«PUEBLO DEL SOL»: Entre la matanza y el sacrificio, 2 de octubre no se olvida - Mujer es Más -

«PUEBLO DEL SOL»: Entre la matanza y el sacrificio, 2 de octubre no se olvida

 

Hace dos días conmemoramos el cincuenta aniversario del 2 de octubre del 68. Este hecho trágico de la vida política y social de México nos lleva a reflexionar sobre la razón de Estado que se esgrime para justificar el uso de la violencia para matar a las personas en nombre del bien común y del significado del sacrificio entre los mexicanos.

Hace unos años don Antonio Velasco Piña escribió un libro (Regina) para contar con prosa narrativa una serie de hechos que confluyeron en el aciago día del 2 de octubre. Y que se interpretaban en la novela como un sacrificio ritual para despertar la conciencia profunda de la espiritualidad y de la libertad de México y los mexicanos, y que se encauzaron a partir de ese entonces en un movimiento cultural que se llama mexicanidad.

La novela tiene una trama fascinante y permite su lectura en pocos días a pesar de ser voluminosa. Recuerdo una navidad familiar donde un ejemplar pasó de mano en mano y todos lo devoramos entre el 24 y el 31.

El planteamiento general es que una mujer (que fue edecán olímpica y apareció en muchas fotos de la prensa) había sido formada en la tradición espiritual tibetana y tenía la misión secreta de despertar la energía de la mujer dormida, la Iztaccihuatl, del pueblo mexicano. Que con ello la espiritualidad de la humanidad entera comenzaría una nueva etapa luminosa de libertad. Ella (en la trama), sabiendo lo que sucedería en la Plaza de las Tres Culturas, decidió junto con otros colegas guardianes de la tradición tolteca sumarse a la marcha estudiantil para sacrificar su vida junto a la de los jóvenes que serían masacrados en Tlatelolco. Y que de ese sacrificio voluntario de un ser excepcional a favor de la espiritualidad de la humanidad, vendría un proceso de conciencia muy importante.

En un siguiente libro (El retorno de lo sagrado) Velasco Piña hace un recuento de esas transformaciones ideológicas que ocurrieron gracias al despertar de la mujer dormida.

A lo largo de su obra que incluye varios libros el autor nos muestra su interpretación espiritual de los hechos históricos, como un ejercicio hermenéutico constante por dar un significado trascendente al acontecer social y político de la humanidad. Con la vista puesta siempre en la idea de una conciencia espiritual de la singularidad mexicana que se expande cada vez más. Un fenómeno que sin duda podemos asociar a la crisis de las grandes ideologías religiosas de los últimos años y el surgimiento de una nueva espiritualidad cada vez más horizontal. Sin duda avanzamos en ese sentido.

El punto fino de la interpretación de la matanza de Tlatelolco como un sacrificio quizás no tenga que ver con esa conciencia espiritual que busca la mexicanidad. Sino con la brutal tradición del Estado mexicano (y continuada por el gobierno mexicano en el siglo XX) de ofrecer corazones humanos al Sol, de matar a unos para el bienestar general de los demás, al darle alimento al Sol como símbolo del bien común.

¿Podemos pensar que esa antigua práctica religiosa de Estado no generaba ningún tipo de resentimiento entre las familias y comunidades de los cientos de jóvenes que morían sobre el techcatl (la piedra sacrificial)? ¿Podemos pensar que la justificación de Díaz Ordaz sobre sus decisiones represoras hicieron sentido en la sociedad mexicana tras los acontecimientos? Esas palabras que pronunció años más tarde en una entrevista expresando orgullo por los riesgos que tomó durante el año de 1968 con “más que horas de trabajo burocrático, comprometiendo su integridad física,” y una sarta de indulgencias. ¿Y todo para que los mexicanos pudiéramos vivir con libertad años más tarde? ¿Habrá alguien hoy en día que piense de esa manera? ¿Era necesario hacer una matanza de jóvenes para mantener el orden del país? La justificación represora carece de sentido. Pero la idea de un sacrificio útil se mantiene vigente. Muchos coincidimos que esa fecha es parte aguas en la historia de nuestro país y sus conquistas de espacios de libertad. Que no se puede entender el presente de México sin el 68. Que quizás la bestia sedienta del poder autoritario en México no pudo prever que ese manotazo asesino, como cuchillo filoso de obsidiana en el corazón herido del guerrero digno, iba a ser el principio de su fin.

¿Sacrificio o matanza? Si nos atenemos a los símbolos del colectivo mexicano la balanza se inclina al sacrificio. Pues hoy en día en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados las letras doradas escriben “Al movimiento Estudiantil del 1968”. En un listado que incluye a muchos otros asesinados que nos dieron patria con su sacrificio.

¿Será entonces que la mujer dormida dio a luz a un nuevo México que ahora en 2018 luchará por el ideal de una Cuarta Transformación? ¿Habrá sacrificios de vidas también en esta ocasión? Son unas de las incógnitas que nos mantienen alertas ante el porvenir de México.

 

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