Esta semana dimos el adiós definitivo a la temporada de frío y no cabe duda de que la brisa matutina anuncia la llegada de la primavera.
A medida que pasan los años confirmo –cada vez más– la sabiduría que encierra el concepto budista de la impermanencia, algo difícil de captar para los occidentales que vivimos en la ilusión del “para siempre” y el “nunca jamás”.
La impermanencia hace alusión al cambio constante en el universo, la tierra y el estado de todas las cosas. Una verdad implacable que nos recuerda cada tanto el cambio de estación. Creo que, si observo la vida bajo ese concepto, debo sentirme contenta de haber llegado a marzo. Aún más porque prefiero el calor al frío.
Por esa razón, cuando el paisaje citadino se torna azul violáceo, mi ánimo mejora considerablemente y los primeros brotes de las jacarandas en flor siempre me recuerdan que hay que disfrutar y agradecer las maravillas que la primavera trae consigo.
No somos realmente conscientes de que el hermoso paisaje violeta de callejones y avenidas en barrios como la Roma, San Ángel, Coyoacán y Ciudad Universitaria es un regalo natural de “edición limitada”, una belleza efímera que dura sólo dos meses.
Los japoneses también cuentan con una flor emblemática y temporal que es la flor del cerezo o Sakura, la cual pinta de rosa todo el archipiélago, desde Okinawa hasta Hokkaido.
A diferencia de nosotros, los orientales valoran y aprecian de veras a su flor primaveral. Si visitan Japón a finales de marzo o durante abril, podrán darse cuenta de ello desde su llegada. Las estaciones de tren, los cafés, las tiendas departamentales o pequeñas boutiques, adornan sus entradas e instalaciones con motivos alusivos a la pequeña y elegante flor, la que también es utilizada profusamente en la repostería y confitería tradicional con creaciones y delicias que obviamente se ofrecen como edición limitada.
Los reposteros confeccionan pasteles, mousses y toda clase de delicias con sabor y color de Sakura. Los confiteros, delicados dulces tradicionales a base de harina de arroz coloreados en rosa pálido.
La cadena Starbucks lanza cada año una edición especial de bebidas sabor Sakura. Este 2018 ofrece la línea Sakura Strawberry con las bebidas Pink Milk Latte, Pink Mochi Frapuccino y, por primera vez, un té infusión de la flor –vía Teavana– llamado Pink Tea.
El sabor de la flor de cerezo es muy peculiar. Muy al contrario de lo que uno podría imaginarse debido a su tono “rosita”, resulta un tanto agridulce, salado y ligeramente picante. Digamos que es un sabor umami: imaginen un tomate maduro y jugoso que tiene toques de dulce y ácido a la vez.
Además, durante la temporada del Sakura, en Japón se producen toda clase de artículos con estampados de cerezo, desde pañuelos de mano y Kimonos, hasta inciensos con el aroma de la flor.
Desafortunadamente, a diferencia del Sakura, nuestra jacaranda no sólo no es comestible, sino que hasta puede resultar tóxica. Tampoco tiene propiedades medicinales. Pero el hecho de que sea sólo un árbol de ornato, no degrada en lo más mínimo su hermosura.
Hay varias teorías acerca de su llegada al país desde Brasil, vía los japoneses. Lo que sí está registrado es el hecho de que las jacarandas adornan las calles de nuestra ciudad desde las primeras décadas del siglo XX. Para nuestra dicha, hoy son parte indisoluble del paisaje primaveral.
Aunque no pueda comerme sus pétalos, en honor a las jacarandas para este viernes preparé una suave y cremosa Panna cotta de limón y zarzamoras, un postre que no tiene ni un grado de dificultad.
El clásico italiano, parecido a una mousse, es originario del Piamonte y muy adecuado para la época de calor. Como se trata de una “crema cuajada” puede emparejarse con las frutas y los sabores que uno prefiera.
Es común servirlo con frutos rojos, pero en esta ocasión yo decidí pintar ligeramente de azul violeta parte de la crema, en honor a las flores. Es mi “Panna cotta Jacarandas”.
Caminar por una calle alfombrada con pétalos de jacaranda debería ser un acto digno de sorpresa y gratitud, tanto como el hecho de seguir aquí, vivos y con la posibilidad de admirar la efímera belleza de sus flores.
Feliz marzo.