Cierto día la mamá de un adolescente me llamó angustiada: “ya no sé qué hacer, mi hijo pasa horas y horas con el celular o pegado a la consola de videojuegos; ha bajado sus calificaciones y no le interesa interactuar con nadie, ni con sus hermanos, ni amigos; no le interesa nada más que estar jugando”. Pensé que exageraba. Cuando tuve la oportunidad de visitarla puse mayor atención a su hijo. Efectivamente, durante 4 horas que estuve ahí en su casa lo único que dijo fue un “hola”. Se sentó a comer callado y rápido en cuanto terminó al Xbox.
Como todo lo que se hace sin control y pone en riesgo la salud física o mental, puede convertirse en una adicción y en un problema. En horas previas a la llegada de los Reyes la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer que a partir de junio la adicción a los videojuegos será considerada una enfermedad mental. “Trastorno por videojuegos” será el nombre oficial, según la Clasificación Internacional de Enfermedades. Desde el 2005 diversos expertos de la OMS, comenzaron a ver las señales de alerta. Tardaron 12 años en decidirse a clasificar la adicción como un enfermedad mental. En casos severos es causa de disfunción familiar, social y educativa.
Según expertos de la OMS hay tres señales que pueden indicar que se tiene ya un trastorno: 1.- Falta de control -frecuencia, intensidad con la que se juega. 2.- Aumento de prioridad -qué tanto pesa la necesidad de jugar frente a otras cosas de la vida y 3.- Continuidad – esto es que a pesar de las consecuencias negativas que ya se están observando, la persona con la enfermedad sigue jugando. Desde problemas físicos como alteración de la visión hasta insomnio, ansiedad y depresión.
La información que emitió la OMS no tuvo tanta repercusión, eclipsada tal vez por las horas previas a la llegada de los Reyes. Hay quienes consideran que la clasificación del “Trastorno por videojuegos” no debería dar pie a la medicación excesiva tal y como ha sucedido con otros, como el Déficit de Atención. Pero tan poco se debe soslayar con la típica frase que los padres decimos cuando no queremos enfrentar un problema: “No hay porqué angustiarse, todos los niños y adolescentes lo hacen”. Sí todos lo hacen, pero hay señales tempranas de que algo no está bien.
A todos nos ha tocado vivir algún tipo de experiencia con los hijos. Recuerdo al mío enojarse y hasta llorar cuando perdía una carrera virtual o cuando su equipo perdía un juego de americano. No hay que entrar en pánico, hay que actuar a tiempo. La tecnología tan fascinante y cambiante implica retos en todos los sentidos. Tal vez valdría la pena preguntarnos ¿Y por qué pasa tanto tiempo perdido en los videojuegos? ¿Será acaso que busque llenar algún vacío?