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Entrevista a la excomandante de las FARC, Victoria Sandino
Bogotá. Me podría recibir en su oficina en el imponente edificio del Senado colombiano. No lo hace. La cita es en el barrio clasemediero de Teusaquillo, en una sencilla casa de dos pisos que nada distingue del vecindario, excepto tal vez el vaivén de gente, una discreta vigilancia de guardaespaldas en civil y una minúscula placa que anuncia que aquí reside la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, el partido en el que se ha convertido la más antigua guerrilla de Latinoamérica. La persona con la que tengo cita es Judith Simanca, mejor conocida por su alias –el que de hecho prefiere– Victoria Sandino. Una de las pocas mujeres que llegaron a ser comandantes de las FARC, feminista declarada y desde julio senadora en virtud de los acuerdos de Paz que adjudican a la exguerrilla cinco puestos en el Senado y cinco en el Congreso, aún sin haber llegado a los votos necesarios. Sentada en un escritorio de madera, flanqueada por la bandera colombiana y la nueva de las FARC –blanca con una rosa roja– esta mujer robusta de 52 años conversa sobre el papel de las mujeres en la lucha armada, critica las trabas en la implementación de los acuerdos, pero rechaza la opción de volver a las armas.
Estamos ya a dos años desde la firma de los acuerdos de Paz y vemos que aumentan los asesinatos de líderes sociales, tal como ocurrió a finales de los 80 con la Unión Patriótica. Además, ahora tenemos un gobierno de derecha muy crítico del acuerdo de Paz ¿Teme que se repite la guerra sucia contra la izquierda?
Colombia dio un paso trascendental con la firma de la Paz, no lo podemos perder de vista. Fue el evento más importante en un siglo de vida política. Este acuerdo trata temas sustanciales que están a la raíz del conflicto como la repartición de la tierra. Se supone que con la firma del acuerdo se producen cambios, pero parece que hubo voluntad para firmar el acuerdo por parte del Estado, sin embargo no ha existido hasta ahora la misma voluntad para la implementación. Eso ha complicado todo y la comunidad internacional no está muy consciente ni al tanto de las violaciones a los derechos humanos que están aumentando.
¿Existe el peligro de que el gobierno deje morir de inanición este proceso?
Puede suceder. Hay avances, el hecho de que estemos en el Congreso es importante. Y también que por primera vez un candidato progresista (Gustavo Petro) haya tenido en una elección presidencial más de 8 millones de votos es histórico en Colombia, nunca se dio. Y que hubo una consulta anticorrupción en la que votaron 11 millones, superior a la votación que tuvo el presidente Iván Duque, y sin ningún apoyo institucional, es muy significativo.
Sin embargo, las FARC que lucharon en nombre del pueblo, como partido tuvieron una votación de 0,3 por ciento es algo decepcionante. ¿Cómo se lo explican?
Sí y no. Decepcionante porque uno aspira a una votación digna que representara nuestro trabajo en los territorios. Pero no hubo realmente una pedagogía de la Paz. La gente estaba ausente de las negociaciones. No entendían que el acuerdo de Paz no era para las FARC sino para la sociedad colombiana, para que se resuelvan problemas fundamentales. Hubo también un rol absurdo de los medios de comunicación donde sectores de ultraderecha con falacias y mentiras como la ideología de género generaron un ambiente que dio como resultado el plebiscito donde ganó el no.
¿Cómo hemos avanzado en la implementación de los acuerdos, por ejemplo el tema de la restitución de tierras? Estamos hablando de 8 millones de hectáreas. También a sus padres les han robado la finca. ¿Ya la han podido recuperar?
Mis padres fueron desplazados de cuatro sitios distintos. El lugar donde crecí en Tierralta tenía un río con un rodadero de piedras natural bellísimo y ahora se convirtió en turístico. Una amiga fue recién y me mandó una foto. Mi padre murió el año pasado y mi madre tiene ya 70 años. Obviamente tiene nostalgia para su tierra pero asimilando las nuevas perspectivas que incluyen mi presencia aquí en Bogotá, luego de 24 años en el monte, es más importante que esté conmigo que retornar a su territorio. Yo no estoy pidiendo reparación. Tenemos que construir la paz y si logramos que las víctimas sean reparadas de manera colectiva que haya justicia de que se conozca la verdad y se haga reparación integral, eso sería el mejor reconocimiento para mí y mi familia.
La Justicia Transicional empezó recién pero avanza muy poco. ¿Usted tiene esperanza de que algo va a salir de allí?
No es un tema de esperanza. Realmente es una obligación del Estado. Y nos toca luchar para que se cumpla el acuerdo. No vamos a renunciar a eso. Lamentablemente lo han ido modificando, sustrayendo a los terceros de los tribunales donde se supone que todo el mundo tenía que responder. Ahora los que azuzaron la guerra, los empresarios que la financiaron, la clase política que promovió y permitió las matanzas, los multinacionales, ya no entran. Con eso se ha mostrado el talante del Estado colombiano que es centralista y autoritario, pero seguiremos peleando desde las luchas sociales y desde el Congreso.
Sin embargo, recién se publicó una carta de Iván Márquez desde la clandestinidad, hay unos 4000 excombatientes según el gobierno, de los cuáles no se sabe dónde están, si se unieron a las filas de la disidencia que sigue en armas. ¿Volver al monte es una opción para las FARC?
Hay mucha especulación sobre la situación de nuestra gente. Nosotros sabemos dónde están. Muchos están trabajando en los pueblos aledaños a las zonas de concentración, porque de algo tienen que vivir. El problema real es que no se ha dado una reincorporación digna como aspirábamos, donde la gente podía desarrollar proyectos productivos en los espacios de concentración. Todavía no tenemos seguridad jurídica, todavía hay 300 compañeros en las cárceles y hay un montaje de unas acusaciones de narcotráfico contra el compañero Jesús Santrich que no es solo un ataque personal sino contra el Partido. Esto tiene a Iván escondido. Los Estados Unidos han dicho que no van a renunciar a la extradición de nuestra gente. Y nosotros no hemos hecho un acuerdo de Paz para ser extraditados y terminar en una cárcel.
¿No hay plan B de volver a la guerra?
De nuestra parte en absoluto. Los pueblos tienen el legítimo derecho de elegir su forma de lucha. Pero en Colombia en este momento considero que no hay condiciones para una lucha armada. Porque nosotros hemos estado alzado en armas por 53 años, y no paramos porque estuviéramos cansados. Teníamos la opción de continuar con la guerra de manera indefinida poniendo muertos de ambos lados que a nadie le dolían o le importaban. No nos vencieron ni nosotros logramos vencerlos. Pero apostamos a la vía política.
¿Cómo ve el papel de los Estados Unidos? Los acuerdos de Paz estipulan una erradicación manual de los cultivos de coca, pero como los cultivos han aumentado mucho, los EEUU presionan para que se retome la fumigación aérea con glifosato.
Yo diría que los Estados Unidos no están aportando mucho a la Paz. Aportaron mucho a la guerra. Y lo más interesante es que ellos tuvieron un representante permanente durante las negociaciones en La Habana que iba y venía, se reunía con las partes. Y estoy segura que nuestro gobierno no dio un paso que no fuera aprobado por los Estados Unidos en materia antidrogas. Pero lo que vemos hoy en día es que Estados Unidos está torpedeando con injerencias directas los acuerdos, por ejemplo también con el tema de Venezuela.
Venezuela está en caída libre y ha causado una crisis regional por los refugiados. Las FARC tienen una buena relación con el presidente Nicolás Maduro. ¿No sería una buena idea y una muestra de buena voluntad si sirvieran de intermediario o mensajero?
Creemos que los venezolanos tienen que resolver los problemas ellos mismos.
¿Eso significa elecciones libres?
Tienen su propia constitución y han hecho muchas elecciones, ¿por qué no se respetan como respetamos aquí que haya ganado la extrema derecha?
¿Qué papel puede jugar la comunidad internacional para que se cumplan los acuerdos?
Este nuevo gobierno habla de hacer modificaciones a los acuerdos de paz que no es tan sencillo porque eso tiene que pasar por debates y votaciones en el Congreso. Pero la otra opción más peligrosa es que no se ha asignado ni un peso para la implementación en el presupuesto. Es otra forma de hundir los acuerdos. Aquí es importante la comunidad internacional. Le interesa la paz, no la guerra. Si fracasa este esfuerzo, significa que fracasa la comunidad internacional. No tienen muchos éxitos que mostrar. La ONU ha prometido que va a dar seguimiento y hacer llamados al gobierno.
¿Qué significa ser mujer en una estructura militar como las FARC?
Fortaleza, decisión y también empoderamiento. Porque la guerra nos exigía esto, teníamos que ser muy fuertes, físicamente y sicológicamente. Es aprender a tener derechos, reconocimiento e igualdad. Muchas mujeres rurales no saben que tienen derechos, muchas dicen que no importa que mi marido me pegue para esto es mi marido, como si ser la pareja te da dominio para maltratar a la mujer. Nosotros trabajamos mucho eso.
Sin embargo, pocas mujeres llegaron a ser comandantes…
No logramos todo lo que queríamos porque somos parte también de una sociedad tremendamente patriarcal y machista. Y los cuerpos armados son por naturaleza jerárquicas. Aún así ganamos vocería, la posibilidad de hacer lo mismo y de romper los roles. Para muchas mujeres ha sido un trauma retornar a la vida civil a retornar a los roles tradicionales.
Exactamente eso pude ver con excombatientes. Muchas de ellas tienen bebés con compañeros que se fugaron con otras y las abandonaron. Otras me cuentan que en la guerrilla, los hombres lavaban ropa y platos y ahora ya no. Parece que la concientización no duró mucho…
No es solo la concientización, había una formación, pero también teníamos unas normas estrictas que protegían nuestros derechos e igualdad. Pero ahora que no hay nada qué hacer en los espacios de concentración y se disuelve el colectivo, no hay control. Tenemos una comisión nacional de género e igualdad donde elaboramos una estrategia para la reincorporación, pero en la práctica fue difícil implementar en los territorios. Por ejemplo, el Estado no mandaba ni toallas sanitarias ni métodos de planificación, algo que durante la guerra siempre teníamos garantizado. Y si por algún momento no había o fracasaba el método, la mujer tenía la opción de interrumpir el embarazo, aún estando en el monte.
¿La opción o la obligación?
La opción, esa era nuestra conquista feminista dentro de las FARC. Era obligatorio planificar, el aborto era una opción, por eso nacieron niños durante la guerra. Muchas mujeres tuvieron niños, era un peligro, no era compatible, era un problema tremendo, pero si ella quería, lo podía tener. Eso no quiere decir que no haya existido algún comandante que ordenaba a las mujeres abortar. Pero nosotras peleamos y logramos que se incluyera entre los estatutos que el Partido es antipatriarcal, pero eso hay que trabajarlo no se decreta.
Sandra Weiss. Politóloga, exdiplomática y, actualmente, corresponsal en América Latina. @SandraWeiss