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«SEXTO SENTIDO»: ‘Argos mortis’

 

El calor que le cobijaba aquella helada noche era otorgado por los brazos de Morfeo. Sumido en la inconciencia ni siquiera logró ver el rostro de su verdugo, quien con odio bestial, a pedradas, le deformó el cráneo. La luna, como testigo, permanecía muda ante la frialdad de aquel asesino serial que solo vislumbrando un riachuelo escarlata en el asfalto, satisface su necesidad de entregar a otro indigente al argos mortis, es decir, el proceso cuando un cuerpo se enfría.

Los cinco crímenes de indigentes, registrados en solo una semana, al parecer a manos de un sujeto solitario que se pasea por las calles del centro histórico de Guadalajara, bien podría convertirse en un interesante relato para la nueva novela negra del criminólogo español, Vicente Garrido.

A la narrativa podrían agregarse otros personajes, los policías investigadores que intentan encontrar huellas en una roca de cinco kilos de peso completamente ensangrentada, o cualquier otro dato que les lleve a la captura del victimario. El perfilador criminal con mayor experiencia de la urbe, intentando desenredar los rasgos psicopáticos en una mente distorsionada, enferma de crueldad.

Todos investigando los horarios en los que opera el asesino, cómo se traslada de un sitio a otro, cómo escoge a sus víctimas que viven en condición de calle, cómo escapa con agilidad y sobre todo, cuál será su siguiente aparición.

Irónicamente pordioseros y pedigüeños rechazan la ayuda de autoridades para resguardarse del peligro y prefieren permanecer en las calles durante la temporada invernal a merced del mata indigentes, que tiene la sangre más fría para dejar caer reiteradas veces en el rostro de sus odiadas víctimas mientras duermen.

Imagine usted esa historia escalofriante, en la que se narra que el criminal que menos le importa a la autoridad es un justiciero solitario que arrebata la vida de varones, a quienes ya sabe de antemano, que nadie va a reclamar. El cuerpo es llevado al SEMEFO, donde además tiene que hacer fila porque hay otros cientos en espera de que les completen su perfil forense, ya sea para ser identificado o para ser inhumado, sin nombre, en una gaveta temporal.

Qué recuerdos de infancia hay en la mente de este presunto varón treinteañero, hoy dedicado a matar con frialdad y rabia, que tras cometer un homicidio escapa a toda prisa, espera unas seis horas para salir con osadía de nuevo en búsqueda de una nueva víctima. A este asesino no le importan las cámaras de seguridad instaladas por la policía, contradictoriamente, pareciera que las busca, pues en las cinco escenas de sus recientes crímenes hay video-vigilancia.

Los viejos recuerdan que hace más de dos décadas hubo otro asesino serial en la ciudad, que también atacaba a menesterosos, se le conocía como “El Mata-Indigentes”. Pero su modus operandi era diferente, pues utilizaba un arma de fuego para privar de la vida a quienes consideraba que pertenecían a la “escoria” de la sociedad.

 

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