Efectivamente, el presidente Andrés Manuel López Obrador no tiene pretexto para fallar.
Su actuación para conducir el país será determinante para que la esperanza de los mexicanos que creen en él no se convierta en tristeza, en decepción, en frustración, en coraje.
Su mejor discurso, el que escribió a mano para los pobres de este país, fue dado por Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo donde se sintió arropado por quienes ven en él a quien los guiará hacia la tierra prometida de la justicia y la igualdad económica, aunque ahí ya no habló de poner “punto final” a lo que por años le han pedido los mexicanos: sancionar a los corruptos, a quienes le entregaron un país en quiebra, a los del “perverso neoliberalismo”.
El Congreso donde se colocó la banda presidencial fue mero trámite. Su verdadero mensaje, con cien compromisos por delante, le permitió al Presidente López Obrador tener al público que necesitaba para emprender las acciones futuras que harán de México el país de las maravillas porque, de inició, respetará a los poderes; nunca, el Presidente intervendrá en las tareas del Legislativo y el Judicial y jamás habrá fraudes electorales… ni la remota posibilidad de reelegirse, aunque se lo pidan, se lo rueguen.
La milicia de la que es jefe supremo deberá lidiar con la inseguridad y el crimen organizado; tendrá que reinventarse ante los nuevos retos del gobierno lopezobradorista para entregarse de lleno a salvaguardar a la nación y a su pueblo. Militares y marinos actuaran sin violentar los derechos humanos de los que ha sido acusados en el pasado que ya no existe; borrón y cuenta nueva, aunque permanezca el fantasma de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Los males que marcaron a los gobiernos del neoliberalismo, como el abuso de poder y la corrupción, muertos son. Nadie de los suyos, los de la Cuarta Transformación, osarán ser deshonestos porque a ellos si se les aplicará todo el rigor de la ley; ya lo “pasado, pasado”, a partir de ahora todos a caminar derechito, a trabajar con menos salario y sin prestaciones, sin bonos, sólo con amor a México y a su prójimo.
La misma sentencia para la “minoría rapaz” de empresarios que al cobijo del neoliberalismo se hicieron más ricos. Esa política económica que ha generado millones de pobres quedó abolida; lo que no dijo el Presidente de la República es cómo va a funcionar nuestro país en un modelo económico globalizador que se sustenta en el neoliberalismo, en el libre mercado del mundo, no sólo en el de Estados Unidos y Canadá.
¿Entenderán en el mensaje la nueva minoría de hombres de negocios cercanos al Presidente? Lo dijo: “habrá separación política de la económica”, de ninguna manera sus amigos empresarios Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca; José María Riobóo, responsable intelectual de la cancelación del Aeropuerto de Texcoco y, mucho menos, el jefe de la oficina de la presidencia, Alfonso Romo verán crecer su billetera. ¡Sólo amor por México!
Carlos Urzúa, el secretario de Hacienda, será el más ocupado y preocupado por conseguir los dineros para los cien compromisos del Mandatario. Todos requieren de presupuesto, mucho más cuando en la franja fronteriza se bajarán los impuestos y se subirá al doble los salarios de los trabajadores para que no tengan la necesidad de irse en busca del “sueño americano”.
Hay un ciento compromisos por cumplir, muchas dudas que debe aclarar el presidente López Obrador que se quedaron en el aire: ¿también morirán los órganos autónomos que fueron excluidos en el discurso de su toma de posesión? ¿Qué pasará con las instituciones creadas por los pésimos gobiernos que ya están enterrados?
Definitivamente, el presidente Andrés Manuel López Obrador no tiene derecho a fallar, la vida le da la oportunidad de concretar su más grande sueño: gobernar a México y quedar en su historia, él decide si lo hace como un “grande”.