Cuando Vicente Fox llegó a la Presidencia de la República, la mayoría de los mexicanos esperaba un cambio radical en la forma de hacer política.
El encanto por la “transición” duró muy poco. Las mañas del priismo se acendraron en el gobierno emanado del PAN.
Cuando Fox usó toda la fuerza del Estado para impedir el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en el 2006, se canceló la posibilidad de que este país se gobernara de manera distinta.
El sexenio de Calderón, urgido de legitimidad, se convirtió en un baño de sangre. Su guerra contra la delincuencia organizada no le funcionó y su administración continuó con el calificativo de espuria. Además, la percepción de ser un gobierno corrupto, desde su origen, y por su actuar cotidiano, se quedó en el imaginario de la gente.
La llegada de Enrique Peña Nieto, del PRI, se veía en algunos sectores como la salida a la guerra en la que Calderón metió al país y fue común escuchar “que regresen los corruptos y que se vayan los incompetentes”. Pero no, regresó la corrupción como nunca, la incompetencia se quedó y la violencia creció.
Una obra pública unió a los grupos políticos del foxiato y el peñismo: el intento de construir un aeropuerto internacional en los municipios orientales del Estado de México.
Fox falló porque le dejó la operación política a Arturo Montiel y, fieles a su costumbre, los priistas privilegiaron su negocio antes que al interés nacional.
Peña Nieto movió unas hectáreas la obra, pero siempre hubo la sospecha de contratos a modo para obtener ganancias ilícitas.
Ni Fox, que tenía el capital político para hacer transitar a México a una nueva forma de gobernar, ni Peña Nieto, que le regresó al PRI el poder, quisieron dar el golpe de timón. Uno se engolosinó con los precios estratosféricos del petróleo. El otro, solo refrendó la característica más visible y profunda del priismo: la corrupción.
Con la decisión de Andrés Manuel López Obrador de cancelar las obras para el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, se da ese golpe de timón que Fox y Peña se negaron a dar.
Los impersonales mercados, los que solo ven ganancias a costa de lo que sea, han reaccionado en contra de la determinación. El dólar se puso arriba de los 20 pesos. Para ellos no es importante si sus ganancias provienen de la corrupción.
López Obrador ya advirtió que las consultas ciudadanas para determinar el rumbo de su gobierno van a estar presentes. Ojalá que las que vengan, sean organizadas con esquemas que den certeza, que sean transparentes y que se dirijan a toda la población.
La lección es clara: el poder institucional estará por encima del poder económico.
La Letrina. Un excandidato presidencial participó en la consulta sobre el aeropuerto. José Antonio Meade eligió Texcoco, pero el valor de ese voto es que lo puso por encima de los dirigentes formales de los partidos de oposición. Con todas las fallas de la consulta –diría yo que fue referéndum- del aeropuerto, Meade se comportó como el verdadero dirigente, líder, de la oposición responsable.