta o aplasta. Lo vaticinaba, quizá de forma apocalíptica, Isaac Asimov en 1964 cuando explicaba, en un artículo para el New York Times, la evolución y las posibilidades que tendría en el futuro la comunicación en tiempo real. Podrás ver y escuchar a la otra persona desde un dispositivo móvil. Esto suena a Skype, por ejemplo. Podrás leer y revisar fotografías desde un aparato. Esto me tintinea a cualquier aplicación genérica adaptable a cualquier teléfono; Instagram, WhatsApp, Google Play Books, y un largo etcétera que no acaba nunca. La era digital está aquí. O quizá ya estaba, sólo que, contenida en las cabezas de personas brillantes, como Asimov, Orwell o Philip K. Dick.
Cuando creamos un perfil en redes sociales nos derramamos. Somos exagerados, mentirosos, o muy sinceros. Sentimos, por un momento, que podemos ser alguien más. El universo digital es una posibilidad para empezar de nuevo. Para cambiarse el nombre o el lugar de trabajo o incluso para cambiar de nacionalidad. Las redes sociales otorgan a los usuarios, muchas veces, el anonimato o la máscara. Supongo que hay gente que crea su página de Facebook para reencontrarse con amigas o amigos de la infancia. Pero ¿qué pasa si alguien genera un perfil de Twitter para agredir, acosar o violentar? Las redes sociales todavía no poseen un aparato, quizá sí, pero muy pobre, de regulación, ¿alguna vez has sentido frustración, tristeza o impotencia navegando en alguna de estas plataformas?
En las redes sociales la gente se expone. Se configuran, de este modo, patologías del mundo virtual, como pueden ser la obsesión del reconocimiento externo, donde el otro se usa como soporte de la propia autoestima o simplemente el uso infantil de exhibirse públicamente. Los posts de amor o desamor son los que suelen inundar el feed de nuestra cuenta personal de Facebook. Ciertas frases se han vuelto más que frecuentes en el decir de algunos analizantes. Hablan de su feliz o difícil relación con el otro, que, en ocasiones no ven o no conocen de manera directa, lo cual pareciera no importa en el mundo digital. Pero de alguna manera el carácter; muchas veces celópata o tierno o violento o dulce de estos usuarios se vierte en las redes sociales y está al alcance de todo el mundo, para apoyar o incendiar. Además de crear personajes y exponer o desarrollar patologías, las redes sociales han mermado nuestra forma de relacionarnos con las personas en la vida real y, por otro lado, han determinado nuestra interacción con esas personas en el mundo virtual.
Es notable el porcentaje de personas que deciden conocer a parejas sexo-afectivas a través de aplicaciones como Tinder. Gente, con más frecuencia, descarga estas plataformas para llegar a conocer personas, para ligar, o simplemente para tener experiencias íntimas con desconocidos. Parece que es más fácil charlar desde un chat, que en persona, en un bar o una plaza pública. Y esto, claro, ha tenido un éxito brutal, además, vivimos, al menos en el México de hoy en un entorno hostil y violento. Quizá las generaciones han cambiado y se interesan menos por establecer relaciones afectivas a largo plazo que por el disfrute sexual.
Las interacciones en redes sociales integran la dicotomía que supone un adentro y un afuera: un objeto externo en el que se deposita la seguridad interna. Con todo, apuesto a que no cerraría su cuenta de Facebook o Instagram o su canal de YouTube porque, también son espacios de trabajo, de encuentro y de denuncia quizá haga eco a aquella apelación de Jacques Lacan: “la realidad es el soporte para el fantasma del neurótico” ¿Y nos queda pendiente la virtualidad como existencia? El mundo se volvió más complejo gracias a la tecnología y tenemos que aprender a aprovechar todo lo que se presenta. Lo virtual es otra escafandra para no ver la soledad a veces tan generosa.
MANCHAMANTELES
La brillante antropóloga argentina Rita Segato, piensa que: “Para obtener objetos de consumo sacrificamos vínculos. Invierto vínculos en el proyecto de las cosas, pero también invierto cosas en el proyecto de los vínculos. Hay una contradicción irreductible donde poner la inversión”.
NARCISO EL OBSCENO
Era tan Narciso que cuando organizaba la vida, incluía el proyecto de su amada sin consultarla pues pensaba que era capaz de saber qué la hacía feliz, más aún en que instante así pasa la vida. Su amada aún no se da por enterada de lo dichosa que ha sido.