Imposible no recordar el libro “Mujercitas” (Little Women), de la escritora norteamericana Louisa May Alcott. Esta novela, un clásico del siglo XIX que encantó a generaciones, fue traducida a varias lenguas y llevada a la pantalla grande en diversas ocasiones. Este año se cumplen 150 años de la publicación de esta obra y justo hoy, 6 de marzo, se cumplen 130 años de la muerte de su autora.
Louisa May Alcott (1832-1888) fue una mujer revolucionaria para su época, e incluso lo sería el día de hoy. Se desempeñó como periodista, institutriz, enfermera y escritora, y es una de las primeras estadunidenses en proclamar los derechos de la mujer, apoyar la ley antiesclavista, defender el derecho a la libertad sexual y la unidad de su patria. Todo esto en un momento donde no había “hashtags” para posicionar ideas ni ser feminista, no contaba con el apoyo genuino ni con el disimulado de la corrección política.
Alcott fue la primera mujer registrada para votar en Concord, Massachusetts, después de que en 1879 las mujeres ganaron su derecho al voto; empezó a publicar en 1851, a los 19 años, y para el final de su vida había escrito cerca de 300 obras. A pesar de esto, Louisa May Alcott ha sido considerada siempre en su faceta literaria como una conservadora que sólo se atrevió a expresar su feminismo de manera clara en sus escritos anónimos o seudónimos.
Para entender “Mujercitas”, hay que contextualizarnos. Entender que no era un asunto cotidiano –como lo es hoy en día– hablar de mujeres que enfrentan la vida solas, donde las dos mayores trabajan y en la que una de ellas decide romper con los estereotipos de cabello largo. De no ser así, Simone de Beauvoir no mencionaría en ‘Memorias de una joven formal’ su admiración por Jo, el personaje autobiográfico de Louisa May Alcott, con quien se identificaba al compartir “el rechazo a las tareas domésticas y el amor por los libros”.
Además, es poco conocido que la obra fue sometida a una censura en el siglo XIX , cuando se decidió eliminar muchas reflexiones. Prueba de ello fue un párrafo que enunciaba: “Como todo el mundo sabe, en Norteamérica las muchachas firman primero su declaración de independencia y disfrutan de la libertad con republicano entusiasmo; pero cuando se casan, abdican a favor de su primer vástago y viven más encerradas que una monja de clausura francesa”.
Al leer la novela es imposible no darnos cuenta que, al día de hoy, las mujeres seguimos enfrentando retos similares: ser mujer y trabajar, las presiones sobre nuestra apariencia y el abandono del gobierno para establecer sistemas de pensiones más justas para aquellas que son cuidadoras, entre otros temas narrados en la obra.
Y, por increíble que parezca siglo y medio después, la censura que experimentó Alcott de alguna forma sigue presente, pues hoy nos debatimos entre olas de feminismo, entre movimientos libertarios y ortodoxos, en medio de confrontaciones y diatribas eternas sobre qué es acoso y qué no es, o sobre si se debe ser sexy o no. Discusiones que no siempre resuelven temas de fondo, pero sí distraen del objetivo real que es la lucha por la libertad. Esa libertad que no se abdica, ni ante la causa misma. Porque no somos mujercitas, sino mujeres luchando por ser libres y plenas.
Buscapiés
Hoy en día se puede visitar una de las casas en las que vivió Alcott y en la que escribió su obra “Mujercitas”. Se llama Orchard House y se encuentra en Concord, Massachussets. Esta casa-museo está considerada como la residencia de un autor en toda Nueva Inglaterra que mejor conserva el espíritu de su época. En lo personal, como una seguidora férrea del libro (a mis nueve años lo leí completo en un inglés muy complicado por ser versión original), visité aquella casa hace un par de años. La recuerdo con añoranza, pero también con la emoción de haber estado frente al testimonio aún vivo de una vocación libertaria.