Desde hace un mes aproximadamente, se desató en redes sociales y en medios de todo el mundo, la polémica derivada de que, la triunfadora de Miss España, una mujer transgénero, participaría en el concurso de Miss Universo 2018. El cuestionamiento a la participación de Ángela Ponce, vino de una de las competidoras, Valeria Morales, Miss Colombia, quien afirmó que la sevillana no debería participar en un certamen diseñado para mujeres que nacieron “mujeres”.
La posición fue secundada por Lupita Jones, exmonarca universal mexicana y directora del certamen en México. El alud de opiniones a favor y en contra no se hizo esperar. No vale la pena detallar aquí las expresiones enfermas y francamente patológicas de muchos machos que mostraron ser entes que solo piensan con una cabeza (y no es la que esta anatómicamente sobre los hombros)…
Lo que si vale la pena es abordar las expresiones que demuestran que, en un mundo moderno, las posiciones inquisitoriales están tan presentes como si nos hubiéramos quedado en la edad media.
La discriminación y el odio vinieron también de muchas mujeres incluso de algunas “feministas” que sacaron lo peor de sí mismas pero disfrazándose de modernas críticas y democráticas, tratando de argumentar que para empezar el mencionado concurso no debería ni existir.
Se puede estar de acuerdo en las características sexistas y cosificadoras del certamen, pero es importante entender la existencia del mismo en su justa dimensión. Veamos:
Los certámenes de belleza, nacionales e internacionales, incluyendo Miss Universo, son espacios de visibilización de quienes se dedican a la profesión de modelaje, ya que brindan espacios de promoción que se traducen en posibilidades de trabajo para las modelos que en ellos participan.
La argumentación de que las mujeres transgénero no deberían participar, pese a que el reglamento del certamen lo permite, se centra en un enfoque genitalista que busca establecer que si no naciste con vulva, vagina y ovarios: no eres mujer.
Esta posición reduccionista, representa varios prejuicios y posiciones de control que se supone, la humanidad ya había rebasado, pero principalmente el valorar a la mujer solo por su capacidad anatómica de procrear.
Si el enfoque del certamen alguna vez hubiera sido por esa vía, todas las tomas de cámara serian close ups a la zona genital de la mujer. Esperemos que la Señora Jones y Miss Colombia no tengan esa pretensión.
Miss Universo se centra en la presentación de la imagen física en general (aunque pueda no coincidirse en estos estándares) y en el desenvolvimiento profesional de las modelos que concursan.
Pero el rechazo la participación de las mujeres trans se centra en el prejuicio religioso, biologista y genital, mismo que trató de dar sustento al polémico mensaje con el que circuló el año pasado el autobús de la agrupación ultraconservadora Hazte Oír en España y que invitado por grupos derechistas mexicanos, vivió un rotundo fracaso en nuestro pais.
Estos grupos ultraconservadores pro religiosos y derechistas que, extraña y perversamente hacen un silencio cómplice por ejemplo ante los terribles abusos sexuales de los sacerdotes pederastas, argumentan la existencia y el avance en el mundo de una supuesta “ideología de género” que se presume enfocada a acabar con sus prehistóricos preceptos de familia tradicional.
Nada más lejano de la realidad. La lucha de la comunidad LGBTTI es muy simple y está enfocada: contar con los mismos derechos de todos y para todos, como ciudadanos pertenecientes a una población, a un estado o a un país.
El saldo después de estas semanas de debate, es afortunadamente positivo:
1.- Permitió evidenciar que mujeres “modernas” como Lupita Jones y Miss Colombia, mostraran su verdadero yo: un pensamiento arcaico, lleno de prejuicios y estereotipos. De miedos conventuales.
2.- Mostró que hay avance en el mundo y que el concurso sigue adelante con las nuevas características inclusivas para todas las mujeres, sean transgénero o cisgénero.
3.- Permitió, por lo menos en mi caso, detectar supuestas “amigas” en las redes que más bien podríamos clasificar como fanáticas religiosas de clóset, que trataron de argumentar con base en supuestos valores que son insostenibles: basando en profetas y “sagradas escrituras”, su posición abiertamente inhumana y discriminatoria.
4.- Añado: es gente irresponsable que no ha entendido su complicidad en la normalización de la violencia, en este caso contra cualquier expresión de la diversidad sexual.
Sus posiciones son delincuenciales y cómplices de una terrible realidad: por ejemplo México es, después de Brasil, el país con mayor número de asesinatos de mujeres trans en el mundo.
Al respecto de esto último me interesa aclarar: cuando alguien argumenta a favor de la discriminación en cualquiera de sus expresiones, tratando de sustentarse en lo dicho por profetas de hace varios siglos o textos de francamente dudosa procedencia y aval histórico, solo puede ser combatido con las armas del ridículo.
5.- El debate mostró la resiliencia de las mujeres trans representadas por Ángela Ponce. Gane o no el certamen, ella ya ganó para todas nosotras respeto y visibilización.
Alicia Guerrero es comunicadora y especialista en temas de mercadotecnia, comunicación política y relaciones públicas., Es luchadora permanente por el empoderamiento femenino y el respeto a la diversidad sexual.