Me platicaron un experimento cruel: Metes una rana en agua templada y la pones a fuego lento. El animal jamás se entera del calor creciente pues su temperatura corporal aumenta en la misma proporción, hasta que muere hervido. Me recordó a México: hemos convivido tanto con la degradación, que nunca nos enteramos que nos absorvió. Un ejemplo emblemático y brutal es la crisis actual de los semefos para albergar cadáveres.
En la época del Tío Gamboín y Zabludovsky el principal escándalo en la opinión pública eran las amantes del presidente. Hoy nos amanecemos con cuerpos desmembrados en Insurgentes, 200 mil muertos por la narcoguerra, robos orgiásticos desde el poder público como en Veracruz y Quintana Roo, miles de armas ilegales en el territorio, robo gravísimo de combustible y una enorme economía informal que no aporta al fisco.
Los individuos poco podemos hacer para enfrentar este paradigma. Históricamente han sido las crisis en la élite política las que han generado cambios profundos y hoy es el caso.
La ruptura de Cuauhtémoc Cárdenas con el PRI en 1987 abrió al Sistema. Generó pluralidad, ciudadanizó las elecciones y detonó un incipiente contrapeso al Presidencialismo. Estamos viendo en 2018 una reedición de ello a gran escala. Las purgas del PAN, las deserciones en PRI y PRD, el empoderamiento de Morena, el amargo divorcio del PRIAN, las amenazas de cárcel, todo eso nos habla de que se están rompiendo acuerdos y alianzas, está cambiando el estado de cosas.
El Establishment al confrontarse está gestando un nuevo statu quo. No lo hace por ética sino para mantener jugosas parcelas de poder, para lo cual primero debe aplastar al enemigo. Esta guerra los debilitará a todos, sin importar quién gane.
Pero el daño no será parejo. Hay partidos que literalmente se están jugando la vida como el PRI, PAN, PRD o PANAL. Imaginemos cómo le cobrarían los calderonistas a Anaya su fracaso o cómo expulsaría el PRI al grupo peñista. Morena tampoco tendrá incentivos después de la elección para seguir reclutando cartuchos quemados, por lo que de ganar AMLO, los opositores lejos de buscar asilo ahí, tendrán que robustecer a sus escuálidos partidos, como única opción de empleo.
El propio Sistema en su crisis tenderá a generar nuevos contrapesos. Si gana Anaya deberá cumplir con encarcelar a varios personajes. Meade, con demostrar su deslinde de la corrupción. AMLO, con fondear la prosperidad mediante los recursos que se venían robando.
Cualquiera de estos escenarios supondrá romper cadenas de encubrimientos, contubernios y cochupos en todos los niveles de mando. Habrán de surgir nuevas transas pero al menos las que hoy nos agobian tenderán a romperse y es una buena noticia.
La crisis cimbrará por primera vez a todos los partidos, más allá de quién gane la Presidencia. Es un hecho digno de celebrar. Gobierno dividido, sin mayorías absolutas, mortandad generalizada de partidos, un claro mandato contra la corrupción, políticos desempleados obligados a reinventarse.
Sólo así con grandes pérdidas nuestra clase política empezará a esforzarse en dar resultados, auditarse mutuamente, en disimular pillerías. Aquí entra en juego la sociedad organizada: monitoreando y exhibiendo al poder público. Si eso va acompañado de una masiva votación este domingo, mi México querido habrá avanzado. Te invito a debatirlo en twitter: @rodriguezrraul
Raúl Rodríguez Rodríguez. Escritor y analista político. @rodriguezrraul