El creciente desarrollo tecnológico ha impactado de tal manera, que ha causado serios conflictos en las relaciones interpersonales.
¿Qué pasa si olvidas tu teléfono en casa, si te lo roban, si lo pierdes, si se descompone, si te quedas sin datos o si te lo quitan como castigo en casa o en la escuela?
Son tantos los problemas que provoca el uso excesivo de los dispositivos móviles, que si realizamos una introspección muchos tendrían o tendríamos que considerar que padecemos “nomofobia”: adicción al celular.
Habrá quienes digan que no, que lo utilizan solo lo necesario, para el trabajo, para emergencias o para temas escolares. Pero la realidad es que, hoy, pasamos gran parte de nuestra vida a través de la pantalla de un dispositivo móvil.
Adolescentes y jóvenes son quienes padecen la mayor dependencia, aunque estudios indican que hay otros sectores de la población que sufren este problema.
Hace unos días puse especial atención sobre el uso del celular en lugares públicos. No fue ninguna novedad, lo vemos todos los días, familias en un restaurante, sin interactuar, todos con celular en mano. En el elevador, escaleras eléctricas, salas de espera, gimnasio, transporte público, filas del super, al caminar en la calle, en las fiestas, antes de dormir, al despertar, en el baño, en fin, en todos lados, la imagen es la misma.
El teléfono no nos deja interactuar y nos ha alejado de la realidad. En promedio, una persona ve su celular unas 150 veces al día.
Las generaciones adultas aprendieron a manejar las nuevas tecnologías poco a poco, pero los jóvenes que nacieron en la era de la internet, celular y redes sociales, los llamados “nativos digitales”, dependen de ellas para interactuar y comunicarse.
Estudios recientes señalan que el 50 por ciento de los adolescentes y jóvenes en el mundo, tiene adicción al teléfono celular.
La ONG Common Sense Media realizó una investigación con mil 250 jóvenes entre 12 y 18 años, entrevistó también a sus padres. El 50 por ciento de los adolescentes aceptó padecer “nomofobia”. El 66 por ciento de los papás reconoció que sus hijos pasaban demasiado tiempo con su dispositivo móvil y no había forma de evitarlo.
Ocho de cada 10 jóvenes admitieron que revisaban sus notificaciones en el teléfono por lo menos cada 15 minutos y el 72 por ciento dijo tener la necesidad de responder casi de inmediato a los mensajes recibidos en redes sociales.
Para los adolescentes y jóvenes, la falta del smartphone manifiesta soledad, enojo y ansiedad. La mitad de ellos, señalaron sentirse ansiosos si no tienen teléfono. Las mujeres lo padecen más, según el estudio.
El IMSS ha señalado que la “nomofobia” -trastorno psiquiátrico de adicción al teléfono celular- puede generar insomnio, depresión y ansiedad, malestares en articulaciones, ojos, huesos y oídos. Además del bajo rendimiento escolar y baja de productividad laboral de un empleado.
Otro estudio, de Forbes, reveló que México es uno de los países con mayores problemas en el uso de celular en salones de clase. Casi el 30 por ciento de los estudiantes lo utiliza en horarios de clase. Por lo que hay que reconocer a las escuelas en las que se prohíbe usar el celular al interior de las instalaciones.
El tema no es menor, el ejemplo lo debemos poner los adultos. De por sí, el riesgo al que están expuestos adolescentes y adultos en las redes sociales es alto. Establecer horarios no es la solución, pero ayudará a interactuar más entre nosotros.