Lejos de convertirse en un hito y avance en materia de equidad de género, la Liga Femenil de futbol en México se vio ensombrecida desde su arranque por acusaciones de que se aplicaban reglas discriminatorias contra las jugadoras, tales como prohibirles hablar de preferencias sexuales o embarazarse. El escándalo se desató tras las declaraciones que algunas de las futbolistas dieron a diferentes medios de comunicación.
La Liga MX/ Ascenso MX negó tales acusaciones en un comunicado. En éste asegura que el surgimiento de la Liga MX Femenil “obedece a la necesidad de reconocer el valor de las mujeres en nuestra sociedad y su gran aportación en el deporte”, señala que “como toda nueva categoría dentro del futbol federado, la Liga MX Femenil se encuentra en desarrollo y a través del tiempo irá mostrando su crecimiento en todos los aspectos” y considera como prioridad “respetar en todo momento la igualdad de género, la diversidad y sobre todo la integridad de las personas”.
El boletín apagó el fuego respecto de las denuncias de discriminación, que fueron las que más ruido desataron, a diferencia de otra queja que en su momento pasó inadvertida, pero que en días recientes volvió a surgir en notas informativas: las diferencias abismales en salarios entre las futbolistas mujeres y sus pares hombres.
De acuerdo con información del periódico El Universal, el pago que reciben las futbolistas oscila entre los 5 y 6 mil pesos, mientras que el salario más bajo es de 3 mil 500 pesos mensuales, además de algunas prestaciones.
Si bien existe una pequeña élite conformada por unas pocas futbolistas que ganan alrededor de los 30 mil pesos mensuales, esto no es ni una mínima parte de lo que percibe el delantero francés de los Tigres, André Pierre Gignac, quien cotiza anualmente 4.2 millones de dólares (77 millones 932 mil 260 pesos). Oribe Peralta es otro de los que más gana, con 46 millones 388 mil pesos. Darwin Quintero percibe 33 millones 399 mil pesos.
Los aficionados y expertos en futbol argumentarán que esta diferencia es “normal”, considerando que el futbol profesional femenil apenas comienza y no moviliza los mismos recursos económicos (localidades en estadios, cotización de jugadores, patrocinios) que el que desde hace décadas practican los varones.
Pero justamente ahí fracasa la intención expresa de “reconocer el valor de las mujeres” y “respetar en todo momento la igualdad de género”. Si hacemos cuentas, toda la plantilla femenil gana al mes lo que un solo futbolista profesional recibe cada 15 días.
Y no, no podemos “normalizar” una brecha salarial tan abismal e indefendible, entre otras razones porque es muy fácil extender esa misma “normalización” a otras profesiones en las que, desde hace muchos años, es un reclamo vivo que se pague por igual el mismo trabajo, sin distinción de si quien lo practica es un hombre o una mujer.
Pero, más allá de ese reclamo, el asunto replantea de nuevo la discusión de fondo sobre qué temas tienen mayor prioridad en la agenda feminista.
Mientras que hace unos meses las redes se encendieron por la felicitación de Gatorade a la clavadista Paola Espinosa por su maternidad, el tema de los salarios no alcanzó la notoriedad de aquella y otras notas. Y es aquí donde parece necesario delimitar qué es la agenda feminista y si ésta equivale efectivamente a las voces que se escuchan en redes.
Sería necio negar la utilidad de las comunidades cibernéticas como vehículo de denuncia de las inequidades de género. No obstante, calibrar la importancia de las demandas al ruido mediático es muy reduccionista. Dar como prioritarios aquellos temas que resuenan más en redes o medios termina por ser excluyente, pues deja de lado a aquellas que no tienen acceso a hacerse escuchar. Entonces el movimiento termina por marginar a aquellas por las que hay más necesidad de luchar.
Desde el seno de ciertos sectores del feminismo parece existir una agenda única. No se considera que la diversidad de los ambientes en los que las mujeres se desenvuelven hacen imposible que todas compartan las mismas luchas. Si bien es necesaria la lucha en torno al sexismo lingüístico, derechos reproductores y libertad sexual, entre otros temas, es hora de ampliar el abanico de batallas.
Sí creo que debiera haber más ruido por una inequidad salarial tan brutal. En primer lugar, por ser fiel al principio de lucha de la igualdad, y porque la propia Liga Femenil se planteó esa búsqueda como objetivo. Y porque es necesario sensibilizar a la propia afición. No porque esperemos que de la noche a la mañana las mujeres obtengan contratos millonarios, pero sí por que aspiren a un salario digno.
Y ésta debiera ser una demanda feminista tan digna como otras. No debemos confundirnos: en la lucha no hay voceras ni élites. El feminismo es de todos y para todas. No hay causas de primera o de segunda: todas las mujeres y sus necesidades son de primera necesidad. Que en todos los sentidos, la cancha sea pareja.