Por. Gabriel Ramírez, periodista mexicano en Canadá
Mientras en México, aún se derrama la sangre y los muertos y desaparecidos se cuentan por miles por la fallida guerra contra el narcotráfico, la legalización de la marihuana con fines recreativos en Canadá representa un parteaguas en la historia del país y una lección para el resto del mundo.
Se trata de un profundo cambio político, jurídico y cultural, en una de las economías más desarrolladas del planeta, que establece un nuevo orden de interacciones sociales en el país y provocará diversos efectos a escala internacional.
El primer ministro, Justin Trudeau, ha declarado que la medida es el reconocimiento del fracaso de la política prohibicionista. Sin embargo, ha omitido responsabilizar a Estados Unidos de ser el principal promotor de este enfoque.
En 1923, el gobierno canadiense tipificó a la marihuana como una droga ilícita y endureció las penas por cultivo, tráfico, consumo y posesión.
Los medios y políticos de la época se encargaron de “satanizar” a la planta y generaron una corriente de opinión que al paso de los años derivó en la estigmatización de los consumidores.
A pesar de haber sido utilizada durante siglos como una hierba medicinal y ritual por los indígenas canadienses, la cannabis fue señalada como responsable de convertir a las personas en maníacos delirantes capaces de matar mediante los métodos más salvajes de crueldad.
Durante nueve décadas, el enfoque prohibicionista provocó graves daños a la salud pública, principalmente en adolescentes y jóvenes; el encarcelamiento de miles de personas y la muerte de muchos otras en la guerra por los mercados y el combate de las autoridades contra los traficantes de la droga.
La batalla contra la marihuana representó una inversión de miles de millones de dólares en seguridad, sistemas judiciales e infraestructura penitenciaria.
Mientras los impuestos de los contribuyentes se desperdiciaron en esta batalla, hubo quien se enriqueció en el mercado negro, otros lo hicieron a costa de la corrupción y el lavado de dinero.
Expertos en seguridad y justicia penal han señalado que Canadá ha gastado más dinero en intentar castigar los delitos relacionados con la marihuana que en la investigación, la aplicación y la prevención de delitos graves de violencia, por lo que concluyen que la guerra contra las drogas hizo del país un lugar menos seguro.
Después de 95 años de criminalización, Canadá tira la toalla y el Primer Ministro, Justin Trudeau, pasará a la historia por su pragmatismo.
El año pasado, 4.6 millones de canadienses gastaron 5.6 billones de dólares en consumo de marihuana, según cifras oficiales. En ciudades como Toronto, Montreal y Vancouver es común percibir el humo de la marihuana en las calles.
En este contexto, el pensamiento del gobierno estuvo basado en la utilidad, un simple análisis de costo-beneficio, sin escatimar los dividendos electorales.
Se prevé que la legalización de la marihuana impulse la economía canadiense y genere hasta mil 100 millones de dólares tan sólo en el cuarto trimestre de 2018. La partida para los distintos niveles de gobierno sería del orden de los 400 millones de dólares.
El Canadian Imperial Bank of Commerce va más lejos y prevé que para 2020, las ventas sean por 6,500 millones de dólares.
Pero eso no es todo, Canadá pretende convertirse en uno de los principales exportadores de marihuana conforme la legalización de esta droga avance en el resto del mundo en los próximos 20 años. Para ello, impulsará las primeras empresas globales dedicadas a este mercado y apoyará el desarrollo de tecnología para el sector.
En Canadá, los plantíos no están escondidos en la sierra como en México, sino que se trata de modernos invernaderos que, al igual que los complejos para la investigación, producción, almacenamiento y distribución de la droga, son instalaciones de con tecnología de punta y altos estándares de calidad. Canadá ha llegado a su cita con la realidad. A partir de este 17 de octubre, los canadienses podrán producir, distribuir, comprar, consumir, poseer y hasta cultivar sus propias plantas de marihuana legalmente.
De esta manera, Canadá ha llegado a su cita con la realidad. A partir de este 17 de octubre, los canadienses podrán producir, distribuir, comprar, consumir, poseer y hasta cultivar sus propias plantas de marihuana legalmente.
Aunque cada provincia tiene sus propias reglas, la edad mínima para adquirirla, en tiendas o en línea, será entre los 18 y 19 años. La cantidad máxima permitida de compra y posesión es de 30 gramos y solo podrá ser consumida en espacios permitidos y privados.
Sin duda, la canadiense no es una legislación perfecta y se modificará acorde a las circunstancias y necesidades. Por ejemplo, en una siguiente etapa contempla la amnistía para quienes tienen cargos criminales por simple posesión. No obstante, la ley que entra en vigor representa la capitulación de la primera economía desarrollada del mundo ante una guerra fallida, una trascendental decisión que va de la prohibición a la recreación.