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«ABC-DErechos»: El problema sólo cambia de lugar

 

En los últimos días en “las benditas redes sociales”, como diría el clásico, circulan un sinnúmero de mensajes, videos e incluso “memes” contra migrantes que utilizan territorio mexicano como puente hacia Estados Unidos. En una foto, aparece un perro que se niega a comer frijoles, le acompaña un texto que dice: ¡¡¡Ya sé de qué raza es mi perro. Es hondureño!!!

Indignante comparación con la que se describe como “ingratos y malagradecidos” a quienes forman parte del éxodo humanitario; la narrativa va más allá, predominan expresiones de rechazo como las protagonizadas en Tijuana, Baja California y otros sectores de la población que se suman a la descalificación a ultranza, irreflexiva, ajena a la dignidad humana. Estamos ante un éxodo sin precedentes por la masividad de personas que huyen del hambre y la violencia en su territorio de origen. Se dice que esta es una “invasión orquestada”, que vienen “maras” –bandas criminales centroamericanas-, forajidos, traficantes de drogas, violadores, escoria social; lo dice Donald Trump para apuntalar su capital político; lo dicen “algunos” mexicanos que se niegan a reconocer que el nuestro es un país de origen, tránsito, destino y retorno de migrantes. México también es un país expulsor de personas desesperadas, atemorizadas, desposeídas.  

El 10 de noviembre en El País, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, publicó la reflexión “La marcha del hambre”, en ella señala que “el asalto de los millones de miserables a los países prósperos del Occidente ha generado una paranoia sin precedentes en la historia. Resucitan fobias que se creían extinguidas, como el racismo, la xenofobia, el nacionalismo, los populismos de derecha y de izquierda y una violencia política creciente… La paranoia contra el inmigrante no entiende razones y mucho menos estadísticas”.

El fenómeno no es exclusivo de Centroamérica y México. Cientos de africanos mueren en el intento de atravesar el Mediterráneo hacia Europa en balsas y endebles barcos. Es la movilidad humana famélica que se desplaza. Para Vargas Llosa, las migraciones masivas se reducirán cuando la cultura democrática se extienda a las naciones expulsoras.

Olga Sánchez Cordero, quien asumirá la Secretaría de Gobernación en el mandato de Andrés Manuel López Obrador, está preocupada. Reconoce que como país “tenemos un gravísimo problema con miles de migrantes que en este momento están llegando a Tijuana, a la frontera con Estados Unidos y pueden generar un problema muy serio no solamente al gobierno de México, sino a nuestro vecino, al gobierno de Estados Unidos”, e incluso podrían deteriorar la relación bilateral.

No hay fórmulas ni estrategias de solución, no en el futuro inmediato, a este éxodo que eufemísticamente se denomina “caravanas centroamericanas”, y que desde 2014 se registran en territorio nacional. ¿Por qué viajan juntos? ¿Por qué de forma masiva? Para ser visibles, porque en México las personas migrantes sin documentos son víctimas de violaciones sistemáticas a sus derechos humanos, son perseguidos por autoridades migratorias; son presa fácil de bandas del crimen organizado que les obligan a participar en el cultivo, trasiego y venta de drogas, se les secuestra y somete a trata con fines de explotación sexual y laboral. Víctimas de tratos crueles, inhumanos y degradantes.

Como ejemplos del peligro de transitar en territorio mexicano en forma individual o pequeños grupos están los siguientes casos: la masacre de 72 migrantes en agosto de 2010 en San Fernando, Tamaulipas; el hallazgo de 193 cuerpos en 47 fosas clandestinas, también en Tamaulipas, entre abril a mayo de 2011; y la masacre de Cadereyta, Nuevo León, que costó la vida a 49 migrantes en mayo de 2012.

Desde el 13 de octubre con su salida de San Pedro Sula, Honduras, atestiguamos un ejército humano en movimiento, que derrumba vallas fronterizas, atraviesa ríos, camina.

Quedarse en México no es solución para todos, aunque un número significativo considera la alternativa. Obtener el asilo o el reconocimiento como refugiados al otro lado de la línea mexicana es un proceso largo, tortuoso y pocas ocasiones de éxito. Por principio, quienes migran tendrían que atravesar por las garitas de control fronterizo, entregarse a autoridades migratorias, aceptar el confinamiento en áreas de control donde permanecerán muchos meses, incluso un año mientras se analizan sus casos o pagar una multa de 20 a 30 mil dólares para hacer el proceso en libertad.

Por miles, hombres, mujeres, niñas, niños, adolescentes quedarán varados en la frontera de México sin lograr atravesar en forma ordenada o indocumentada al “american dream”. Durante este amenazante y crudo invierno, un grueso no cuantificable de personas para las que no hay lugar en los saturados albergues que administran organizaciones de sociedad civil y religiosas se integrarán a las filas de la indigencia de la región. En las actuales circunstancias, la crisis social sólo se desplaza, no se resuelve.

Migrar no es un delito, es un derecho humano. Delitos son las causas que originan la migración: violencia homicida, gobiernos ineficientes e incluso en muchos casos corruptos, pobreza patrimonial y alimentaria, sólo por enlistar algunas. Esto es desplazamiento forzado, y todo desplazamiento forzado y sus causas son un crimen contra la humanidad.

 

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