Patrocinado por una marca de cerveza, #OrgullosamenteIndio fue un hashtag que se volvió tendencia la semana pasada. Usuarios de redes sociales con miles de seguidores publicaron imágenes en las que aparecen vestidos con una playera blanca sobre la que puede verse tachada la palabra “pinche” para ser sustituida por “orgullosamente”.
La campaña fue un intento para que la palabra “indio” no fuera empleada como estigma. No obstante, entre las personalidades participantes, todos “influencers” blancos, ninguno representa a un grupo vulnerable que sea víctima de discriminación por su tonalidad de piel. Este hecho desató indignación contra la campaña, pues se acusó que ninguno de los presentados en ella eran sujetos de discriminación racial o representaba el prototipo físico que se asociaba con el término “indio”.
Pero, en su afán de descalificar la campaña, los usuarios la tacharon de inconsistente al evidenciar que varios de los modelos habían usado frases discriminadoras en sus redes en algún momento. En su intento no se percataron de que ellos mismos remarcaban que la sangre indígena sólo puede estar asociada con ciertos rasgos físicos. Estereotipos como argumentos en la batalla contra el racismo.
Y así se empantanó la discusión de un problema que ha dañado severamente al país. Puede que en redes el problema sólo dure unos cuantos días y las notas publicadas sólo unos cuantos las hayan visto. No obstante, la discriminación racial es algo latente en nuestro país.
Cabe mencionar que, según datos de la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017, 40.3 por ciento de la población indígena de 12 años o más ha sido discriminada debido a su condición étnica.
Se dice que no hay nada peor que ser mujer e indígena. Eso se puede constatar en una de las conclusiones del informe ‘Desigualdades en México 2018’, elaborado por la Red de Estudios sobre Desigualdades del Colegio de México. Las mujeres, las personas con menores ingresos y la población indígena son los sectores poblacionales que enfrentan “mayores dificultades” para “alcanzar objetivos cruciales en su curso de vida”.
Las expectativas salariales de los trabajadores mexicanos son muy distintas dependiendo de la entidad en la que laboran, dice el informe, que alerta de que en el sur y, principalmente, en el suroeste del país, donde la población indígena es mayor, los ingresos laborales son mucho menores.
En el contexto del Foro Empoderar a las Mujeres Indígenas para Erradicar el Hambre y la Malnutrición en América Latina y el Caribe, a principios de año, Guadalupe Martínez Pérez, coordinadora de Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y el Caribe, dijo que en México hay 15 millones de indígenas, 60 por ciento son mujeres indígenas y 80 por ciento viven en una extrema pobreza; “eso es una realidad y no se puede cerrar los ojos”.
Apenas hace unos meses, María de Jesús Patricio Martínez, conocida como Marichuy, fue electa por el Congreso Nacional Indígena como la vocera y representante para buscar la candidatura independiente por la Presidencia de México en 2018, y en redes sociales se levantó una serie de manifestaciones racistas y misóginas en su contra. Las mismas redes que hoy se indignaban por modelos rubios en una campaña antirracismo.
Definitivamente, nuestras convicciones deben trascender redes y tendencias. Se deben combatir día a día los chistes, comentarios y frases que ridiculizan, minusvaloran o desprecian a las personas por su tono de piel, su historia y su cultura. Por desgracia, la existencia del racismo no molesta a la sociedad en general tanto como la incorrección política en público. No es para dar orgullo.