Hemos hablado mucho de la generación de los Justin Trudeau y de los Emmanuel Macron como hombres dispuestos a romper con tabúes y con los formalismos de las cúpulas políticas en las que se formaron.
Pero poco se ha dicho de las mujeres que acompañan a estos gobernantes nacidos en los años 70 y que crecieron bajo condiciones de mayor equidad de género.
De entrada el presidente de Francia tiene una esposa mucho mayor que él, y la del primer ministro de Canadá es una activista en contra de la violencia doméstica.
Y tanto en el caso de Trudeau como de Macron, sus gabinetes son literalmente paritarios: la mitad de sus ministros son mujeres.
Cuando le preguntaron al canadiense el porqué de aquella decisión, irónico respondió: “Porque estamos en 2015”.
Una de estas colaboradoras es Chrystia Freeland, ministra de Asuntos Exteriores y por lo tanto responsable del grupo canadiense en las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y México.
Defensora del TLC como una plataforma de historia común regional, la canciller canadiense ha sido el rostro del gobierno liberal de Trudeau frente a los embates de Donald Trump contra esta alianza.
Querida entre la clase política de su país, periodista de profesión, Chrystia Freeland se ha vuelto además muy cercana a los negociadores mexicanos, su homólogo, el canciller Luis Videgaray, y el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo.
Ayer, según las cuentas de nuestro secretario de Relaciones Exteriores, la canadiense realizó su séptima visita a México desde que ocupa esa responsabilidad.
Y lo hizo para confirmar el compromiso del gobierno mexicano en la culminación de un tratado trilateral, luego de que Trump reactivara su idea de campaña de dividir el TLC en dos tratados bilaterales, uno con nosotros y otro con los canadienses.
Sonriente, cálida, dispuesta, Chrystia Freeland visitó a los secretarios mexicanos en la cancillería.
Ahí, contó haber pasado la prueba de mexicanidad que Videgaray y Guajardo le impusieron en el plano gastronómico: al hacerla comer, dijo ella, gusanos y hormigas.
Lo cierto es que la prueba mayor de la canciller canadiense era regresar con Trudeau con el sí al TLC trilateral tanto del gobierno de Enrique Peña como del futuro presidente.
Y a juzgar por las imágenes difundidas desde la casa de transición de Andrés Manuel López Obrador, hasta donde llegó nuestra visitante, la reunión ratificó lo oficialmente declarado por Videgaray: la renegociación es entre tres y esa es una definición de Estado, es decir, transexenal.
Posteriormente el futuro canciller, Marcelo Ebrard, confirmó que AMLO así se lo hizo saber a la enviada de Trudeau: también el próximo gobierno es de la idea de que el Tratado debe seguir siendo trilateral.
Radiante, Chrystia Freeland se despidió en español de la prensa mexicana y más tarde escribió en Twitter haber estado complacida de conocer al presidente electo.
Diplomática de estos nuevos tiempos en la que los gobernados exigen políticos ligeros y dispuestos a la empatía, la canciller canadiense pasó la prueba, en broma, de comer escamoles.
Y es que resulta que Videgaray y Guajardo le dijeron que los huevos servidos en el desayuno, en la Cancillería, tenían insectos mexicanos.
Pero una vez que terminó de comer, los mexicanos le confesaron que no era cierto.
Bromas aparte, Chrystia Freeland pasó una prueba mayor: la de conseguir la promesa de AMLO de que seguirán negociando entre tres, es decir, que la luna de miel del futuro presidente mexicano con Trump no sacará a los canadienses de la jugada del libre comercio regional.
Más allá de lo que suceda con el TLC, el trato amable, la disposición y la sonrisa de la canciller canadiense se quedan con nosotros, como registro y señal de la política en tiempos de gobiernos paritarios.