Nada me cautiva más en las mujeres del escenario político que la capacidad de portar, al mismo tiempo, sencillez, experiencia y entusiasmo.
Se trata de un triple desafío en un terreno donde el código del poder es marcado y ejercido por los varones y, por lo tanto, por atributos masculinos que se vinculan al dominio, el mando e incluso la arrogancia.
Así que en el terreno de la vida pública, la sencillez en una persona con experiencia y reconocimiento en su ámbito, suele ser un distintivo escaso.
Y esa fue la impresión que me dejó Martha Bárcena Coqui, nuestra embajadora en Estados Unidos, una diplomática con 40 años de carrera que, sin perder las finas formas de su tarea, transmite cercanía, confianza y calidez.
Por eso su ratificación en el Senado, el día 21 de diciembre, constituyó una gran noticia para la política exterior, la consolidación de la paridad de género y el futuro de las relaciones con el vecino país durante el sexenio del presidente López Obrador.
“El futuro de los Estados Unidos no se puede explicar sin la fuerza y el impacto de la cultura mexicana, de la contribución a la economía, la industria de la construcción, la industria de los servicios, de la hotelería, no puede existir en los Estados Unidos sin el concurso de los mexicanos”, expuso la embajadora en su comparecencia ante el Senado.
En su encuentro con los legisladores, la exrepresentante de México en Turquía, Dinamarca y Barcelona transmitía el optimismo de quien cuenta con el conocimiento profundo de un saber y de un tema.
Y es que, como lo confirmamos cotidianamente, en la materialización del ofrecido cambio de régimen, no basta con la voluntad. Necesitamos de los expertos, de los especialistas. Pero también del ímpetu para innovar en el diseño de nuevas respuestas a los problemas de siempre.
De ahí que el programa de la embajadora Bárcena Coqui represente hoy la posibilidad de enfrentar a la Casa Blanca, en tiempos de Donald Trump, con estrategia. Pero también con los guantes blancos de una mujer experimentada y dispuesta a emprender una nueva apuesta bilateral.
Con 61 años de edad, la diplomática que este viernes 11 de enero entregará al presidente de Estados Unidos sus cartas credenciales, sabe de la importancia de los congresos de aquí y de allá, es decir, de que su representación y cabildeo político no puede circunscribirse al gobernante.
Y así se los hizo saber a los senadores, a quienes pidió su apoyo para “combatir la propaganda racista y antimexicana que hoy difunden los sectores más conservadores de los Estados Unidos”.
Les habló de fortalecer los lazos con los congresistas estadounidenses dado su papel rector en el comercio, la migración y la política exterior.
Prometió emprender un proceso de concientización a fondo del peso que México tiene para la Unión Americana, donde es el primer o segundo socio comercial en 30 de sus 50 estados.
Pero la embajadora también fue realista al admitir que la ratificación y puesta en marcha del Tratado México-Estados Unidos-Canadá no será fácil.
Y definió lo que será, en el sexenio de la llamada Cuarta Transformación, la gran diferencia que el gobierno de López Obrador buscará en las relaciones con EU: poner el énfasis en el desarrollo.
“El concepto de desarrollo, como un concepto sombrilla que está por encima o que está vinculado con los conceptos o con las realidades de migración, de seguridad y de violencia, sin desarrollo humano y sustentable, no podemos pensar que se va a combatir las causas profundas de la migración”, detalló en relación al proyecto que se pretende desplegar en México y Centroamérica con apoyo de EU y Canadá.
Los hechos y los resultados dirán si ese será el sello del sexenio.
Por lo pronto, México tiene su primera embajadora mujer en Estados Unidos y se trata de una diplomática sin poses ni estridencias, de una auténtica conocedora de lo que puede lograrse desde una embajada.
Y nos ha dado su palabra de que no descansará en la insistencia, nunca suficiente, de decirles a los estadounidenses que la migración no puede ni debe ser criminalizada.
Realista en la advertencia de que si las cosas no mejoran internamente, no hay campaña de comunicación en favor de la imagen de México que valga, Martha Bárcena también le apuesta a un enfoque novedoso de la frontera, como un espacio de innovación, creatividad y optimismo.
Delegada de México en la ONU, la OEA, la UNESCO, la FAO; participante en múltiples conferencias internacionales; profesora de la Universidad Iberoamericana y del Instituto Matías Romero, la embajadora será los ojos, los oídos del Presidente en el corazón del poder estadounidense.
Sí, ella será la intérprete traductora de la Casa Blanca para López Obrador. Su mensajera, artífice de una de sus apuestas más audaces: suavizar al indescifrable y colérico Trump, y hacerlo su aliado político.