Llamó mi atención el artículo del Dr. Roger Bartra del 3 de abril, publicado en Reforma. En pocas palabras nos dice que Ricardo Anaya será nuestro próximo presidente.
Para llegar a esta conclusión recurre a una extraña selección de hechos que vale la pena mencionar: el punto de partida de los votos que obtendrá López Obrador es el que obtuvo MORENA en las elecciones de 2015. En ese entonces, el partido de AMLO no llegó a los seis millones. El problema es que, para ser competitivo en la lucha por la presidencia, le hacen falta doce millones más. Y esto, según Bartra, parece muy difícil.
Sin embargo, las encuestas dicen que AMLO no solo tiene la intención de voto necesaria para ser competitivo, sino que ya rebasó los veinte millones de simpatizantes.
Bartra se pregunta “¿Es posible que López Obrador, desde que reinició su campaña inmediatamente después de perder en 2012 haya atraído en promedio a un millón de nuevos apoyos cada año? Yo tengo mis dudas”.
Pero Luis Carlos Ugalde y Gabriel Moreno documentan que, lo que Bartra no quiere creer quizás es lo que esté sucediendo: un aumento vertiginoso en la intención de voto en favor de López Obrador. Y no, lo coordinadores del Reporte electoral Integralia no se basan en encuestas, sino en los resultados electorales de 2016 y 2017.
Sin embargo, cabe mencionar que una cosa es crecer en el voto y otra, crecer “estratégicamente en el voto”. Pese el incremento espectacular de MORENA, no ha ganado ni una gubernatura y sabemos que, si se lo proponen, los gobernadores se convierten en operadores electorales muy poderosos.
Bartra continúa su argumentación: “Que pierda el PRI es algo que está en la lógica política de lo que ha ocurrido durante el sexenio de Peña Nieto. Que gane el PAN con sus aliados también forma parte de la lógica electoral de los últimos tiempos, cuando han ganado varias gubernaturas”.
El defecto de estos argumentos es simple. Se trata de imaginar que al PAN le irá como en 2016 y que a MORENA como en 2015. Y del PRI, pues ni hablar, porque “es lógico que pierda”.
Estos ejercicios de selección de información se pueden multiplicar al infinito. ¿Por qué no pensar que el PRI va a ganar de manera apretada? A este escenario se puede llegar si se privilegian los resultados electorales de 2017. O ¿por qué no pensar que Margarita Zavala tiene la fórmula para derrotar a AMLO? En este caso, bastaría remitirnos al año 2006. No, no son convincentes las máquinas del tiempo como predicción de lo que ocurrirá en julio.
Nuestros métodos de prospectiva electoral son muy inexactos. Las campañas apenas empiezan y están para modificar la percepción. Más aún, los instrumentos de medición de la opinión suelen también ser elementos de propaganda. Cada vez que decimos que tal o cual partido ganará, estamos propiciando el efecto “subirse al carro”, “efecto arrastre” o “bandwagon effect”, que se basa en dos fenómenos. El primero, en el hecho de que “queremos estar con el ganador”. El segundo, “nos conviene estar con quien tendrá el pastel”, queremos estar invitados al reparto.
Es mejor negocio para las casas encuestadoras entrar a las campañas que proporcionar a los investigadores datos útiles para profundizar en el análisis. Mientras los intereses estén por enciman del conocimiento, predecir la política seguirá siendo labor de adivinos y propagandistas. Mientras tanto, sin afán de predecir realmente nada, sigamos escuchando y leyendo a los propagandistas.
Jorge Federico Márquez Muñoz. Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Doctor en Ciencia Política, ganador del Reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de Docencia en Ciencias Sociales. (2012) y es autor, entre otros, de los libros: Envidia y Política en la Antigua Grecia, Más allá del Homo Oeconomicus y las Claves de la Gobernabilidad.