Las mujeres han marcado las pasadas elecciones legislativas en Estados Unidos, al presentarse y triunfar con cifras nunca antes vistas como candidatas a gobernadoras, Senado y Cámara de Representantes.
Más de cien mujeres consiguieron ser elegidas al equivalente estadunidense de la Cámara de Diputados.
Laura Kelly se alzó como la tercera mujer que ocupará la gubernatura en Kansas y Michelle Lujan Grisham llegará a la gubernatura de Nuevo México. Por su lado, Alexandria Ocasio- Cortez se ha convertido, a sus 29 años, en la congresista más joven de EU.
Marsha Blackburn logró ser la primera mujer en convertirse en senadora por Tennessee. Su caso es digno de seguirse, porque su postulación fue combatida por otra mujer, la estrella pop Taylor Swift, quien la acusó de oponerse a una ley que castiga la violencia hacia las mujeres y a la igualdad salarial de géneros.
Pero, por otra parte, hubo algunas que lograron vencer no sólo la brecha de género sino la racial y de orientación sexual.
Deb Haaland, de Nuevo México, y Sharice Davids, de Kansas, serán las primeras mujeres indígenas en ser elegidas para la Cámara de Representantes. Davids ademas será la primer mujer abiertamente lesbiana en llegar a la Cámara.
Asimismo, la demócrata Ayanna Pressley se convertirá en la primera mujer negra en representar al estado de Massachusetts y la republicana Jeannete Núñez será la primera vicegobernadora de Florida de origen cubano.
En la costa Este, la demócrata Ayanna Pressley se convierte en la primera mujer afroamericana en representar al estado de Massachusetts y, hacia el sur, Verónica Escobar y Sylvia García se han convertido en las primeras representantes hispanas al Congreso por el estado de Texas
Y aún hay más: dos mujeres musulmanas ganaron también, ellas son Ilhan Omar y Rashida Tlaib. Ilhan Omar será la primera mujer americano-somalí integrante del Congreso. Tlaib, en tanto, ocupará el asiento del representante demócrata por Michigan John Conyers, quien dejó el cargo el año pasado en medio de acusaciones de conducta sexual inapropiada. Ella es hija de inmigrantes palestinos y hace una década llegó a ser la primera mujer musulmana en la legislatura del estado de Michigan.
Tlaib es una crítica abierta del presidente Donald Trump y fue arrestada hace dos años por interrumpir un discurso de éste en Detroit. Solamente otros dos musulmanes han resultado elegidos al Congreso, ambos hombres y actualmente en el cargo: Keith Ellison y Andre Carson, de acuerdo con el recuento de CNN – Voto Latino.
No obstante estos avances, no siguen siendo más que ratificaciones de nuestros privilegios occidentales. En estas mismas semanas, en Pakistán, han ocurrido fuertes manifestaciones con motivo de la reciente absolución de Asia Bibi, una mujer católica acusada por sus vecinas de blasfemia, condenada a muerte en 2010 y confinada durante ocho años.
En Pakistán, la ley antiblasfemia fue establecida en la época colonial británica para evitar choques religiosos. Pero, en la década de los ochenta, varias reformas auspiciadas por el entonces dictador Mohamed Zia-ul-Haq favorecieron leyes de las que abusan grupos religiosos radicales y que en la actualidad rigen los conflictos entre vecinos en Pakistan.
Tal es el caso de Asia Bibi, sentenciada en 2010 después de que un grupo de vecinas la acusaron de blasfemar contra el profeta Mahoma cuando ella intentó beber agua de un pozo comunitario, lo que se le impidió por no ser musulmana.
Al día de hoy, quienes han clamado justicia por ella han sido asesinados. En 2011, el gobernador de Lahore, Salman Taseer, fue asesinado por defender la libertad para Bibi. Poco después mataron también al ministro de las minorías, Shahbaz Bhatti, por sus muestras de apoyo. Pero también se han dado fuertes manifestaciones exigiendo que se cumpla la condena.
Ambos mosaicos dan tema para la reflexión. La ola de indignación feminista que nos ha cimbrado no ha excluido al mundo árabe: en 2017, las mujeres de esta región ganaron varias luchas, algunas largamente anheladas, otras puramente simbólicas, en la lucha por sus derechos.
Pero las victorias aún son pocas. Que nuestro bienestar no nos haga olvidar que las reivindicaciones feministas son todavía, en más de un sentido, un privilegio occidental.