“Ahora el más resuelto enemigo de la literatura, que pretende descontaminarla de machismo, prejuicios múltiples e inmoralidades, es el feminismo. No todas las feministas, desde luego, pero sí las más radicales, y tras ellas, amplios sectores que, paralizados por el temor de ser considerados reaccionarios, ultras y falócratas, apoyan abiertamente esta ofensiva antiliteraria y anticultural.”
Estas palabras del escritor Mario Vargas Llosa aparecieron en la columna que publica en el periódico español El País. Ahí cuestiona el llamado “decálogo feminista” de sindicalistas españolas, que pide eliminar en las clases escolares a ciertos autores por su presunto contenido machista, y en el que alude también a un análisis crítico con un enfoque feminista de la novela Lolita, de Vladimir Nabokov, realizado en las páginas de ese mismo diario por la escritora Laura Freixas.
La avalancha de respuestas no se hizo esperar. Entre ellas la de la propia Freixas, quien desde su cuenta de Twitter @LauraFreixas dio réplica: “Todo un honor que me cite (para mal) Vargas Llosa hoy en @el_pais. Lo que él llama “buenismo”, yo lo llamo responsabilidad ética. Su afirmación de que el feminismo es el enemigo me confirma lo que dice Griselda Pollock: el feminismo es la gran revolución intelectual de nuestro tiempo”.
¿Dónde encontrar la razón? El debate parece perderse entre palabras sin fin que no logra sino incendiar redes, sin llegar a acuerdos.
Vargas Llosa no pudo estar más certero cuando retoma a Bataille para enunciar que “gracias a esa libertad de que ha gozado en ciertos períodos y en ciertas sociedades, existe la gran literatura, y ella no es moral ni inmoral, sino genuina, subversiva, incontrolable, o postiza y convencional, mejor dicho muerta”.
No obstante, equivoca el tiro al dirigir el dardo a las feministas. No es el feminismo el que se ha convertido en el enemigo del arte, sino ese exceso de corrección política que contamina todas las causas el día de hoy, y nos lleva a vericuetos donde la forma genera fondos y nada es legítimo, salvo los linchamientos que desde su nombre se promueven.
No es el feminismo: es en el nombre del dolor de otros que algunos sectores de la sociedad utilizan causas nobles para utilizarlas como arietes en contra del debate libre y franco.
Evocando a Pollock, Freixas describe al feminismo como una revolución intelectual, la cual no debe ser contradictoria con una visión del arte como puente entre el individuo y la sociedad, y en la que los desencuentros y puntos de vista encontrados son la esencia del debate.
Al respecto, vale la pena recordar el punto de vista del Museo Metropolitano de Nueva York (el famoso Met) cuando enfrentó la solicitud para censurar un cuadro de Balthus de una niña en una posición erótica, que podría haber generado un debate como el de Lolita, pero que dio pie a una petición de censura por quienes consideraron esa obra como ofensiva.
“Es en momentos como este”, argumentó el Met, “en los que contamos con la ocasión para debatir, y el arte visual es uno de los mayores significados que tenemos para reflejar tanto el pasado como el presente, y espolear la evolución continua de la cultura a través del respeto de la expresión creativa y el debate”.
La propia Freixas aclaró que nunca propuso eliminar Lolita ni prohibir su lectura, sino analizarla a la luz de cómo el patriarcado manipula la cultura para su provecho. Y sí, con un análisis crítico y documentado realmente podremos abrir el debate y llegar a esa conciencia ética a la que apela Freixas. Quizá al final las diferencias en realidad no sean tan grandes y se pueda coincidir con Vargas Llosa en que lo primordial es desterrar los puritanismos y que tanto la creación literaria como el análisis crítico gocen de un valor fundamental: la libertad.