No pasará mucho tiempo para que el pleito por el poder político en la Cámara de Diputados vuelva a estar por encima de la agenda legislativa. Los morenistas padecen de un mal llamado “protagonismo” que los enfrentará, una y otra vez, hasta que uno de ellos levante la cabeza del otro en señal de triunfo como pasó entre Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado que utilizaron Comunicación Social para medir fuerzas: El viejo lobo de mar se comió a quien apenas comienza a nadar en un océano embravecido y traicionero.
Nadie puede decirse sorprendido por el espectáculo que Muñoz Ledo, Mario Delgado y Dolores Padierna protagonizaron en la Cámara de Diputados, durante la pasada comparecencia del secretario de Hacienda, José Antonio González Anaya. Sabemos que los tres tienen un alto grado de protagonismo enfermizo pero, además, de pelearse el poder ahora que son mayoría parlamentaria, quieren ganarse la confianza de quien, con su triunfo, los colocó ahí: Andrés Manuel López Obrador, el Presidente electo.
El error cometido desde un principio fue nombrar a Mario Delgado como el coordinador de la bancada morenista y presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) como si su experiencia legislativa le diera para tamaña responsabilidad. Fue senador por el PRD y al configurarse la traición hacia el Sol Azteca se pasó a Morena sin ser un legislador brillante.
El extitular de Finanzas del gobierno capitalino durante la administración de Marcelo Ebrard no fue un orador que despertara pasión, menos un congresista que impactara por sus iniciativas. Se le recuerda más por subirse a los árboles en compañía de Mariana Gómez del Campo para colgar cartulinas.
La designación de Delgado como coordinador de la bancada mayoritaria en San Lázaro fue meramente un acto de pragmatismo, una concesión hacía Marcelo Ebrard, su jefe desde hace muchos años y el pago por haber asistido a los programas de Joaquín López-Dóriga Si Me dices no vengo en la campaña presidencial que dio el triunfo a Andrés Manuel López Obrador.
Otro error de los morenistas es haber colocado a Porfirio Muñoz Ledo como presidente de la mesa en la cámara baja, y no porque no sepa, sabe mucho de parlamentarismo, su problema radica en que el protagonismo y la soberbia lo hace intolerante y grosero con los demás. Ya se olvidó el enfrentamiento que en semanas pasadas tuvo con su compañero Gerardo Fernández Noroña, a quien le cerró el micrófono para que no hablara.
El viejo priista, perredista y petista supo imponer su voluntad al joven Delgado que perdió el área de comunicación social, la que no importa, la que no se requiere de acuerdo a la política de medios que impondrá el Presidente electo.
Dolores Padierna es una experta en materia legislativa, ha ido de cámara en cámara durante varias legislaturas por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y se le considera una mujer ordenada y experta negociadora.
Lo que Padierna no ha entendido es que ya no es diputada de oposición, mucho menos cuando tiene la responsabilidad de ser la vicepresidenta de la mesa, menos aún cuando en aquel momento de la comparecencia del funcionario priista fungía como presidenta. Lo regañó, lo acusó y le gritoneo despertado el enojo de los priistas que se habían mantenido con muy bajo perfil.
Los legisladores morenistas están cometiendo innumerables errores en la conducción de la legislatura que el primero de diciembre recibirá al presidente electo, Andrés Manuel López Obrador para colocarle sobre el pecho la banda que le da personalidad de Presidente de la República.
¿En estas condiciones quieren pastorear a un rebaño de diputados morenistas inexpertos? El abrazo no es el fin de la confrontación, es un impasse en la lucha por el poder legislativo.