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«ELLAS EN EL RETROVISOR»: 2017: año de los impunes

Los puños en alto son y serán la imagen de lo que hemos querido ser: una ciudad dispuesta a la batalla por la vida de los otros, la de todos, la del nosotros.

Esa es la postal del 2017 que duele y enorgullece, la del año del otro 19 de septiembre, el de la solidaridad en línea y las denuncias sin filtro.

Y más allá de la osadía ciudadana y los miles de héroes anónimos, están las historias de la desgracia y de la impunidad inmobiliaria.

Sería una mentira afirmar que todos los edificios colapsados en la CDMX son obra de la corrupción.

Pero sabemos que se trata de una larga lista de víctimas de la ausencia de Estado o, peor aún, de una evidencia más de instituciones colapsadas por la indecencia de los negocios que se burlan de la ley y de la gente.

De ahí que nuestro 19-S sea de algún modo una efeméride de la impunidad, ese apestoso hilo conductor de un 2017 marcado por la burla de los infractores de la ley.

Fue en este año que se va cuando México se volvió en la excepción del continente, en el único país donde no hubo castigo por los sobornos de Odebrecht. Porque aquí el iluso que pretendía investigar qué paso con el dinero de la empresa brasileña terminó vilipendiado.

Y fue en este año cuando los ex gobernadores del desfalco se carcajearon de nosotros mediante sus expertos abogados en malhechores de cuello blanco.

Pero en medio de esa galería del cinismo, una imagen me devolvió la templanza: era Javier Duarte sentado ante un tribunal de Guatemala, minimizado en lo que siempre será, un estafador.

Mientras el ex gobernador de Veracruz era captado por las cámaras de televisión y sonreía con ese rictus de los condenados a la leyenda negra, pensaba en el decoro, en la emoción dulce de la disciplina, en la alegría sin precio del deber cumplido.

Porque aun cuando la impunidad persiste, aquella imagen de Javier Duarte era también la postal de la derrota cultural de una clase política enfangada en la corrupción.

Y porque aun cuando resulta terco pretender que esa impunidad nos es ajena como sociedad, ese ex gobernador sentado en el banquillo de los acusados me regaló el orgullo de la honestidad, ese territorio que cotidianamente habitamos y del que tenemos que hacernos cargo en este 2018.

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