Ya estamos en la época más festiva del año y no importa si somos los más christmas lover o unos verdaderos grinch, el hecho es que para todos es difícil escapar de las reuniones, intercambios y brindis propios de la temporada.
A mí me encanta la Navidad y, por fortuna, con los años he aprendido a priorizar en tiempo, esfuerzo, dedicación y dinero en cuanto al tema.
Recuerdo cuando mis hijos eran todavía unos niños y desde la noche del 22 hasta las 6 de la tarde del 24 de diciembre me encerraba en la cocina preparando postres muy elaborados, segundos tiempos y el plato principal. Hubo años en los que horneé el pavo para mis dos familias, una de ellas compuesta por al menos 30 comensales. También hubo ocasiones en que, una vez que me quitaba el delantal, todavía salía corriendo al centro comercial más cercano para comprar regalos de última hora, porque “qué horror llegar con la cena, pero sin presentes”.
Como se podrán imaginar, cada 24 terminaba hecha una piltrafa. Mientras todo mundo llegaba a la cena con su peinado de salón, yo acudía con el cabello todavía húmedo después de mi baño exprés.
De verdad me parecía un pecado mandar a hacer el pavo y no por el costo, sino porque pensaba que debía hacerlo yo. Era muy cansado, aunque confieso que tras la cena me hacía muy feliz ver que había valido la pena el esfuerzo porque todos se deleitaban con mi pavo en cerezas o en salsa de higo, a la naranja o con frutos secos, etcétera.
Conforme mis hijos crecieron y mis fuerzas menguaron, la realidad me forzó a combinar, y hasta hoy mi lema es que el plato principal sí tiene que estar hecho por mí, mientras que los acompañamientos y el postre pueden ser comprados.
En aquellos años, cómo me habría gustado ser –aunque fuera una sola vez– como esas personas que se apuntan en la lista del menú familiar con los bolillos o las baguettes para las tortas de bacalao del día siguiente. O llegar a una reunión de amigos con el vino Calafia ganado en el sorteo del brindis laboral.
Pero no, mi Dolcealterego sabe que la época de Navidad es la más propicia para dar y darse. Si lo que más disfruto es cocinar y más o menos se me da, es la temporada ideal para demostrarlo y compartirlo con los demás.
Ya no acudo a las cenas sin peinarme, pero tampoco voy con las manos vacías. He encontrado el punto medio para disfrutar y ser generosa a la vez.
La próxima semana comienza el maratón Lupe-Reyes y para bajarles la ansiedad con sus reuniones o la cena navideña, he aquí mi decálogo para sobrevivir al estrés y quedar como la anfitriona o el invitado mejor portado de la Navidad 2018:
1. Haz un presupuesto. Limita el gasto haciendo cuentas previas. Decide en qué quieres gastar más. Quizá sea en el plato principal, y a partir de éste construye los segundos platos y el postre.
2. Apuesta por fórmulas sencillas y lucidoras: nada de recetas complicadas. Ve a lo seguro replicando tu mejor receta, pero vestida para la ocasión. Por ejemplo, si tu ensalada normalmente lleva pollo, cámbialo por salmón o camarones. Si le pones queso panela, usa un queso de cabra. ¿No puedes vivir sin la ensalada de betabel? Dale un toque inesperado con queso azul y nueces. Olvídate del pavo tradicional y busca una receta nueva con ingredientes inusuales y accesibles (sí se puede).
3. Haz tu lista y las compras con antelación. Por lo menos obtén los productos no perecederos a tiempo y deja las verduras, frutas y carnes para un día antes.
4. Pide a tus invitados (sólo si ellos te ofrecen su apoyo) implementos como las botanas, los vinos, el pan salado y algunas galletas o chocolates para “completar” el postre. Si son de mucha confianza, pide productos específicos, como vino espumoso.
5. Prepara el o los postres un día antes. En muchos casos incluso es mejor, porque los sabores se integran. O haz cosas sencillas y vistosas, como “Copas de merengues triturados (comprados) con mezcla de frutos rojos y salsa de chocolate”, “Helado de vainilla (comercial, pero de calidad) con gajos de naranja y licor del 43 o Cointreau”, “Queso camembert horneado con nueces y caramelo”, “Chabacanos secos tostados con romero, almendras, queso brie y miel”.
6. Para el preámbulo de la cena, prepara un coctel con ron o vodka o una sangría blanca, tragos baratos pero que gustan y visten mucho. Una buena sugerencia es un Mojito de fresa → RECETA
7. A menos que puedas darte el lujo de contratar meseros, reduce el número de invitados de forma que puedas atender y disfrutar a la vez. Resuelve con estaciones de autoservicio: mesa de botanas, de tragos y de postres.
8. No te claves con la vajilla navideña. Mezcla tus platos trinche color blanco con otros platos estampados para la ensalada o botana y haz un centro de mesa con las esferas del año pasado y unas piñas navideñas del mercado. Sirve el postre en copas desechables. Las hay muy fashion.
9. Brinden de manera divertida y, sobre todo, dense las gracias mutuamente. Olviden los discursos acartonados y disfruten el momento.
10. Despídanse de forma lúdica. Sobre todo para la cena de Año Nuevo, en mi familia tenemos dos tradiciones divertidas: sacar al azar y leer tarjetitas con frases inspiradoras y escuchar un “playlist” con las canciones preferidas del año de cada uno de los invitados. Es muy chistoso y padre constatar que somos una familia diversa e incluyente. Las canciones resultan ser de dulce, de chile y de manteca.
Les deseo una temporada de reconciliación y transformación. Y no, no estoy siendo sarcástica. ¡Feliz Navidad!