El Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista, compuesto por siete miembros, es el máximo órgano de poder en China. Es un espacio propicio para las intrigas palaciegas, en donde se encumbran y caen grandes hombres; despedidos en el mejor de los casos, perseguidos, encarcelados o víctimas de muertes misteriosas en el peor.
En noviembre de 2012 Xi Jinping fue elegido, por el Decimoctavo Congreso del Partido Comunista, Secretario General de Comité Permanente y poco más tarde, Presidente de la República. Desde entonces todo ha ido en una sola dirección: la centralización del poder en manos de Xi. En 2017, fue reelegido para un segundo término.
Pero una cosa es domar al tigre del Comité Permanente y otra domar al Partido, al Gobierno y a China. Y esto no es fácil con una economía en desaceleración, millones de trabajadores despedidos, baja productividad de las empresas estatales, gigantescas deudas bancarias derivadas y graves problemas ambientales. China también enfrenta desafíos internacionales de gran envergadura: Estados Unidos, Japón y los países del sureste asiático presionan a los chinos en términos de derechos marítimos, comerciales y fronterizos.
¿Cómo enfrentar estos retos? Xi cree que la respuesta es superar el “sistema Deng”. En 1976 murieron el Primer Ministro Zhou Enlai, el Mariscal Zhu De y el Presidente Mao, mientras ocupaban cargos clave del Comité Permanente. El primero tenía setenta y siete años, el segundo ochenta y nueve y el tercero ochenta y dos. El cambio provocó inestabilidad en la elite. Para evitar una nueva gerontocracia, Deng Xiaoping estableció que habría tanto una edad de jubilación -setenta años- como renovación del Comité cada cinco años. Esto comenzó no sólo con un proceso de sucesiones más ordenadas y menos sangrientas que las ocurridas durante el maoísmo, sino también con la despersonalización y fragmentación del poder.
Jiang Zemin y Hu Jintao respetaron el sistema Deng y consultaban a expertos y líderes, a sabios ancianos con carreras destacadas en el Partido. Esto oxigenaba la toma de decisiones con diferentes puntos de vista.
Dicho sistema, que permitió a la elite china ser menos peligrosa para sí misma, para su país y para el mundo, ha comenzado a ser desmantelado.
El punto de partida fue la campaña anti-corrupción emprendida por el gobierno de Xi Jinping. 75,000 funcionarios han sido investigados de 2012 a la fecha; 280 de rango elevado; 35,000 entregados al sistema judicial para ser castigados. De los 90 millones de miembros del PCCh casi un millón y medio han sido penalizados por romper la disciplina del partido.
En México estas cifras parecen envidiables. Sin embargo, la persecución ha tenido un lado oscuro. La cúpula ha multiplicado sus enemigos. El Presidente teme un atentado e incluso un golpe de Estado. Como respuesta, él y su elite se han encerrado en una burbuja de protección, que comienza con reformas que favorecen a los militares. Gracias a la concentración de poder, los asesores de Xi tienen, en los hechos, más poder que algunos miembros del Comité. Estos asesores no establecen contacto con extranjeros ni con otros funcionarios del Gobierno. Por si esto fuera poco, Xi también posee control directo sobre los guardaespaldas de todos los altos mandos del Gobierno y el Partido.
Si bien lo anterior le ha permitido al Presidente contar con buena información y ser implacable con sus enemigos, también, este control, refleja lo inseguro que se siente. La paranoia en un ambiente en donde no circula el aire fresco produce un sistema proclive a graves errores.
En un contexto en donde “el líder siempre tiene la razón” es más importante agradarle con ideas simples que aportar información útil sobre la realidad. El círculo de Xi se compone cada vez más de dos tipos de hombres: los que lo adoran y los que le temen. Wang Huning, un intelectual y miembro del Comité Permanente, es un ejemplo de este síndrome. Defensor del “nuevo autoritarismo”, enemigo de la democracia Occidental y promotor de la idea de que Estados Unidos sufre una decadencia inevitable. Otro síntoma lo ofrece Li Zhanshu, director de la Oficina General del Comité Central del PCCh, quien publicó un artículo en 2014, donde afirmaba que el trabajo como ayudante en la formulación de políticas requiere “lealtad absoluta”.
El sistema Xi es peligroso para el pueblo chino y el mundo porque el líder ha concentrado atribuciones sobre la política militar, de seguridad, exterior y económica. Sin expertos al mando, sin equilibrio en los comentarios al interior de la elite, es mayor la posibilidad de que los malos cálculos se conviertan en políticas; de que los malos resultados sean vistos como conspiración de los enemigos; de que los enemigos se multipliquen y de que la mano del gobierno se endurezca.
Los malos resultados de la política económica de Xi han producido tanto sufrimiento entre los chinos como su política represiva. Xi pidió a los trabajadores culturales y de medios mostrar “carácter de partido” y servir como “garganta y lengua” del PCCh; también les ha advertido a los miembros del partido evitar “charlas irresponsables”.
Pero los ataques a la libertad no han sido solamente verbales. La represión en contra de los disidentes y activistas, tanto en las calles como en Internet; la demolición de iglesias cristianas; la persecución de uigures y tibetanos; de miles de abogados, intelectuales y defensores de los derechos humanos; la restricción de las reuniones públicas y la censura, alcanzan una escala no vista desde la crisis de Tiananmen en 1989.
La gestión de Xi se ha caracterizado por sus profundas reformas en materia de seguridad -que le han ganado el apoyo de los altos mandos militares- y por sus planes a mediano y largo plazo para China. ¿Dos síntomas de que Xi buscará gobernar por un tercer periodo y destruirá por completo el sistema Deng?
Jorge Federico Márquez Muñoz. Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Doctor en Ciencia Política, ganador del Reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de Docencia en Ciencias Sociales. (2012) y es autor, entre otros, de los libros: Envidia y Política en la Antigua Grecia, Más allá del Homo Oeconomicus y las Claves de la Gobernabilidad.