Solo una tonta podía dedicar su vida a la soledad y al amor.
Solo una tonta podía morirse al tocar una lámpara, si lámpara encendida, desperdiciada lámpara de día eras tú.
(Jaime Sabines a Rosario Castellanos)
“Recado a Rosario”
“Si es necesaria una definición para el papel de identidad, apunte que soy una mujer de buenas intenciones y que ha pavimentado un camino directo y fácil al infierno”.
Cuando yo era muy chica pensaba que Rosario Castellanos se parecía mucho a mi abuela paterna, seguramente fue la moda de la época, aunque ahorita observo fotos y si, efectivamente eran mujeres parecidas, tal vez por eso la figura de Rosario Castellanos me resultó siempre familiar y propia, cuando leí Balún Canán obviamente entendí que no solo me pertenecía a mí, que Rosario Castellanos pertenecía a la tierra de México, al aire y al agua de los ríos, a los indígenas porque ella sabía lo que pasaba entre su piel y su alma, conocía el olor del aire y la voz del mar.
No fue excepcional por ser mujer, por ser mujer fue excepcional, por poder entender y repetir en letras los sentimientos de la mujer ancestral, de la mujer que lucha por su genuino deseo de ser ella misma contra todo y contra todos, contra quien dice amarla y protegerla, contra un universo entero, en donde muchas veces el ataque viene desde nuestro propio cuerpo, del dolor de nuestras entrañas, de nuestro nombre, de nuestra esencia. Una mujer que no pretendió hacer escándalos ni confrontar para hacerse notar, una mujer que usó el conocimiento y el arte, en este caso las letras para explicar por qué y cómo siente y vive una mujer desde el fondo de su alma, una mujer que levantó la voz con voz suave, con palabras perfectas para buscar comprensión y empatía.
La película Los Adioses retrata por mujeres a la más mujer de todas, con la Dirección impecable de Natalia Beristáin, los diálogos de René Prudencio, resaltando en cada escena la maravillosa narrativa de la poesía de Rosario, producida por María José Córdova, actuada magistralmente por Karina Guidi y Tessa Ía como Rosario en su juventud logra hacer justicia fiel a la esencia de la poetisa.
Mencionar por demás la maravillosa dirección artística y la fotografía, así como la musicalización y ambientación de la película es justo, porque todo en conjunto nos trae de nuevo a este plano terrenal a Rosario y su prosa perfecta.
¿Que más tiene de especial Los Adioses?
Nada, solo eso, volver a escuchar sus párrafos llenos de dolor, de brutal humanidad, de profundas emociones y dolorosas reflexiones.
Recordar con orgullo que Rosario Castellanos fue mexicana, fue mujer y existió; y que eso nos hace a todos un poco dueños de sus letras.
La Rosario humana, rebelde y dócil, comprometida, a pesar de que quien más amaba cuestionara siempre su manera loca de aferrarse a la escritura como única manera de sobrevivir.
Rosario fue una mujer que supo a qué vino a este mundo, supo qué la hacía vivir y cual era la única manera de respirar.
Rosario Castellanos es y será la voz de todas las mujeres de México, el grito ahogado de todas las que son obligadas a agachar la cabeza por ser mujeres, por ser madres, por ser hijas, por haber amado, que son obligadas a renunciar y a callar para vivir.
“El que se va se lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca”.
-Rosario Castellanos-