«PUEBLO DEL SOL»: Eufrosina Cruz - Mujer es Más -

«PUEBLO DEL SOL»: Eufrosina Cruz

 

En medio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en este año feria de vanidades aterradas por la incertidumbre del futuro, se presentó Eufrosina Cruz en un panel junto a Benito Taibo.

Mujer, indígena, zapoteca, oaxaqueña, comerciante en su juventud, contadora, profesora, fundadora de escuelas rurales, mezcalera en las sacristías donde solo entraban hombres, candidata en su municipio, activista, entre muchas otras cosas más que ha escogido ser, pues es lo que ella decidió que merece de la vida. Esa es su filosofía de vida.

Y desde su propio origen, donde el destino de marginación parece ineludible, aprendió a leer y escribir con un maestro que caminaba doce kilómetros para llegar a la escuela y que en su cuarto él tenía unas tablas para dormir y no hacerlo a ras de suelo en petate, como lo hacía Eufrosina y su familia. Y ella pensó que esa cama sencilla era lo que quería para dormir, pues se soñaba “más chingón” como cuenta. Él le regaló su primer libro que olía a nuevo. Y lo llevó consigo en su travesía de vida en la que se rebelaría al destino fatal.

Pero muy pronto se dio cuenta que esos deseos casi infantiles, adolescentes pero de una mujer ya capaz para la vida en comunidad, no eran sencillos de realizar por su condición de mujer indígena. Y terminó por entender, según sus propias palabras, que “uno tiene que desafiar a la vida, cuando la vida no te da oportunidades”.

Para ella fue abrir el horizonte, uno limitado por los siglos de cultura que han mantenido una estructura social y comunitaria creada para subsistir, para tributar al imperio, para pagar el diezmo y la alcabala, para dotar de mano de obra barata a las haciendas y para mantener las estructuras corporativas de los gobiernos estatales, entre muchos otros usos que se han convertido en costumbre en la relación de los pueblos indígenas con el centro. Ella pensó: ¿Qué habría del otro lado de la montaña? y dijo “voy a ir a ver qué hay más allá”.

Y lo que encontró fue esa dualidad en la que vivimos esquizoides los mexicanos desde los tiempos de la conquista, pues hay dos mundos obligados a convivir y que no logran acordar cómo poner el piso parejo para que todos saltemos a las oportunidades. Y comenzó a escuchar las palabras que hablaban de derechos, de diversidad cultural, de democracia y lo comenzó a contrastar con su vida y sus condiciones. Vio que a muchas de esas condiciones de marginación se les llamaba “usos y costumbres.” Y que eran en parte las cadenas que impedían unas mejores condiciones para las mujeres. Escuchaba hablar de derechos y traducía del castellano al zapoteco las ideas para integrarlas a su propio mundo. Y les ponía palabras nuevas, revolucionarias, pues “te comienzas a cuestionar qué se debe llamar uso y costumbre… Porque hay una cotidianeidad llamada costumbre” y esa no era la realidad que quería para sí misma y para las mujeres de su comunidad. Así que se “volvió problema” para aquellos que seguían esas costumbres. Y comenzó la lucha, una en la que le robaron su triunfo electoral y en el pueblo y su familia le decían “ya párale”… Pero como la apoyaron otras mujeres que le exigieron que no se rajara, pues decidió abrazarlas a ellas y continuar con la lucha por sus derechos políticos. A pesar que su padre y sus hermanos se lo reprocharan; pero les tuvo paciencia porque ellos no habían aprendido lo que ella en su camino y ya les enseñaría ella a abrazar de verdad, apoyando incondicionalmente por las mejores oportunidades para todos.

Con Eufrosina la diosa Tonantzin se devela mujer con un rostro valiente, inteligente y amoroso. Como son ellas. Como las describe Eufrosina después de verse al espejo de agua del manantial de esta tierra:

“Las mujeres indígenas somos así, naturales, hermosas y fuertes”.

Pueblo del sol, eres hijo de esas mujeres.

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