La violencia desatada ayer en Chile contra el Papa Francisco me remontó a aquella terrible escena donde los judíos manipulados por los viejos sacerdotes que le servían a Pilatos gritaban a un inocente Jesús: ¡crucifíquenlo! ¡crucifíquenlo! ¡crucifíquenlo!
Nada, ni aun los hechos perpetrados por sacerdotes pederastas chilenos, justifica la agresión verbal y física de la que ayer fue víctima el máximo líder de la iglesia católica, quien, además, ha sido un fuerte crítico de la pederastia en el mundo y de la manera en cómo se ha manejado el catolicismo en las últimas décadas.
La ira, el resentimiento, frustración y rencor de las familias que tristemente padecieron de sacerdotes pederastas puede desencadenar violencia incontrolable en contra de un hombre que, si bien representa a la iglesia católica, no es culpable de los actos que otros hombres con sotana hicieron.
Francisco ha sido un Papa abierto al respeto de los derechos humanos, tanto, que ayer pidió con humildad perdón a todas las víctimas de abuso sexual dentro de la iglesia católica. Se vio triste y consternado ante los hechos consumados que, insisto, no debe él pagar, para eso está la justicia del hombre.
Consciente de lo que iba a encontrar en el país chileno, el jefe de la iglesia católica, decidió ir a enfrentar el enojo de las víctimas, pedirles perdón después de ser objeto de agresión cuando un sombrero surcó el aire para golpearlo en la mejilla cuando se dirigía en el papamóvil al parque O”Higgins.
Los pedófilos, sacerdotes o no, deben ser castigados severamente por las instancias de justicia de cada país, para eso existen las leyes. Ninguna niña o niño debe sufrir de abuso sexual ni en el entorno familiar ni en el entorno social, sin embargo, la indignación de madres chilenas fue aprovechada por personas de otras religiones para agredir al Papa de origen argentino, eso no es aceptable.
La violencia genera más violencia, nada ni nadie debe motivarla porque la muerte siempre ronda donde se nubla el pensamiento.
Elena Chávez. Estudió periodismo en la universidad Carlos Septién García. Ha escrito los libros “Ángeles Abandonados” y “Elisa, el diagnóstico final”. Reportera en diversos diarios como Excélsior, Ovaciones, UnomásUno; cubrió diferentes fuentes de información. Servidora Pública en el Gobierno del Distrito Federal y Diputada Constituyente externa por el PRD.