Te pone muy nervioso el sólo pensar que puedas decidir el futuro de alguien y tener que hacerlo de manera justa. Entiendo que es una obligación ser parte de un jurado en los Estados Unidos y nunca me imaginé que me llamaran. Es ese sentimiento de no querer tener esa responsabilidad pero tener que hacerlo, por ley. No hay más.
Fui a la cita y la sorpresa fue que no era requerido para uno en especial sino para ser parte de un grupo de personas que decidirían durante seis meses qué casos debían enviarse a juicio. El mantenerte en el anonimato permitió que la experiencia fuera interesante y estresante. Nos daban cursos sobre las leyes necesarias para dictaminar los eventos.
El caso que más me movió fue una señora que escondió su embarazo y decidió abortar en el baño de un bar. Era una mujer soltera y muy joven. Había cruzado la frontera buscando ese sueño americano del que tanto se habla y que en verdad, en solo un momento, puede convertirse en pesadilla. Conoció a un hombre que la engañó y que obviamente la dejó sola. Trabajaba como mucama en un hotel y tenía que esconder lo que traía en sus entrañas para no perder su lugar ahí, pues no era fácil conseguirlo cuando no se tenían papeles para hacerlo.
Esa noche fue al bar y con unos cuantos ahorros, se pagó los tequilas que necesitaba para envalentonarse en ese baño. Dejó en el basurero, lo que salió de su ser y caminó con su corazón ensangrentado hasta perderse en un colchón que prometía borrar lo imposible.
La noticia en el bar fue alarmante. Entre policías y rescatistas llegaron en minutos y recurrieron a los videos de las cámaras de seguridad para definir la cara de esa mujer, buscarla y acusarla.
En mi Estado, se permite el aborto. Eso no es causa de arresto y la mujer podía seguir con su vida adelante. Pero, como la ley lo indica, debían asegurarse si el bebé había respirado una sola vez, pues si era así, se le acusaba de asesinato. La prueba no era complicada: era algo así como poner el pulmón del bebé en una cubeta de agua para ver si flotaba, y si lo hacía, se consideraba vivo. Con solo una bocanada de aire, el bebé muerto había vivido y la madre viva iría a una muerte lenta en la cárcel.
La discusión fue muy álgida y pesada, pues un respiro cambiaba el destino de una mujer. Lo único que quedaba era esperar el resultado de la prueba. Días más tarde, la noticia llegó… y el caso se envió a juicio por asesinato premeditado. Nunca supimos qué pasó después… Como hombre, padre de familia y profesor universitario, confieso que un caso así, te marca tu vida.
Citlalli Berruecos. Tiene estudios de Sociología en la UNAM y la Universidad Complutense de Madrid, España. Licenciatura en Lengua y Literatura Inglesa, UNAM. Maestría en Educación con especialidad en Educación a Distancia, Universidad de Athabasca, Canadá.