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«ABC-DErechos»: La felicidad como un derecho humano

Por JUDITH CORONEL

Cuestionar es parte de la condición humana. Seguramente lo traemos en el ADN. “Quién soy, qué hago en esta vida, de dónde vengo y a dónde voy… Preguntas tan abstractas, complejas e importantes, como: ¿Qué es la FELICIDAD más allá de un estado transitorio y efímero? El tema de depresión e infelicidad clínica, está relacionado con el derecho a la salud, y por esta ocasión, lo dejaremos como caso aparte.

Según la Real Academia Española de la Lengua es un “estado de grata satisfacción espiritual y física”. El 1 de julio, fuimos testigos de un estado colectivo de felicidad. Millones de personas transitaron por estados de euforia cuando José Antonio Meade y Ricardo Anaya reconocieron la supremacía electoral de Andrés Manuel López Obrador.

Estas expresiones masivas, y las experiencias individuales, nos hacen ver que esa felicidad es un estado transitorio de nuestra condición humana.

¿Cómo extender, objetivamente y conceptualmente, este estado colectivo de grata satisfacción espiritual y física? Incluso, para muchos especialistas y defensores de derechos humanos, la felicidad es el respeto a la dignidad del cuerpo, la razón y la espiritualidad que debe ser promovida por un Estado democrático.

En febrero de 2012, en Bután, la felicidad fue reconocida como un derecho constitucional. La alegría de este pequeño y empobrecido pueblo de los Himalayas se mide por la “FIB”, Felicidad Interna Bruta, un  término muy amplio que toma como referente la situación emocional de las personas a partir de satisfactores tangibles. La felicidad también es reconocida en los mismos términos en países como Japón, Corea del Sur y más recientemente Brasil. Aclaro, no digo que la población es feliz porque se reconozca este derecho en el papel.

En las constituciones de Japón, por ejemplo, la felicidad, será, en tanto que no interfiera con el bienestar público; en Corea del Sur el Estado se compromete a garantizar los derechos fundamentales de los individuos; en Brasil, el legislativo aprobó una enmienda para incluir en la Constitución dicho derecho.

En términos llanos, de las legislaciones, programas de combate a la pobreza y marginalidad, y normas de convivencia no violenta y solución pacífica de conflictos, no es un fin en sí misma. Sin embargo, desde mi particular punto de vista, es una meta que se conquista con el respeto y cumplimiento de los derechos humanos, económicos, sociales, culturales, ambientales, a la salud, el trabajo decente, la educación, la alimentación suficiente y nutritiva; así como a la verdad histórica, la justicia, la no repetición y la dignidad humana, entre muchos otros, que en nuestro país se encuentran en la larga lista de pendientes.

Cómo hacemos para que la felicidad no sea efímera, pase del concepto implícito, abstracto y hasta metafísico, a un estado de bienestar donde las personas sean respetadas en su derecho a la vida, a la dignidad, la paz, la libertad en lo individual y colectivo.

Por lo que cabe preguntar, los cómo enfrentarán Andrés Manuel López Obrador, los integrantes de su gabinete social y de seguridad, los Delegados de Programas Integrales de Desarrollo, el reto de un país con millones de personas en situación permanente de infelicidad. Y habrá que reconocer que no son felices las familias de más de 34 mil personas desaparecidas –según los cálculos recientes de 2018-. Tampoco lo son, quienes perdieron seres amados resultado de las muchas formas de violencia que prevalecen en nuestro país y que incrementó con la guerra contra el crimen organizado. Como muestra un botón, sólo en los primeros seis meses de 2018, casi 16 mil personas fueron asesinadas. Un año, extremadamente violento.  No viven felices más de 55 millones de pobres, de los cuáles 27 millones se encuentran en pobreza alimentaria.

Entre las grandes expectativas que generó el proceso electoral, está con toda su abstracción, la promesa de ser felices con #Yasabesquién; de gozar de una República amorosa. Y aunque no es suficiente crear una Secretaría del Bienestar, ésta podría ser un primer paso, en tanto comiencen a verse resultados.

El reto es titánico y estrechamente vinculado con el respeto y cumplimiento de los derechos humanos, la solución pacífica de los conflictos y la cultura de paz.

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