En serio…¿no nos merecemos un aeropuerto de primer mundo? La pregunta saltó entre un grupo de mujeres que tomaban café en un céntrico lugar de Coyoacán; la tormenta por la consulta del presidente electo Andrés Manuel López Obrador para cancelar el proyecto de Texcoco no ha pasado, los nubarrones están cargados a tal extremo que las comensales acordaron asistir a la marcha ciudadana del próximo domingo donde se exigirá que la obra aeroportuaria siga adelante.
El instinto reporteril me llevó a interrumpir tan amena charla entres seis mujeres que compartían en sí dos exquisitas rebanadas de pastel de queso con zarzamora y salpicadas de chispas de chocolate.
-¿Son viajeras frecuentes?-, les pregunté
Ana, de piel trigueña, cabello corto, casi pegado a la nunca, me respondió que desde hacía diez años viajaban todas juntas dos veces al año.
-¿Por qué quieren que continúe el proyecto del Aeropuerto en Texcoco?, insistí.
Mildred, la rubia del grupo dijo molesta:
-“Cancelarlo es la peor estupidez, no solo se trata (obra en Texcoco) de una terminal moderna y a la altura de cualquiera en el mundo desarrollado, se trata de conectividad, de darle a México una visión de desarrollo económico y turístico diferente; este señor, López Obrador, no tiene visión, quiere mantenernos en el retroceso”-.
Después de decirles mi nombre regresé a mi aromático moka blanco (sin pastel) coincidiendo con ellas en que no nos merecemos “parches” de Aeropuerto en Santa Lucía; iré también a la marcha a protestar, aunque sé, de antemano, que no servirá de nada porque la controvertida consulta sirvió para salvaguardar a López Obrador de una decisión ya tomada desde campaña.
Urge que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador nombre un vocero único para que explique, pero con sentido y certeza, lo que sigue ahora en el caso del aeropuerto en Santa Lucía, pues su gabinete es todo un mar de contradicciones: unos dicen una cosa, otros otra y la tormenta no amínora aunque quieran convertir la cancelación de Texcoco en una ligera lluvia.
De entrada, otra vez Javier Jiménez Spriú la volvió a regar al señalar que José María Riobóo nada tendría qué ver con el proyecto en Santa Lucía, aunque sí un ingeniero agrónomo, Sergio Samaniego, mismo que ayudó al contratista consentido de Morena a realizar estudios del controvertido plan aeroportuario cercano a Teotihuacán. Por fin: ¿sí o no está implicado Riobóo en este millonario asunto?, porque las sospechas del pueblo (el que manda ¿o no?) son de que sí.
Desde otro escenario, el jurídico, quien ha sido “destapado” como el consejero de la presidencia lopezobradorista, Julio Scherer, anuncia que los empresarios inversores de mucho dinero en cuatrapeada obra enclavada en Texcoco vía contratos con el gobierno de Enrique Peña Nieto, ni se preocupen, se pasará su lana (así de fácil) al de Santa Lucía y ¡todos felices!
Luego entra al quite Jesús Seade, el interlocutor del Presidente electo en las negociaciones del ahora llamado T-MEC (siglas que son el nombre de Marcelo Ebrard Casaubón) para pedir al empresariado molesto por la cancelación de la obra texcocana que se sientan contentos porque el aeropuerto de Santa Lucía sólo será temporal, nada más mientras la administración federal encabezada por el tabasqueño encuentra un terrenito donde sí quedará el verdadero aeropuerto que será emblema de transformación y modernidad de su jefe López Obrador.
¿A cuál de todos hacerle caso?
De los tres brillantes funcionarios que ya se vieron coadyuvando en la concreción de la llamada cuarta transformación no se hace uno. Los alegres compadres hablan y hablan sin lógica ni sentido, al contrario, generan más incertidumbre y temor.
El asunto es que Andrés Manuel López Obrador ya puso una fecha fatal para que las pistas en Santa Lucía se le entreguen al pueblo (menos del uno por ciento de la lista nominal que votó en su consulta) en tres años.
Quizá muchos de ellos no inaugurarán el aeródromo con un viaje vacacional a una paradisiaca playa mexicana, mucho menos a un internacional por India o cualquier país de Europa; pero, le aseguro, sí irán o serán llevados para aplaudir al Presidente cuando corte el listón y, de lejos, observar el despegue de los aviones que surcan nuestro aire, además, ya muy contaminado.
Vaya labor que tienen, sobre todo Jiménez Spriú como secretario de Comunicaciones y Transportes, de tener vía fastrack el proyecto y el permiso de los pobladores cercanos a Santa Lucía que ya pusieron la misma cara de los de Atenco; el presupuesto para la construcción y la confianza de empresarios nacionales e internacionales que, al menos en este momento, la gran mayoría desconfían de todo y de todos.
No estaría mal que el presidente electo se autonombrara vocero único o, como lo hizo en el gobierno del Distrito Federal, cuando nombró a Claudia Sheinbaum responsable y vocera del segundo piso, a otro personaje de su gabinete que tenga idea y de certidumbre de lo que dice, porque… La tormenta aún no pasa y los nubarrones cada vez se ven más cargados para quien, en unos días más, asumirá plenamente el poder y las consecuencias de sus decisiones.
¡Mexicanas al grito de….!