01 de mayo, 2018
La mayoría de las encuestas muestran porcentajes importantes en la casilla de indecisos. Por ejemplo, en la del 9 de abril de El universal, a la pregunta de por qué candidato votará para presidente, 17% responde “Otro o ninguno” y “No sabe”. Quienes afirman que es “muy probable” o “probable” que aún cambien su intención de voto, son 15%. ¡32% de los votantes pueden ser considerados indecisos!
Es decir, tenemos dos grupos de indecisos, los que responden, en la mayoría de las encuestas, como aquellos que no se manifiestan por ninguno de los candidatos y quienes se manifiestan por alguno de ellos, pero afirman que aún pueden cambiar su voto. En el segundo grupo, aparecen 17% con Ricardo Anaya, 15% con Meade y 7% con López Obrador. En números absolutos, el 7% de AMLO representa dos millones y medio de votantes, casi lo mismo que el 15% de Meade y que el 17% del PAN.
La de El Universal no es la única muestra demoscópica que habla de millones de votantes que aún no deciden su voto o que lo pueden cambiar. El Heraldo, el 2 de abril, publicó los resultados de su propia encuesta, según la cual, 26% de los votos son aún volátiles.
Algunos medios y comunicadores serios hicieron, después del debate, pública una encuesta de Massive Caller, en la que prácticamente se empataba a Anaya con López Obrador y se ponía a Meade muy por debajo. Días después se ha hecho notorio que la casa encuestadora no cuenta con el reconocimiento de los más importantes encuestadores nacionales y que suele exagerar, en todas sus mediciones, los números de los candidatos del Frente anayista.
La contramedida priista es Pop Group, que circula una encuesta según la cual, por el contrario, Meade está por alcanzar al morenista y Anaya se rezaga cada vez más.
Como dijimos la semana pasada, el efecto de “subirse al carro ganador” es una estrategia mediática.
Pero, qué sucede cuando “el carro ganador”, pese a liderar las encuestas, no es atractivo. La consigna entonces es, subirse al carro que puede alcanzar “al carro ganador”. Anaya busca aprovechar el momento psicológico del primer debate y llama a los indecisos a ya decidirse. “Somos la única opción que le puede ganar a López Obrador”.
Meade, por el contrario, ha optado por otra estrategia, cuyo mensaje es: “soy el que mejores propuestas tiene”. No habla de “voto útil”, pero parece que, entre la clase política, ya lo está trabajando. Silvano Aureoles, el gobernador perredista de Michoacán, y uno de los actores principales de El Pacto por México, ofreció su apoyo, públicamente, al candidato tricolor. En Puebla, los moreno-valle sabotearon la semana pasada un evento público de Anaya. ¿Realmente Anaya cree que Francisco Domínguez, mandatario de Querétaro, lo apoyará?
¿Cuántas de las gubernaturas que Ricardo Anaya presume que se ganaron siendo él presidente del partido, están en manos de sus enemigos? ¿En verdad ganaron con apoyo de Anaya? ¿Qué tanto les ayudó el hecho de que en Los Pinos vieran con recelo la dirigencia de Manlio Fabio Beltrones en el PRI? ¿Qué tanto les gustó que los spots del partido fueron usados para posicionar a su líder de partido en lugar de a ellos mismos? Algunos de los gobernadores panistas de la elección 2016 eran legisladores antes de asumir la gubernatura correspondiente. Muchos de ellos llegaron al Legislativo apoyados por Felipe Calderón, otros más, por Gustavo Madero. Y ya como legisladores, se entendieron muy bien con Luis Videgaray, Aurelio Nuño y Enrique Ochoa.
¿Han comenzado las traiciones a cobrarle factura a Anaya? La prensa reporta uno tras otro los desaires de los mandatarios panistas a su candidato presidencial. No sabemos cómo se traduce eso en votos, pero lo que sí es claro, es que los ejecutivos locales tienen enormes recursos para programas sociales y no son ajenos, en su mayoría, a la manipulación clientelar de los pobres.
Desesperados Pablo Hiriart y Leo Zuckermann llaman ya a formar el PRIAN. Pero no, por el momento no hay PRIAN. Y mientras tanto… López Obrador ha comenzado un llamado a respetar a Meade. ¿Ha comenzado a calcular que una elección entre dos no le conviene? Si la candidatura de Anaya es descarrilada por motivos judiciales ¿llamará a respetar al blanquiazul?
En la prensa se ha filtrado la versión de que, desde Los Pinos, le impiden a Meade hacer su propia campaña. Para los críticos, el PRI y Los Pinos son el peso muerto que no dejan despegar al candidato priista. ¿Pero, no se puede hacer justamente el cálculo contrario? Sin el grupo peña-nietista, ¿podría Meade atraer el voto útil de los gobernadores? Así, la última carta de Meade no es, como mucho se ha dicho, romper con Peña Nieto -así sea una ruptura simbólica-, sino mantenerse hasta el final con él.
Jorge Federico Márquez Muñoz. Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Doctor en Ciencia Política, ganador del Reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de Docencia en Ciencias Sociales. (2012) y es autor, entre otros, de los libros: Envidia y Política en la Antigua Grecia, Más allá del Homo Oeconomicus y las Claves de la Gobernabilidad.