Corrían los años Cincuenta del siglo pasado y nos gobernaba uno de los presidentes más marrulleros de nuestra historia: el veracruzano Adolfo Ruiz Cortines, cuyo estilo austero y afán localista me recuerda mucho -por cierto- a López Obrador, que vive para y por las comunidades olvidadas del México profundo y hace gala de su austeridad.
En cierta ocasión un amigo le propuso a don Adolfo que le declarara la guerra a los Estados Unidos, tras tantas décadas de abuso y agandalle. La respuesta del veracruzano, socarrona, fue inmejorable. Le dijo a su amigo, con horror fingido: “¡No! ¿Qué tal si les ganamos?”
Sirva este absurdo para enfatizar, con mucho realismo y en sentido contrario, lo siguiente: ¿Qué tal si se hace la chica, y contra todos los pronósticos, a Andrés Manuel le va bien y logra ecualizar a esta sociedad, tan profundamente desigual?
Tú, como yo, clasemediero urbano, diario comes y cenas, igual que los tuyos. Pero hay MILLONES de mexicanos que se van a la cama sin probar bocado alguno. No imagino peor drama que ver a tus hijos con HAMBRE, y no tener claro si mañana podrás brindarles o no, alimentación. Es una injusticia, crimen imperdonable, producto del modelo prevaleciente.
Aclaro que soy pro-empresarial y creo en el libre mercado, pero me queda claro que el capitalismo de cuates que nos ha regido por 36 años, ha profundizado las desigualdades que desde siempre hemos padecido. Llevamos varios sexenios en los que se ha privilegiado la macroeconomía pero se ha olvidado la microeconomía.
Un ejemplo: el TLC logró multiplicar por cien las exportaciones a Norteamérica. En 1993 les vendíamos cerca de dos mil millones de dólares al año y hoy son cerca de doscientos mil millones. Por supuesto que eso está muy bien. Pero el NAFTA también implicó que se rompieran cadenas productivas y amplias regiones quedaran fuera de la modernidad.
A los poderosos se les olvida que toda la política es local. Dos ejemplos dramáticos son Trump y el Brexit. Mientras los gobiernos federales de Norteamérica y Gran Bretaña andaban perdidos en el espacio, los votantes rurales y semirurales -esos que también quedaron rezagados de la Globalización- se manifestaron en masa, trastocando la geopolítica y las finanzas internacionales. En el caso mexicano es a esos excluidos a los que se dirige el nuevo poder.
Este sábado tuve oportunidad de asistir a los eventos en San Lázaro y el Zócalo, con motivo de la toma de posesión del nuevo gobierno. Fue conmovedor ver el fervor de miles de espontáneos, que naufragan en la informalidad y el desempleo, esperanzados de que, por fin, les toque un pedacito de globalización.
Durante su discurso ante el Congreso, AMLO destacó que el Milagro Mexicano de los años sesenta, los del desarrollo estabilizador que nos dieron mucha prosperidad y modernización, fue encabezado por un Secretario de Hacienda que no era economista sino abogado, Antonio Ortiz Mena.
La referencia me parece elocuente. Ya le dimos chance a los doctores en Economía, a los egresados de Harvard, del MIT y de Columbia. Quizá sea hora, otra vez, de los abogados. ¿Qué tal si lo logran? Con que resuelvan un 50-60 por ciento del desmadre nacional, me daré por bien servido. Tú, apreciable lector, ¿qué opinas?
@rodriguezrraul