Más que plata o plomo. El poder político del narcotráfico en México y Colombia, de Gustavo Duncan, es un texto que está al nivel de los más grandes autores sobre el tema. A diferencia de Astorga, el historiador del narcotráfico en México, o de Grillo, cuyo trabajo es más periodístico, el Dr. Duncan teoriza sobre el fenómeno.
Las premisas con las que Duncan construye su teoría son las siguientes: el narco es una industria muy lucrativa y compleja que requiere de campesinos que habitan en zonas marginales para cultivar la droga lo mismo que de sofisticados financieros para lavar las ganancias. En medio de la cadena hay vigilantes y guardias armados, transportistas, autoridades corruptas, dealers, capos con todo y sus cortes y un sinfín de trabajadores que desempeñan roles muy diversos.
Es una industria ilegal que se adapta a diferentes zonas de modos distintos. En las zonas marginales, en donde la pobreza de los habitantes y la debilidad de las instituciones son la norma, el crimen organizado puede ejercer un gran poder, al punto de asumir muchas de las funciones del gobierno -como la recolección de impuestos, la seguridad, la beneficencia social, entre otras- y construir un Estado paralelo, más fuerte que el oficial.
En dichas zonas, las elites locales oscilan entre dos opciones: pactan alianzas con los narcos y consiguen financiamiento a cambio de protección; o bien, los combaten. La segunda opción a la vez conlleva dos posibilidades: la sustitución de la elite local por una “elite narco” o bien, una larga guerra en la cual, la oligarquía local prefiere subordinarse a los poderes centrales, específicamente, al ejército o a policías militarizadas. Debido a que tanto en México como en Colombia los gobiernos locales se renuevan periódicamente, también lo hacen los pactos, ya sean con el narco o con el gobierno federal o nacional.
En las grandes ciudades la situación es distinta. El dinero legal fluye en mayores cantidades y la presencia de las instituciones de seguridad es más robusta. Por lo tanto, el crimen organizado no aspira a construir un Estado paralelo, se conforma con vivir en las sombras. En las grandes urbes el narco aspira a corromper a algunos policías mientras en las zonas marginales aspira a controlar a toda la policía.
Duncan destaca una aparente paradoja: las ganancias del narco llegan menos ahí en donde más control político tiene, es decir, en la periferia; y las ganancias son abundantes en donde ni siquiera aspira a tener control, es decir, en donde solamente busca acomodarse para realizar, del modo más discreto posible, sus actividades.
La paradoja deja de serlo cuando se comprende la desigualdad de las regiones. Aunque las ganancias sean menores en las zonas pobres, ahí implican un porcentaje muy elevado del circulante; mientras que, en las zonas ricas, pese a que el lucro es mayor, representa un porcentaje poco significativo de la riqueza total. Así, nos explica Duncan, la teoría política del narco implica que los narcos construyen Estados paralelos en donde pueden y operan con muchas precauciones en donde deben.
Duncan destaca otra paradoja: quienes menos ganan con el negocio de la droga son quienes más riesgo tienen de ser aprehendidos, sentenciados a largas condenas e incluso, asesinados por otros cárteles o por las fuerzas estatales. Mientras que quienes más ganan con esta industria, quienes lavan dinero, son menos perseguidos y atrapados; y cuando son capturados suelen tener mejores condiciones para negociar condenas cortas con las autoridades. La premisa aquí es: mientras más tocas la droga, más impuro para el sistema eres; mientras que si estas lejos de ella, aunque hagas grandes negocios con sus ganancias, te alejas de la podredumbre y, por lo tanto, de los peores castigos.
Duncan explica que el orden impuesto por el narco en las zonas marginales no tiende a cejar, pese a las guerras “contra los criminales” declaradas tanto por el estado mexicano como por el colombiano. Esto, por dos razones: sería muy costoso para las elites nacionales convertir las zonas periféricas en “centros”; ni los capitalistas ni el Estado quieren invertir grandes cantidades de dinero para fomentar el desarrollo, pues tienen una opción más barata para el control social: los líderes locales. Éstos, ya sean de extracción oligárquica tradicional o bien nuevos ricos, legales o ilegales, sirven como mediadores entre la población de su localidad y el gobierno central. Para estos jefes los pobladores son una clientela. El desarrollo político y económico de un Estado próspero, con instituciones funcionales y en donde se respete la legalidad, hará que los pobladores se conviertan en ciudadanos plenos; hasta el momento, esto es justo lo que algunas oligarquías locales han tenido éxito en evitar; sobre todo, en las zonas más marginadas.
Advierte Duncan, lo anterior explica cómo funciona la industria del crimen organizado en México y Colombia, no así en otros lugares como Jamaica, Bolivia y Estados Unidos. A estos casos el autor les dedica un breve análisis al final de su libro, para establecer los límites de su propia teoría.
De regreso a México y Colombia, cabe preguntarnos si se puede reducir el tamaño y la importancia del crimen organizado. La respuesta la ofrece el mismo Duncan. Sí, a cambio de un esfuerzo sostenido de inversión de capital y de fortalecimiento de las instituciones en las zonas periféricas. No queda más que reconocer con tristeza, que esto, difícilmente ocurrirá. Sin embargo, la idea de que, lo que pasa en las zonas marginadas se queda en las zonas marginadas, cada vez es menos verdadera. La interpenetración de periferia y centro se ha vuelto muy profunda y la descomposición de la primera, tiende también a podrir a la segunda.
Jorge Federico Márquez Muñoz. Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Doctor en Ciencia Política, ganador del Reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de Docencia en Ciencias Sociales. (2012) y es autor, entre otros, de los libros: Envidia y Política en la Antigua Grecia, Más allá del Homo Oeconomicus y las Claves de la Gobernabilidad.