«PUEBLO DEL SOL»: Ser o no ser un dios - Mujer es Más -

«PUEBLO DEL SOL»: Ser o no ser un dios

 

¿Nos podemos imaginar a los toscos españoles del siglo XVI, verdaderos mojados de su época, asumirse como dioses mesoamericanos? ¡Desde luego que no! Para ellos su audaz aventura fue llevar a cabo una empresa de conquista exitosa, que sobrevivió a muchas vicisitudes y que supo articular todos los factores que confluían en el proceso. Hubo vencidos y vencedores y después de ella continuó habiendo favorecidos y desfavorecidos, como seguramente seguirán existiendo siempre. Se trató de una apuesta, porque no fue una guerra asegurada por anticipado como las hacen siempre las naciones ricas y poderosas. Fueron jóvenes migrantes sin un futuro en la España del siglo XVI, parecidos a los muchos que migran hoy en día a otros países en busca de oportunidades. Y claro que sucede que esos vigorosos escapistas no siempre son gentes preparadas, que reaccionan de la forma más civilizada ante cualquier situación. La vida es así.

Lo que suele suceder en este tipo de confluencia de factores históricos que transforman la realidad drásticamente, es que las personas que han participado del proceso no siempre saben adaptarse al nuevo escenario.

¿Cómo contar los hechos de la conquista como mito fundacional de lo mexicano? ¿Cómo podemos resolver la narración de estos hechos para entender nuestro presente? Eso dependerá de lo que queremos que sea nuestro presente.

En lo personal, creo que un dominio que favorece las influencias fecundas que vienen de otros pueblos como parte importante de la construcción de la realidad, dejará un legado histórico más significativo que el de cualquier otro momento. La condición de cruce entre culturas de nuestra tierra, debe de plantear que el dominio no puede olvidarse del poder creativo de esas influencias y que necesitan un contexto propicio para poder fecundar. Lo español enriqueció así nuestra diversidad.

Es lo opuesto al proyecto de dominio actual. A nuestros gobernantes les gusta creer que debe haber una realidad formal y macroeconómica impecable, que toda la gente debe aplaudir e incorporarse felizmente a ella. Pero ojo, ‘aquí entras sin desorden, sin influencias, sin imaginación’, el presente y el futuro están planificados y sin opción a cambios ni riesgos. Se ha llegado incluso a un tipo de conceptos analíticos de negocios como el llamado “riesgo país” o “riesgo de inversión.” ¿Se imaginan a Cortés revisando el riesgo de inversión de la empresa de conquista de la Nueva España hecho por un asesor antes de pagar la armada en Cuba? No lo hizo y no le fue nada mal. Me gustaría ver hoy en día a los políticos y a los empresarios del mundo asumir ese tipo de riesgos para crear una nueva realidad.

¿Queremos una cuarta transformación? Invoquemos el poder del caos que rompe las viejas estructuras, que el mito de la conquista nos otorgue la potencia del cambio.

En las aguas del lago flota Cipactli. El agua salitrosa se tiñe de rojo por la sangre derramada del mexica. El guerrero valiente entrega su fuerza en sacrificio. La espada de metal afilado se hunde en su pecho y las gotas preciosas brotan del yólotl hasta alcanzar la tierra y escurrirse hasta el agua donde una vez brotó el nopal del corazón de Copil. El guerrero honra y alimenta así a su dios Huitzilopochtli que emerge por el horizonte con la fuerza para iluminar el día. Bajo el manto cálido y luminoso del dios se encuentran hombres y mujeres que ya no se reconocen, que hurgan en su memoria en busca de su ser. “¿Ha quedado algo de mí? ¿En dónde ha quedado mi corazón?” El Cipactli apenas se mueve, no agita sus manos, no alza la cabeza, no menea su cola. Y esos hombres y mujeres convertidos en los dioses del cambio, en medio del agua ensangrentada, se esfuerzan por elevar con vigor las fauces del animal y de enterrar su cola en la región de los muertos; la bestia regresa a la vida: de su boca salen las estrellas y los cielos, en el calor de su vientre queda la tierra fértil del maíz y su cauda penetra en la profundidad del misterio.

Se ha logrado: el poder de ollín arremolina las aguas hasta consumar el cambio. Volverán las lluvias, regresará el calor, los nuevos tiempos encontrarán su cauce. Agua y fuego continuarán su lucha. La serpiente emplumada se eleva por los cielos, brilla como el lucero de la mañana. “He regresado, aquí estoy” nos dice a los mexicanos. “Si una vez les enseñé el secreto de la semilla de maíz que germina y crece en la milpa, si robé el fuego para que ustedes comieran tamal y tortillas, ahora regreso para otorgarles el poder de mudar las cosas, de transformarlas. Que su corazón no dude del camino, de su hacer, de su confianza en el porvenir. El sacrificio se ha consumado. El vaso de los corazones sangrantes se ha rebosado. El sol se encuentra en el firmamento.Ninguna muerte ha sido en vano. El rostro vuestro no será nunca más el mismo, la sangre del extranjero ahora es parte de vuestra sangre. Y nunca olviden el poder que yace en esta tierra y que todo lo destruye. Pues para construir el porvenir la vieja casa debe caer.”

Es tiempo de perder el miedo al cambio. Solo el caos es capaz de gestar una nueva realidad. Las cosas caen y se levantan. Y a pesar de todo, “En tanto que permanezca el mundo, no acabará la fama y la gloria de México Tenochtitlan”.

Related posts

Día de la Mujer, con M de México

CEREBRO 40: “Supervivientes, si, ¡maldita sea!”

CEREBRO 40: Navidad privadas de la libertad, la realidad de las cárceles en México