Lo que más nos cuesta al empezar un nuevo año es el retorno a la cotidianidad. “Volver al redil” no es nada fácil tras los excesos de las fiestas, porque si bien llega un momento en que nos hartamos del “recalentado”, lo cierto es que de algún modo quedamos enganchados en la “comedera” y compulsión por los alimentos grasos, ricos en calorías o muy dulces.
Admiro a esas personas que el 2 de enero ya están comiendo verduras y ensaladas como si nada, más aún a las que se someten a un régimen.
Y es que enero es el agosto de los comerciantes “détox” y anexas. Es el mes de los vendedores de ilusiones para bajar de peso, llevar una dieta saludable o contar con una piel de porcelana. Por supuesto que ninguna de esas cosas se logra de un día para otro, mucho menos si se es una “comidista”, como yo.
Sin embargo, son muchas las personas ‒en especial mujeres‒ que compran ese tipo de ilusiones cada inicio de año. La oferta es vasta y el bombardeo mediático al respecto, también. Este fin de semana, por ejemplo, en la CDMX se celebra un bazar titulado “Especial détox”, donde se ponen a la venta toda clase de pócimas e implementos para limpiar el cuerpo, así como artículos orgánicos y ecológicos de perfumería y cosmética.
En el mismo sentido, me acabo de enterar de un exitoso movimiento inglés llamado “Dry January” (Enero seco) cuyo reto es transitar el primer mes del año sin gota de alcohol. Se trata de un programa de salud pública que data de 2013 y que ha ganado adeptos en todo el mundo.
Ya hay una app que explica la mecánica del reto y da cuenta de los beneficios físicos, económicos y hasta espirituales que resultan de mantenerse abstemio por un mes. Algunos practicantes cuentan que, al salir de su trabajo, en lugar de dirigirse a la “hora feliz” de algún bar se van al cine o le dedican más horas al gym. La página de Facebook tiene cerca de 50 mil seguidores. Su eslogan reza: “Dry January: for future you”.
Después de todos los tintos y espumosos con que brindé en las fiestas, tal vez no estaría nada mal sumarme al “Enero seco”. Pero no me gustan las promesas. Aunque tampoco quiero ser irresponsable y desalmada.
Tan sólo por salud, sé bien que debo “hacer algo” que me aleje del modo fiesta. Aunque, por supuesto, sabemos que nuestro cuerpo, por sí solo, se “toma su tiempo” para eliminar las toxinas. Sólo que algunos agilizan el proceso vía el ejercicio. De lo contrario, tras la tragadera, estaríamos todos en el hospital.
Así que ‒sin imponerme un régimen concreto‒ desde la semana pasada le estoy dando tiempo al tiempo de mi cuerpo mientras le brindo una ayudadita extra haciendo dos cosas: beber más agua y consumir muchos vegetales frescos.
Debo confesar que, para mi mala fortuna, a media mañana oigo una vocecita que me susurra: “Harina, harina por favor”. Y sí, es un suplicio no salir corriendo por algo parecido a un panettone o una rosca. En su lugar, muerdo almendras y dátiles.
No iré al bazar détox. Quizá tampoco le entre al reto dry. Sólo quiero pasar a la siguiente página de mi vida, pero siempre a la sombra de mi #dolcealterego.
Feliz 2018.